Narrativa y poesía en Bolivia: La escritura desde Santa Cruz de la Sierra. Parte 3/3
Por: Claudia Bowles Olhagaray
Los autores y la ciudad
La ciudad con todos sus conflictos y tensiones, nos habla a través de estos escritores. No se trata de que ésta sea una literatura referencial o del paisaje urbano. Más bien, de que el discurso proviene de sujetos que logran apropiarse de este espacio que – por inexistente o ajeno-, había estado fuera del alcance de la contemplación literaria. Los autores de esta selección, nos han permitido leernos como parte de esa ciudad, reconocernos en ella, tanto en textos que se engarzan voluntariamente en la tradición popular, (como es el caso de Oscar Barbery) como en otros que se valen de un lenguaje absolutamente libre, que transita por la frase personal, íntima, casi confesional como sucede con Gustavo Cárdenas o Aníbal Crespo. Más allá de sus actividades cotidianas, todos tienen el ‘oficio’ de la escritura como un componente esencial de sus vidas, no una labor complementaria. En todos se reconoce la importancia otorgada al lenguaje (como objeto, no más como mero instrumento) y al género con el que trabajan. El cuidado puesto en ellos se convierte en intensidad. Todos intentan alcanzar una voz propia.
Oscar Barbery Suárez, en los textos de su Cancionero que aquí se incluyen, refresca, renueva a la canción popular. El poema/canción se reconfigura estéticamente, pues se prescinde del ‘color local’ que se manifestaba en un léxico ‘típico’ y un tratamiento muy sencillo del poema mismo. Aunque recorre los ejes temáticos de la tradicional canción folclórica, le incorpora la sensibilidad compleja del hombre de hoy, y desde allí reinterpreta una realidad usualmente caracterizada con extrema superficialidad. Así, ‘El Palmar’ deja de ser un espacio para la serenata amorosa o la anécdota pueblerina, y se convierte en el pretexto para la reflexión sobre la existencia y el sueño, la realidad y su imagen. Negro Diablo parece solo reincidir en el viejo tópico de los amores imposibles por la diferencia de clase o color, pero es inevitable encontrar una tenue crítica a las rígidas estructuras sociales todavía vigentes en la actualidad. Recordemos que Barbery es también creador de una tira cómica, “El Duende y su camarilla”, cuyos personajes ironizan a diario sobre la realidad sociopolítica de la ciudad y el país.
Gustavo Cárdenas, narrador y poeta de gran sensibilidad lírica, transmite las mismas preocupaciones en sus relatos como en sus poemas. Sus cuentos no tienen una naturaleza estrictamente narrativa: es una manifestación intensamente emotiva de sus búsquedas poéticas, la palabra precisa y expresiva, la construcción metafórica y la imagen como únicos recursos literarios. De Desapariencias, (cuentos, 1998) dijimos ya que nos ha permitido leernos como ciudad, desde aparentes lugares que, como espejos, reflejan los arrabales del desquicio; el autor transita por la frase personal, libre, íntima con un lenguaje que traspone lo ambiguos límites del decir y el nombrar. Andamios, por otro lado, sigue la línea poética de Las hojas de la madera, aunque evidencia un proceso evolutivo marcado por la economía en el lenguaje. Los poemas de Andamios se caracterizan por la precisión, lo que este poeta busca es la palabra sin adornos ni florilegios”, opina Ma. Pía Franco. La poesía de Gustavo Cárdenas es un pretexto caprichoso de quien anda por el aire aferrado a una letra, que le permite seguir en lo alto, mirando como un pájaro de breves vuelos, de andamio en andamio, persiguiendo lo imposible: una palabra que lo diga todo.
Homero Carvalho, ha abordado en sus cuentos y novelas, reunidos en varios volúmenes, asuntos donde también se destaca el humor con que opta por referir su concepción de las cosas. En dos de sus novelas, Memoria de los Espejos y Santo Vituperio nos confronta a tópicos ahora familiares en la actualidad literaria: el de el mundo o mundillo de los intelectuales, y el de las mitologías urbanas: espacios urbanos, (los cafecitos), belleza, riqueza, poder, religión y moral, junto a acontecimientos detectivescos, y un imaginario atemporal le permiten elaborar una novela con el color del discurso de crítica social: después de todo, entroncándose en la centenaria tradición costumbrista, también aparecen las ‘damas de sociedad’ de otros autores (A. Flores), pero convertidas en jóvenes modernas y elegantes; las autoridades, igualmente parodiadas; aparecen las prostitutas, con Inés de las Muñecas, para recrear el imaginario religioso popular. En esta ocasión, sus brevísimos cuentos son un amplio y variado cuadro de homenaje a los personajes, tópicos, temas, de todos los espacios y tiempos que lo han apasionado. Como un gran fresco, en cada pequeño relato, se refiere a cada uno de ellos, y de la mano de la brevedad y el humor, nos ofrece esta suerte de confesión de sus pasiones, con la que intenta compartir una mirada total de la realidad una vez más parodiada.
