06/18/2013 por Marcelo Paz Soldan
Navia & Ferrufino: y sus «Crónicas de perro andante»

Navia & Ferrufino: y sus «Crónicas de perro andante»

465270_gd

Navia & Ferrufino: y sus «Crónicas de perro andante»
Por: Mónica Oblitas Zamora

Roberto Navia, periodista, y Claudio Ferrufino, escritor, se han unido en un proyecto común que pese a ser común es bastante único: un periodista y un escritor escribiendo un libro conjunto en el que ambos dan rienda suelta a su creatividad y hacen lo que mejor saben hacer, aunque de manera diferente, jugar con las letras, contar con ellas.
Entrevistamos a ambos para que nos cuenten cómo nace “Crónicas de perro andante”, que acaba de presentarse en la Feria del Libro en Santa Cruz.
En el prólogo del libro, Darwin Pinto habla de historias que “parecieran de otro mundo”, ¿de qué se trata en esencia “Crónicas de perro andante”?
Roberto Navia (RN): Se trata del mundo de los de abajo.
De aquellos que están pero no se los ve, de los que ladran en silencio o de los que alguna vez fueron algo pero a los que la vida les mostró también la otra cara de la moneda.
El libro, es un canto a la vida pero desde otra esquina del mundo, incluso desde la tumba. De aquellos que la gozan pero que a la vez también la padecen. Es eso y más porque un personaje tiene, quizá sin saberlo, varias vidas, varios destinos.
Claudio Ferrufino (CF): Es adentrarse en realidades que se alejan del “mainstream” es como hacerlo en otro mundo, y supongo que Darwin se refiere a eso. Nuestras historias no son de gente que brilla en los estrados o las pasarelas; “escribimos sobre eclipses, no acerca de estrellas”, le dije a una periodista. Y esa es la crónica, lo cotidiano o lo mágico de la gente común.
¿Cómo se combina el trabajo de un escritor y de un periodista? ¿Qué gana uno y qué pierde el otro y viceversa?
RN: El periodismo es una escuela para bucear en aguas profundas donde la gente esconde sus recuerdos y sus tormentas, en buscar los datos fríos que poniéndole carne pueden ser más útiles para la humanidad. La literatura, permite que esa realidad jodida, ante los ojos de los lectores, los saque de su monotonía.
CF: Veo solo ganancia. Lo periodístico aporta su dosis de certeza; lo literario el toque de estilo, que no afecta el panorama de la no-ficción, porque no es el centro del texto.
¿Por qué el título?
RN: Por varios motivos. Porque hay perros que son una raza aparte, como también hay periodistas que pertenecen a una manada extraña que no es aquella que ama la coyuntura, las entrevistas oficiales ni las conferencias de prensa. Un perro, porque su olfato lo lleva en busca de algo y porque un perro anda buscando tranqueras para cruzarlas, para mandarse a mudar y para llegar curtido pero contento después de un viaje por la calle, por el barrio, por las afueras del pueblo.
CF: Un aporte de Roberto Navia por la frecuencia y condiciones de sus constantes viajes.
¿A qué se refiere eso de releer la realidad y sorprenderse? ¿Cuál es esa sorpresa?
RN: Me imagino, a que normalmente nuestro entorno, eso que creemos conocer, no nos golpea, no nos inyecta ninguna droga. La dejamos pasar y ya ni la sentimos ni la vemos. Pero la crónica tiene esa fuerza que te dice: Mirá, ¿no te diste cuenta que esto está a tu lado? Te invita a que te metas en un mundo que creías conocer. Pero también hay crónicas que están al otro lado del mundo. Es un libro para todo aquel que viaje y para todo aquel que está en su casa y que quiera moverse estando sentado.
CF: Tomamos lo real con gratuidad. Incluso consideramos reales las apariencias. La sorpresa está en indagar aquello que semeja presente y dado y encontrar que puede ser rico, tenebroso, detestable o fascinante.
Cuénteme un poco de esas sus heridas de guerra…
RN: Haría falta un vino para eso. O será necesario que llegues a un capítulo donde hablo de ellas que se titula “El lento retorno a casa”. Para adelantarte algo, puedo decirte que cada viaje es una entrega a todo o nada, es salir de casa con las posibilidades de no regresar porque uno nunca sabe qué puede ocurrir. Desde pisar un cazabobo en Chapare o una mina antipersonas en la frontera chilena, o subirse en el vehículo equivocado en Chile o en el avión monomotor que es piloteado por un anciano.
Uno deja la piel en el lugar que se visita, se mete tanto en las historias de la gente que cuando regreso a casa, tengo que empezar de nuevo a conocer mis cosas y a mi gente, y que se vuelvan a acostumbrar ellos a mí.
¿El cronista se hace o es?
RN: El cronista es aquel que se sorprende como un niño, reportea como un adulto y escribe con la paciencia de un anciano. Para llegar a eso no sé si se nace o se es de nacimiento.
