07/19/2013 por Marcelo Paz Soldan
Periodista y escritora Verónica Ormachea Gutiérrez Miembro de Número de la Academia Boliviana de la Lengua

Periodista y escritora Verónica Ormachea Gutiérrez Miembro de Número de la Academia Boliviana de la Lengua

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Periodista y escritora Verónica Ormachea Gutiérrez Miembro de Número de la Academia Boliviana de la Lengua
Por: Armando Mariaca

(Respuesta al discurso de ingreso a la Academia Boliviana de la Lengua)
Muchas veces, las encomiendas de la Academia no siempre son fáciles de cumplir; en ocasiones, como en el presente caso, quien debe responder a un discurso de ingreso a la institución, no encuentra las palabras adecuadas ni ingresa en el principio de lo que debe decir, especialmente si el contenido del tema expresado por la recipiendaria es bastante controvertido y hasta difícil de entender.
La Academia Boliviana de la Lengua y sus componentes académicos, en cada oportunidad en que se produce el ingreso de un nuevo miembro, se alegra porque puede implicar, ese ingreso, nuevas esperanzas y seguridades de que se está en el camino seguro en el estudio y práctica del idioma con la inclusión en su filas de elementos valiosos.
Verónica Ormachea Gutiérrez, comunicadora, periodista y escritora es poseedora de cualidades que la hacen digna de integrar el conjunto de académicos. Estudiosa y hablante de tres idiomas –español, inglés y francés– ha trabajado en varios medios de comunicación; ha dedicado su vida a la producción de obras como la novela “Los ingenuos” que ya cuenta con tres ediciones; luego, un relato sucinto y analítico sobre el secuestro del industrial y político Samuel Doria Medina, libro que lleva el título “Entierro sin muerte”. Autora de muchos artículos que analizan el acontecer nacional y mundial, escritos que han merecido ocupar las páginas de muchos periódicos del país y del extranjero. Actualmente escribe una novela histórica y sus inquietudes son muy grandes por contribuir con obras de calidad a la cultura nacional.
Interesante es su hoja de vida que señala los estudios que realizó tanto en la Universidad Católica Boliviana como de cursos que siguió en universidades de los Estados Unidos y Francia que le otorgaron diplomas certificando los estudios que hizo. Su experiencia de trabajo en medios e instituciones culturales es muy amplia. Su currículum se ve fortalecido tanto por los reconocimientos recibidos como por la intención, vocación e inquietud que tiene para seguir en los campos de la producción como elaboración de artículos medulares a publicarse en diversos medios.
Verónica Ormachea, siguiendo la tradición y la norma de la Academia, hizo un sentido homenaje al ilustre académico, don César Chávez Taborga, que la precedió en la silla que ocupará. Cumplido ese deber, va en su discurso directamente, y sin mayores protocolos, al tema que desea tratar y que parece haber estudiado a fondo: la novela “sórdida, barroco-americana” Periférica Blvd. del señor Adolfo Cárdenas Franco. La obra, dice ella, es “un juego de palabras poco común en la narrativa boliviana por el cruce de dos idiomas, el español y el inglés. Parangona la obra con lo escrito por Jaime Saenz, René Bascopé y Victor Hugo Viscarra que se refirieron al submundo paceño, ese que late debajo de la ciudad y sobre todo cuando la luz solar se ha marchado”. Considera que la obra es de “extraordinaria originalidad, creatividad, humor, dueña de un terrible sarcasmo y es un experimento de innovación lingüística. La novela, en sus dieciséis capítulos, elabora un texto mayor que es la suma o resultado (ella anota “sumatoria”) de textos menores que pueden ser leídos independientemente como si fueran cuentos”. Sostiene que la novela se basa en el primer capítulo y es la “piedra angular que resulta chojcho con audio de rock pesado”. Hace referencia a los principales personajes de la novela, el Tte. Villalobos y Severo o “Siuro”. Ambos personajes resultan una “parodia de las mismas fuerzas del orden. Son mestizos estos protagonistas, “uno que más vive en la ciudad y el otro, aparentemente recién llegado del campo; esto es lo que marca una diferencia de clase entre ambos, y, a raíz de esto, surge la visión de un intrincado clasismo, éste como enfermedad nacional”.
Dice la Sra. Ormachea: “Cárdenas ahonda en conmocionantes (conmoción o emocionantes?) realidades sociales”. Señala que el autor de la novela “presenta con humor la trágica realidad de la voz de los silenciados, los despreciados, los desplazados, lo que nos da una gran oportunidad de conocer –y discutir gracias al mismo humor que se encarga de dotar de ambigüedad al texto– en profundidad y de otra manera, quizás más colorida e histórica, un tema muchas veces tocado en nuestro medio, desde Raza de Bronce hasta Felipe Delgado. De esta manera podemos observar cómo la historia de los movimientos sociales se genera desde el interior, desde el proletariado, desde el lumpen, desde la miseria de la gente sin destino y sin posibilidades de redención alguna por parte de la sociedad que los circunda”.
“Cárdenas, es, sin duda, un heredero de la tradición inaugurada por Saenz ya que abarca ese mismo mundo de los marginados. No así, sin embargo, en el ejercicio narrativo ni en el lingüístico ya que Cárdenas impone un nuevo canon que se podría denominar como el Aymarañol”.
Justificando en alguna forma el estilo del autor del libro, Verónica sostiene: “…una aplicación sistemática de la técnica del monólogo interior que es una propuesta reflexiva organizada y artificial que pasa por el consciente”.
