10/19/2013 por Marcelo Paz Soldan
Poesia de Alejandro Morandini: Tres falsos recuerdos

Poesia de Alejandro Morandini: Tres falsos recuerdos

poesia

Tres falsos recuerdos
Por: Alejandro Morandini


Hermano mayor en el Observatorio Griffith

vos que soñas y te acordás nomás
de la nube como melena sobre la casa
remembrarás el escarceo de pájaros
a la puerta de los lapachos blancos
de los amarillos o de los apenas lilas que eran tres
ya éramos tres lapachos antes de llegar a Perico
como viniendo de la frontera
en la parla de pájaros con un inglés de juego
balbuceado en alguna playa
alzándose a contrafrente del hermano
y los carteles de la ciudad
volvíamos después de dar un gran rodeo
a ese lugar de insepultos llamado patria
a rollar un cigarrillo en el fondo de casa
como quien recoge un recuerdo
de discursos familiares en la saliva del olvido
fresco en el recuerdo el afiche con el recientemente
ascendido a primera sobre tu cama
y gustavo ardiendo una guitarra verde detrás de la cortina
¿cuanto fuego se alzaba en la playa o
en los enfermos que le tiraban a la madre en su tristeza
por las madrugadas en el estacionamiento del hospital público?
¿era eso o algo más lo que mirado por tus ojos negros
debajo del arenal californiano?
suave sonaban los teléfonos de alguien llamando desde la lejanía
con la conspiración en la mano
o queriendo liquidar una deuda rápidamente
y las ganas de volver por dónde nunca hubiéramos salido
si no fuera por las moscas
nunca te hubiera visto así tan sonriente como aquella vez
que perdías la carrera y te subías al podio
sin más y te buscaba el papá con la minolta bajo el brazo
tratando de adivinar el triunfo del hijo
ahora
acostado simplemente adormecido sudando
la espalda apoyada sobre la pared que da al pasillo
la boca abierta a la noche en camisas prestadas
cada tanto una rama de eucalipto entra a tu boca
y preguntás por el verde y el hermano tras la cortina
tendido cómo un cadáver bocarriba
o en el estacionamiento del Lakewood Hospital
vuelto a la vida por mano de la madre señalando al sur
era tan natural en ella sus pastillas para mantenerse en pie
y seguir en la sobrevivencia cómo
combatiente de un frente interno
que podía ser su propia asma o Vietnam o Laos o cualquier láo
y la parentela exigiendo el retorno a la provincia
te recuerdo
fatigando un cerro en camisa a cuadros
por tu aldea mezquina
echado en la somnolencia de las tardes
pidiendo más a lo que ya no puede
pero no tanto como aquellos que llevan estampada
pero no tanto como aquellos que llevan estampada
en la luneta trasera la sombra indeleble
de roberto carlos como la del che
pero mayormente revolucionarios aún
si es que cabe la expresión al fin
aquellos que se creen obligados a llenar con indulgencias
agregan un gramo más de gracia
o vergüenza a situaciones que exigen silencio
y riéndose creen gracioso lo que dicen
si vinieran aquellos con su particular modo
de desplegar simpatía en camiones
cabeceando en las estaciones
un sanguchito o un marica
o aquellos otros que una vez devenidos invictos
tienen tiempo para ceremonias
¿con cuanto desgarro la mirada deberá ser menos piadosa
que la del cordero a la hora de ser degollado?
reunidos bajo la sombra de mi lengua
en el momento de la escritura abstraída
soportando al loro de moscú que viene me agita
cómo si todavía anduviera en esas pendejadas
cómo si todavía atravesara cada mañana
el piquete entre eucaliptos a la velocidad de la flaca ana
con sus hijos que se multiplican en el asiento trasero del peronismo
en nuestras conversaciones de altura matemática
me convencía de las conveniencias de la comunidad organizada
pero aquellos eran días abriéndose en otros bosques
de ligero follaje
es que siempre habíamos hablado del poder
a la sombra de lo alto del horno
en la espesura del monte advertíamos
ejercicios de proveeduría organizada
ana joven todavía a través del bosque
a la velocidad de la organización partidaria
de la política de enlaces con acertada capacidad
para los números enteros y fracciones
ana rodeada de niños con el dolor intacto
soportaba un futuro gobernador en su cama
casi siempre a la mesa
ahora
cuando ya lo alto del horno no muestra su paladar oxidado
ni gime un rumor clasista
rodeada de laderos ana tus ojos sobre los hornos
donde calienta la razón de tu vida
envuelta en papel de cigarrillos
en la madrugada de la estructura
con más confianza que el pueblo en ana
llevando sus chicos hasta la parada colectiva
desearles suerte contarles los rulos
los remolinos del día enfáticamente argentino
veía en ana un hada protectora en la adversidad
aportaba a la unidad descamisada
criando la facción de su vida
entre los eucaliptos de un peugeot justicialista
y yo a su lado en la velocidad del bosque
como quién con la balanza de lo que no pesa