Muchos son los sentidos o funciones, con los que los poetas han hecho poesía en nuestro país. La búsqueda, a través de la escritura, del sí mismo, es uno de esos sentidos. En este caso concreto, el de Aníbal Crespo, el fenómeno es sensiblemente perceptible. Es un escritor que asume su escritura como camino de apertura hacia el ser interior, su propio ser. Es, como se ha dicho en algunas críticas previas, una poesía de tono individualista, y aunque esto parecería un pecado de nuestros tiempos, el autor opta, ya cansado del “mundanal ruido” por la palabra ‘silenciosa’, casi un susurro para sí mismo, que pudiendo hablar de todo, prefiere el amor, el destino, la existencia, el ser y el existir a través de la palabra. Tal como tienen en los poemas elegidos, el poeta dice: Escribir estos signos, estas letras, que son mi identidad secreta, mi armadura y también la puerta de mi alma.
Por otro lado, existen poemas que nos deleitan, que nos enamoran, que nos permiten unos segundos de ilusión ante la precariedad de la vida. Este no es el caso. Gary Daher, en un acto de sinceramiento, nos entrega a todos los que alguna vez hemos querido construir algo con las palabras: el insoportable dolor del silencio. “El lenguaje me limita” dice en los primeros versos de Oruga Interior. Y si lo más sagrado que hemos tenido es el lenguaje, si por siglos le hemos depositado la certeza de la comunicación, y ahora éste nos limita, ¿qué nos queda? Ya ni el amor es posible, sólo el silencio. Las palabras son inútiles, dice más allá, sólo la música penetra; pero, eso sí, no con la suavidad con la que podríamos esperanzadamente creer: taladra, corta, araña. El alma apenas acierta a proferir azarosamente una o dos frases verdaderas, que no son sino extravíos de los demonios interiores. Aunque por instantes sentimos una dureza violenta, agresiva, en estas palabras, a medida que avanzamos en el poemario, confirmamos que la intensidad no va a ceder. Es una tromba la que envuelve al poeta, y su palabra apenas una tabla de salvación provisoria. Pero en ‘Actos’ por ej., hace del acto amoroso un lento relato lírico, de un suave erotismo.
La intertextualidad, la reconstrucción de personajes, las alusiones literarias, la invención de mundos fantásticos, el relato lúdico, son algunos de los ingredientes de la narrativa de Emilio Martínez. Confeso no-lector de novelas, sus cuentos son producto de de dos pasiones aparentemente obvias: la lectura, de donde extrae, distorsiona, moldea, personajes o escenarios; y por supuesto la propia escritura. Pasión en tanto que en los cuentos descubrimos una cuidada elaboración de todos los niveles textuales. La palabra, los tiempos, los sujetos, las tramas, las sorpresas, nada está dejado al azar ni es producto de la desnuda inspiración; más bien diría, es un trabajo de laboratorio, laboratorio de experimentos en el que juega con las categorías literarias. Este es, uno de los aportes de Martínez, tanto en Macabria y otros cuentos, uno de sus primeros volúmenes de cuentos, como los que aquí aparecen. La desmitificación de lo académico, la parodia de los sistemas de valores, de los cánones literarios y culturales, son la fórmula que ha encontrado Martínez para romper el acartonamiento de la realidad y de la escritura con la que a ella se refiere.