En relación al uso del lenguaje, sostiene que Cárdenas “literaturiza (querrá decir que hace oral o palabra hablada?) la oralidad del lenguaje cotidiano a través de la jerga que utiliza del mundo marginal. Esta LITERATURIZACION (forma de hacer oral la narración?) traduce el lenguaje oral, tosco, precoz y vulgar del lumpen, con destreza, creatividad y humor. Todos aquellos melodramas –en el fondo tragicomedias– de las laderas llenan el contexto general de la novela”.
En el fondo y en la forma, el estilo de Cárdenas muestra, simplemente el habla de quienes buscan pasar del aymara al español o castellano y, forzosamente, cambia la formación y entonación de las palabras. En todo caso, el uso de adjetivos soeces o vulgaridades es casi norma en quienes no saben ni tienen una mínima parte de la riqueza del idioma y las palabrotas se convierten en muletillas para ayudar a la emisión de cualquier frase o concepto. Y esto es lo que, más o menos, relata la Sra. Ormachea en el análisis de la obra del señor Cárdenas; obra que, para la mayoría de los lectores, con seguridad que resulta poco constructiva por el uso de un idioma desfigurado, destinado a quienes gustan del estilo pobre, chavacano y soez.
Lo extraño es que la señora Ormachea le atribuye una cualidad al señor Cárdenas al sostener: “Adolfo Cárdenas se presenta también como innovador en la forma de escribir y su imaginación se encarga de crear un nuevo lenguaje escrito. Utiliza el sonido de las vocales y las consonantes para comprimir una palabra tanto con letras como con signos; elimina una vocal y utiliza un apóstrofe como lo hacen los norteamericanos desde hace décadas; aplica palabras en gerundio (que son utilizadas generalmente por los mestizos), invierte las palabras, conforma personajes para crear una nueva palabra; aplica aymarismos locales; utiliza la fonética aunque sea en otro idioma y lo escribe como suena, tal como es el español”.
Para una “mejor ilustración” señala algunos ejemplos sobre la forma de minimizar, destrozar, anarquizar el español.
A todo lo dicho, es importante señalar que toda forma de expresión es signo de algo que tiene un valor significativo. Es algo de lo cual son signo las conjunciones coordinantes tan enraizadas en el pensamiento del ser humano, que sufriríamos una mutilación importante en la expresión si nos viésemos reducidos a las meras oraciones o si desaparecieran los matices de cada oración.
En el trabajo de la Sra. Ormachea hay armonía; pero, ella misma muestra lo difícil que es el libro del señor Cárdenas a quien no se puede desconocer méritos; pero, es preciso entender que toda obra que llega al lector debe estar precedida por la creencia de que el autor sabe escribir o, por lo menos, se esmera en seguir las reglas gramaticales que instruyen la existencia de armonía, claridad y corrección. Se debe recordar que un texto compuesto exclusivamente con frases largas suele resultar oscuro, difícil de entender por ser embrollado; por el contrario, una serie ininterrumpida de frases cortas, enlazadas por los signos de puntuación, es causa de monotonía; por ello, conviene alternar las frases largas con las cortas para que lo escrito resulte variado y armónico, incitativo para continuar con la lectura. Por todo ello, es preciso recalcar que nadie, por experto que sea, puede jactarse de escribir perfectamente porque el idioma tiene diversas formas, caminos diferentes para mostrar lo que se ha pensado y escrito. No todos podemos ser maestros del estilo o de la armonía para escribir; por ello, dada la dificultad que hay para escribir todo lo que se piensa o siente, por lo complicado que sea, no podemos ser artistas en el manejo del lenguaje. Por ello la recomendación de los grandes maestros y pensadores de la lengua: “Para escribir son precisos la cautela y la mesura alternando las frases largas con las cortas”.
Por otra parte, es importante saber, creer y sentir que el escribir es medio de comunicación y sólo puede escribirse bien cuando se domina el tema y cuando se ha meditado suficientemente sobre el mismo; es decir, pensar primero y escribir después. Podemos transcribir la frase de un famoso maestro, Buffon, que dijo: “Es por falta de plan y por no haber reflexionado bastante acerca de un tema por lo que el escritor se siente confuso y no sabe por dónde empezar a escribir. Mas, una vez hecho un plan, una vez que se han puesto en orden todos los pensamientos esenciales a su tema, comprenderá fácilmente cuál es el momento de tomar la pluma…”
En términos más realistas se puede afirmar que escribir es algo más que pensar, que escribir es también sentir, imaginar, vivir, etc. puesto que escribir es algo tan complejo que no cabe fácilmente en un concepto que lo defina completamente. No obstante, una definición que puede ser considerada válida sería aplicar el sentido práctico, es decir que mal se puede escribir si no se piensa previamente, si no se ordenan mentalmente lo que se va a escribir y, mejor, si no hay un plan que se adecúe al trabajo a realizarse. La conclusión sería que escribir correctamente es posible si se aprende a entender que escribir es solamente el arte de expresarse con claridad, concisión, sencillez y naturalidad.
Así, mientras no se cumplan reglas simples, no será posible creer que se escribe perfectamente y, menos, que lo escrito se entiende completamente.
No fue fácil, para quien les habla, hacer esta presentación, especialmente por lo difícil y controvertido que es el libro que ella comenta, como por la carencia de elementos de juicio –libros, por ejemplo– que permitan un análisis más somero y, sobre todo, más ecuánime y justo de quien, a partir de hoy pertenece a esta institución.
En nombre de la Academia, tengo el placer de presentarla y desearle felicidades y una proficua y prolífica labor en bien del idioma español que nos honra.
Fuente: El Duende