CF: Quizá la crónica es más antigua que la literatura, aunque yo la considero un género literario. El hombre en Lascaux, o en Altamira, hacía crónica de su entorno en las paredes, y también literatura en las formas y los colores. Y hasta cine, si se observan las secuencias de los pies de los bisontes simulando movimiento en el arte rupestre de la cueva de Chauvet.
En el prólogo del libro dice que está escrito desde dentro de la crónica pero también por encima, ¿Cómo es eso?
RN: Tiene varios sectores. Para escribir el libro, también tuvimos que sincerarnos. Escribir sobre los otros, pero también sobre el cronista que en este caso éramos nosotros. Y en ese sinceramiento uno encuentra de todo. Hay crónicas trabajas en tercera persona, en primera y en primerísima. Quien lea el libro por sus costuras, se dará cuenta que lo que se narra va más allá de lo que las palabras dicen.
¿Por qué publicar un libro juntos? ¿Qué tienen ambos en común?
RN: Una mañana con Claudio estábamos hablando de la crónica. Había salido la noticia de que Alfaguara de España iba a publicar una crónica mía en un libro de antología latinoamericana. Y Claudio me felicitó y ahí salió todo; hablar de los sueños y cuando nos dimos cuenta estábamos conversando de una pasión, de esa cosa que le pusieron el nombre de crónica, de libros y de viajes.
CF: La pasión por la crónica, por los cronistas norteamericanos. El resurgimiento de este género en Latinoamérica nos alentó. Roberto escribe crónica desde siempre, y mis textos de prensa, artículos se decían entonces, caen también dentro de tal costal.
¿Cuál de las crónicas es la que más los ha marcado?
RN: Algunas fueron difíciles en la etapa del reporteo, como la de ciudad oculta en Buenos Aires, pero otras, más en la etapa de la creación, del de sentarse a escribir. Incluso, hay otras a las que tuve la suerte de visitar varias veces el lugar de los hechos. Eso me pasó con el minero boliviano que quedó atrapado en la mina de Chile. Estuve cuando él estaba bajo tierra, durante su ascenso a la superficie y después cuando tuve que ir para convencerlo de traerlo a Bolivia para que reciba el premio a personaje del año. De las crónicas de Claudio, son varias las que me marcaron y sorprendieron, pienso en de “Bosnia Denver”, “El Cuervo, Jalisco”, por decir algunas, “De Putas y Chulos” y “Un chofer de Miami”, por citar algunas.
CF: Creo que he puesto en cada una de las mías el mismo énfasis. Unas me gustan más que otras. Tal vez “El Cuervo, Jalisco”, que publicó la revista trimestral de la Casa de las Américas. De las de Roberto me encantan la de Ciudad Juárez y la de las villas secretas de Buenos Aires.
¿Quiénes han sido sus referentes?
RN: Muchos de los referentes fueron periodistas, como Hemingway, Truman Capote, el maestro Gabo. Tom Wolfe, Gay Talese y sin duda las novelas de Roberto Bolaño, de Vargas Llosa, por citar solo algunos ejemplos. Los contemporáneos son una escuela valiosa, como Jon Lee Anderson, Leila Guerriero, Jocefina Licitra, Alberto Salcedo Ramos, Martín Caparrós, Juán Villoro, Juan Cristóbal Peña.
CF: En cuanto a crónica, para mí lo mejor es “Viaje sentimental”, de Viktor Shklovski. Kapuscinski, Jon Lee Anderson, Joe Bageant, Tom Wolfe, Guy Talese. De los nuevos, Caparrós y una pléyade de grandes cronistas de Chile, España, Argentina, Perú, México, Colombia. En Bolivia, Roberto Navia, Pablo Cingolani, Darwin Pinto, Wilson García Mérida, Ramón Rocha Monroy, y varios jóvenes.
En general, ¿cómo ven el mercado del libro en el país y en particular en esta Feria (la de Santa Cruz)? ¿Hay cosas nuevas que sorprendan? ¿Somos solemnes aún? ¿Nos animamos a lo nuevo?

RN: La Feria es como un momento excitante. La gente va porque la droga de los libros hace fuerzas. Encuentra a los autores y se topa con títulos que no siempre están a la mano durante el resto del año. Estando presentes en las presentaciones de libros y hurgando los estantes de las editoriales y de las librerías, uno se encuentra con algunas joyas, tanto a escritores nacionales como de afuera. ¿La solemnidad? Lamentablemente sí, está ahí, acechando como un puma. Pero bueno, es parte de nuestra casa-país donde vivimos. Por suerte existe, así, las irreverencias de un perro andante pueden hacerse sentir más en cada ladrido.
CF: La literatura boliviana siempre sorprende, y creo que va por buen camino para convertirse en un referente continental, primero, y luego mundial. Somos todavía demasiado solemnes, pero, a Dios gracias, crecen los irreverentes. Hay toda una nueva generación que ya no solo promete, cumple.
Fuente: Revista OH!