Paulovich, Premio Libertad
Por: Pedro Shimose
Alfonso Prudencio Claure (La Paz, 27/08/1927) es el seudónimo de Paulovich, ‘hijo de Pablo’, o sea, discípulo de San Pablo, apóstol cristiano que de haber nacido hoy sería turco, porque la ciudad de Tarso queda en Turquía. En su etapa indigenista, Paulovich –siempre en la onda– se ha rebautizado a sí mismo como Paulino Huanca, pero los nombres, como sostiene Lucho Roca, imprimen carácter. Paulovich sigue siendo Paulovich, del linaje de esos grandes escritores humoristas nacidos en este país triste y solemne: Ángel Casto Valda, Luis Zalles, Julio César Valdés (‘Jules Walls’), Juan Francisco Bedregal, Gustavo Adolfo Otero (‘Nolo Beaz’), Walter Montenegro (‘Buenavista’), Pedro Rivero Mercado (‘Gustavo Adolfo Baca’), Waldo Peña Cazas (‘VeDOBLE’), Ramón Rocha Monroy (‘Ojo de vidrio’) y otros.
A Paulovich lo conocí hace 48 años (al entrar a trabajar en el diario católico Presencia), pero lo leo desde hace 55 años, cuando el hebdomadario Presencia se vendía los domingos, en el atrio de la iglesia de Riberalta, a la salida de misa. Las Cartas a mí mismo, de Alfonso Prudencio Claure, eran conmovedoras, reflexivas y bien escritas. Son el antecedente de su columna La noticia de perfil, bautizada con este nombre por el crítico literario Juan Quirós.
Paulovich fue mi jefe de Redacción en un periódico formado por redactores, fotógrafos y reporteros católicos, apostólicos y alcohólicos. Jóvenes, felices e indocumentados, ganábamos un sueldingo pichiruchi y nos creíamos los reyes del mambo; por eso, quizá, después del cierre de edición nos encaminábamos a una especie de retiro espirituoso en bares y cabarés, a seguir discutiendo las colas de la noticia, entre rumores de golpe, chismes políticos y sueños eróticos, éticos y etílicos de la bohemia paceña de los años 60. Presencia fue una gesta juvenil, generacional, y Paulovich, uno de sus portaestandartes. Periodista ponderado, jefe de Redacción ecuánime, escritor fulgurante, le sacaba chispas al idioma y enriquecía el lenguaje popular boliviano. Por ello, no me sorprendió que un día la Academia Boliviana de la Lengua lo recibiera en su seno.
Fuimos tan amigos que, a pesar de todo, seguimos siéndolo. Hemos compartido trabajos, ilusiones, alegrías, farras, aventuras, sustos, duelos y tristezas. Entre encuentros y desencuentros, el tiempo nos ha superado. En las elecciones generales de 1960, Paulovich salió elegido diputado por el Partido Social Cristiano. El trío vocal Los Forasteros (Harold Olmos, Carlos Mercado y yo) le acompañó por plazas, teatros, radioemisoras y mítines callejeros, cantando coplas y estribillos humorísticos, pero su paso por la política fue un fiasco. Como dibujante, diseñé la tapa de su libro Rosca, Rosca, ¿qué estás haciendo? (1961) e ilustré su libro de semblanzas y retratos literarios –Apariencias (1967)– con caricaturas y bocetos que ahí están.
Hoy, la Asociación Nacional de la Prensa (ANP) ha acertado al concederle el Premio Libertad 2008. En la vida real es padre de cuatro hijos, de los cuales viven sólo tres. En la ficción, ha creado una familia imaginaria muy unida y muy simpática, con tíos cojuditos y despistados (Pelópidas y Huevastián) y tías deslenguadas y dicharacheras (Restituta viuda de Batistuta y Omaygad). Sin embargo, el personaje más entrañable es su mujer española, la hispanoparlante Pilar Guerrero Rodríguez, heroína real de la epopeya vivida por un periodista sensacional que detesta el sensacionalismo.
Estoy seguro de que, al recibir el Premio Libertad, el próximo 15 de mayo, Alfonso Prudencio Claure recordará las palabras de Cervantes: “La libertad, Sancho, es uno de los dones más preciados que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida…”. Cervantes, por boca de Don Quijote, nos enseña que los combates por la libertad no acaban nunca. ¡Salud y felicidades, maestro y amigo! // Madrid, 11/04/2008.
Fuente: www.eldeber.com.bo