Una de las más jóvenes escritoras de este grupo, Giovanna Rivero, se adentra en lo más profundo del ser femenino, desgarradora y dolorosamente, con una escritura que no se puede calificar sino de brutal, por la agresividad con que las palabras osan llegar hasta el desprevenido lector. Desde Nombrando el eco, su primera obra narrativa editada, la escritura de Giovanna Rivero ha tenido algunas constantes, rasgos, que in crescendo, han dado en lo que considero un momento significativo dentro de su proceso, de la evolución de su escritura. Porque quien quiera que tenga la escritura como un elemento vital de su existencia, lo busca así, consciente y consecuentemente. Ya dijimos antes que una voz provocadora, irritante, molestosa, corrosiva. Pero en Sangre Dulce (último libro de cuentos) se llega a provocar ese efecto, no sólo por las historias que se cuentan sino fundamentalmente por algunos elementos que hacen a lo lingüístico, al manejo del género, y al dominio de las técnicas narrativas. Las tramas, las historias crueles y durísimas historias contadas nos conmueven las fibras más profundas, los sentidos reaccionan, sentimos dolor, tristeza probablemente hasta rechazo ante un texto que nos tira a la cara una realidad que está ahí, muy junto a nosotros, y a la que pasamos de largo, negamos, en fin. Las urgencias más cotidianas, la reacción insospechada de una perra domesticada en un gesto que parece una epifanía, una intervención divina en el cuento Ladrando Bajito (por cierto de extrema dureza), el amor con todos sus caprichos: una multiplicidad de sensaciones encontradas y contradictorias, que nos mueven la estantería, nos enfrentamos a nuestros prejuicios, a nuestras convenciones, una de ellas, particularmente fuerte en el mundo femenino, el de ver contada nuestra vida en el papel. La podemos vivir, la podemos sobrevivir, (por supuesto la ocultamos, la negamos, etc.) pero no la resistimos escrita. Y es que una vez escrita, la realidad cobra otra dimensión. Y al lector, así quiera soslayarlo, le tocará verse en la palabra escrita. Como quien se mira en un espejo, pero ojo, que esto no se entienda como una escritura que refleja a la realidad. No es así.
Centa Reck, con un lenguaje descontraído, descontrolado, irreflexivo (en el sentido de que parecería no ser producto de la reflexión) logra salir de una tarea pendiente con su contexto local, el de Por la otra Ventana, para arremeter con intensidad en la profundidad sicológica de esta ciudad moderna. El desquiciamiento, la enajenación, parecen ser ingrediente obligatorio para construir la historia de Zona Rosa. La rebeldía, el tomar la palabra por la fuerza como gesto de liberación de mujer, es claro en varios de los escritos de Centa Reck. Los temas y sus personajes, son los que esta actitud imprime: la sexualidad en todas sus formas, la muerte, la libertad, la infidelidad, el mundo de lo onírico (que de hecho revela por sí solo un infinito abanico de represiones) y, muy importante, el discurso escindido de las mujeres carentes. En el caso de la Zona Rosa, un triángulo amoroso es el eje narrativo central de la trama. Todo ese discurso disparado por la autora, es un escape, una salida, a la inacción, a la indiferencia que, a hombre y mujeres, mantuvo callados por varias décadas y que en los últimos quince años del siglo que se fue, tímidamente empezó a nacer. Detrás de todo ese discurso, que no puede ser callado, quedan los rastros del desquiciamiento que hemos bordeado como sociedad.
Las mujeres han logrado romper el mandato patriarcal, “el mandato del amo que nos destinaba a seguir brindando circo y satisfacción, ahora presentadas en forma de confites, o de un turrón literario”. De esta forma actúa Claudia Peña Claros, en su poesía y su narrativa. Se rompe el velo para entrar en el discurso, se apodera de él, y bordea el erotismo, la seducción, con una postura entre inocente e ingenua. Aunque en este relato también retoma una modalidad discursiva vinculada a lo rural y a la manera convencional de concebir los afectos, su poesía es reconocida por la firme y decida intención de acercarse a las emociones y sensaciones más ocultas de la mujer contemporánea, develando, como decíamos antes, los miedos y los deseos más ocultos.
Ya hemos anticipado antes, que cierta línea de poesía es de tono muy intimista en lo conceptual, y que persigue las formas breves. Ese es el caso de Gigia Talarico. Muy reconocida por los lectores por su incursión en la literatura infantil, desde hace unos años tornó la mirada hacia su propio interior. Pero no es esta la escritura de una mujer en particular: ella condensa y contiene las voces de quienes han transitado por el dolor de la partida, el dolor del cuerpo fracturado, lastimado por la ausencia del ser amado. Mi cuerpo está tibio y desnudo/ y flores brotan salvajes /de mis montes/ hay un río que bulle muy dentro. Tal la enunciación del deseo de mujer, salvaje y solitario.
Consideraciones finales
Creemos que hoy, más que nunca, el carácter sinecdóquico y develador de la literatura cruceña, propone una contemplación de las realidades históricas y sociales desgajadas de su temporalidad concreta, es decir, transitoria. Aunque la ciencia continúe organizando el mundo en categorías, la cotidianeidad nos invite al silencio, la parodia política nos lleve a la abulia comunicativa, llegará la poesía y nos hablará de relaciones diferentes. La narrativa continuará buscando describir y edificar la totalidad secreta de la vida, incorporando coherencia y sentido la existencia del hombre. Y tras mucho leer y escribir, allí estará, al final del laberinto, cuando terminemos de despertar a este nuevo siglo, la Santa Cruz de siempre y la de hoy.
(Fuente: Revista PROA)
11/15/2007 por Marcelo Paz Soldan