La Calavera

la majada en mansa alineación
conservaba el verde
y ahí ibas vos federico
sentado sobre el lomo
de una punta de bueyes carperos
con mis hijos sobre tus hombros
hablándome de los equipajes húmedos
de los bultos avergonzados
dejados a orillas del camino
dispuestos todos a ocupar la casa
y calentar las parrillas
oh verano aquel de la alegre despedida
con el nacimiento del muerto a mi costado
y vos federico ocupando la casona de los abuelos
abriendo los postigos limpiando el vano
de calavera de insectos
que alguna vez cayeran ahí
como breve lluvia de bestias muertas
por tu mano diligente
nuevamente abrías los postigos
para que el sol bañara la cuna
las almohadas del pensar alegremente
o del triste recordar
abrías los postigos para que entre
el aliento de tus muertos
en boca de los vivos
y ocupe su silencio junto a la luz
mientras la rama del molle mece la cuna
y los niños descifran la lengua
de los pájaros y reconocen en ellos
una vieja canción heredada
sacudías el polvo de desgracias
y echabas leña a las ánimas
al sinfin de la familia
en tu silbo esquinero
resollaba un sinsonte
su fiebre amarilla
y la charla insistente de la chicharra
en los solazos de tus siestas
oh verano aquel
de las niñas con el agua
pegándole en los muslos
con jirones de bejucos
quitados al monte
deseosas de cabalgar hasta loslos
y volver a la calavera
siguiendo la huella de la camioneta
en el barro
de las niñas cortando albahaca
vos y yo viendo crecer a mi lado
el tamaño del muerto
su pesada tristeza de tabaco
nada podía recriminársete
llevabas la calavera de tus cuentas
en los cuadernos
como prodigios de la memoria
podía recostarme a tu lado
y amarte como un amigo ama a su amigo
dejar que me acunes sobre tus recuerdos
alzándome en la memoria
como si avanzara por la historia
sobre el lomo de una punta de bueyes
y crímenes meciéndose
en la pampa de alfalfa
de acá para allá
¿estábamos dispuestos a escuchar
al carro de la belleza arrastrando su calavera
por las calles hasta las últimas farolas?
vos en las fogatas
con los niños sobre los hombros
o señalando las estrellas
luego que el fuego cediera su brasa
al amanecer
o señalando el vuelo de los patos
¿pero qué hacían esos patos acá?
su paso suspendido sobre la mañana
podías indicar su destino trazando un arco
sosteniendo en tu mano un ramo de lilas
y la menor de las niñas julia colgaba de tu otra mano
porque había en ella algo más que amor
era ella la prolongación de tu mano
era el tacto de la carne sensitiva de la tribu
mientras en sus ojos crecía la niebla de la familia
el aura liberador de la acción y la derrota
habíamos aprendido de la muerte
su belleza y esta inocencia que crecía
desde tu mano no lo sabía
porque aún estaba distraída
en la fosforescencia de las flores
julia con sus años ahuecados en tu mano
así cómo señalabas el pasaje de los patos
indicabas el norte de las ramas florecidas del peral
sus tímidos frutos asomando al final de la flor
o la sombra de la higuera flechando los sueños
del patio seco donde alguna vez bailaran los peones de la finca
ahora esos jóvenes
hombres de largas cabelleras
presumen a las niñas aniñándose
esperan obtener de ellas este verano
la atención de su deseo
con el fin de las lluvias
principiaban las hortensias
salidas de su caparazón húmedo
sobaban el relincho allá
en el comienzo del mediodía
luego que federico se pasara
toda una noche señalando el cielo
contando la historia de la mula madre por la senda
del pan santo y la carnada
en el verano largo
se endulzaban los alambres del aserradero
se tocaba la caja de los chañares
y de los molles anhelantes
antes que bajara la lluvia
como la jaula de un sueño
volvíamos al ocaso del vertedero
con los niños en las ancas y hambrientos
y sonita y sonia madre preparaban
la merienda que duraba hasta la cena
dentro del viento que traía el aguante
de mi muerto junto al fuego del asado
para después irse cuando la guitarra
cubría todo el hogar y se tapaba el vino
y nadie en definitiva terminaba por dejar de amenazar
con alguna copla por cierto
siempre inconclusa
así pasaban los días
como los nidos
en la comunión de los pajaritos
para la terapia de mi calavera
por la velocidad de los días
rodeados de neblina
contándonos la vida y los chicos
pasaban aquellos días lejanos
cuando nuestras viudas
y los niños bajaban
con su puñado de flores lilas
de una casa pobre en lo alto
tomábamos la baza
de los días lluviosos
sobre el mimbre humedecido de canciones tristes
descorchábamos al anochecer
y obteníamos otra baza
de nuestros juegos y de algunos hongos
oh verano aquel
del río frío y profundo
rodeando la casa

ALEJANDRO MORANDINI, nació en Córdoba en 1964. Publicó el poemario Bestias Domésticas, (Premio Provincial de Poesía Inédita, Salta, 2006). En 2008 obtuvo la Beca Nacional para escritores del interior del Fondo Nacional de las Artes. En 2013 publica El oficio del árbol, compilación de la obra periodística de Manuel J. Castilla. Como editor y ensayista trabaja en distintos medios regionales del norte argentino desde 1985.


Fuente: Ecdotica