Paz Soldán y su crítica de la representación
Por: Emilio Martínez Cardona
Desencuentros (2018) reúne los dos primeros libros de cuentos del autor, Las máscaras de la nada y Desapariciones. Desde la publicación de Las máscaras de la nada (1990), Edmundo Paz Soldán produjo en sus libros de relatos una narrativa orgánica, cuya constante principal es la crítica de los lenguajes que creamos para significar el mundo y que acaso revelan la propia fragilidad de lo representado.
Entre la serie de tópicos que demarcan ese proyecto literario, encontramos la insistencia en la paradoja y a través de ella la progresiva invasión de lo normal por lo fantástico, con la sustitución de seres, lugares u objetos por su reproducción en medios disímiles, de tan dudosa certidumbre como mapas, crucigramas, postales o fotografías.
Tales las máquinas ficcionales de Paz Soldán, que invariablemente pueblan el círculo interno de sus narraciones. En el caso emblemático de Dochera, que le valiera el Premio Juan Rulfo de Cuento (1997), el protagonista construye una realidad paralela desde los crucigramas, que poco a poco modifica su cotidianeidad y la de los lectores de El Heraldo de Piedras Blancas: “Utilizando como piedra angular la palabra Dochera, debía crear un mundo. (…) Era una labor infinita, y Laredo disfrutaba del desafío. La delicada pluma de un ave sostenía un universo”.
El procedimiento se repite en La ciudad de los mapas, donde las representaciones sobre el papel paulatinamente usurpan la urbe material; o en Las dos ciudades, cuando una réplica de Cochabamba en tamaño real, construida inicialmente como set de filmación, se convierte en la nueva morada de los habitantes de la Llajta. En otro de sus cuentos, Sucre se transforma en ciudad-poema por obra de sus propios pobladores: “El 2 de julio, la ciudad era un graffiti inmenso, un poema hecho siguiendo la técnica del collage. (…) Los ciudadanos, caminando sobre el poema, se congratulaban por la labor cumplida”.
Antonio Cornejo Polar dice que, en la narrativa de Edmundo Paz Soldán, “el imaginario es una sesgada hipérbole de la realidad cotidiana”. Sin embargo, en el inquietante cosmos erigido en torno a Piedras Blancas -posteriormente Río Fugitivo- el imaginario es algo más que un simple instrumento alegórico, sino una demolición de las precarias certezas que habitamos.
Todo lo sólido se desvanece en el aire y únicamente nos queda una profesión de fe escéptica o iconoclasta que afirma, siguiendo a la cita de Santo Tomás de Aquino, que “ninguna imagen es verdadera”.
Fuente: http://estotambiensucede.com/2018/10/10/paz-soldan-y-su-critica-de-la-representacion/