Montero púrpura
Por: Alba Balderrama
Montero es una población intermedia, “muy progresista”, como dice orgullosamente la página web del Gobierno Autónomo de Santa Cruz acerca de esta provincia-ciudad. Una city con bancos, haciendas, negocios azucareros, palmeras y plazas. Primero se llamó San Ramón de la Víbora, un pueblo de paso a ciudades donde hay trabajo de verdad. En Montero no hay, not yet. Montero se llamó Montero recién en 1912, en honor al Coronel Marceliano Montero. Para Giovanna Rivero, hija de esas tierras, Montero se llama Therox y “Marceliano, sordo, ciego y mudo, permanece montado en un caballo que relincha eternamente, con los cascos desesperados”. Therox es un pueblo-isla del que hay que irse rapidingo antes de que la selva lo pudra y estrangule todo, hasta la palabra. Para los que se fueron a estudiar a Brasil o Argentina y volvieron de vacaciones o de paso, Therox se llama el Culo del Mundo.
Es now or never. Del Culo del Mundo es que Genoveva, el personaje de la tercera novela de la escritora Giovanna Rivero, 98 Segundos sin sombra, quiere irse con unas ganas punk. Dejar Therox, dejar a su madre zombie, a su padre y su tristeza inútil, dejar su propia sombra porque “la sombra es destructiva”, irse para ser otra, porque lo que se ve, lo real, la está matando. 98 Segundos sin sombra está narrada en primera persona por Genoveva, una joven a punto de terminar un colegio de monjas opresoras junto a una única amiga, Inés, que también quiere irse. Genoveva lee por obligación el Diario de Ana Frank, por placer la Revista Duda lo increíble es la verdad y por conveniencia y curiosidad la revista que anuncia el Reino de Jehová, La Atalaya. Vive con una abuela que la inicia en las artes del vudú y que se gana la vida rezando el rosario en los velorios, un padre izquierdista que ha dejado su alma en la selva con los guerrilleros y una madre hermosa, que al tener a su hijo Nacho un poco deforme, un poco retrasado, empieza a divagar dentro de ella misma. El telón de fondo de la historia se mueve entre las deformidades que los 80 impusieron en el pueblo: chicos con el tabique destrozado por la pichicata, padres que se dedican como único trabajo al “negocio”, hijas que quieren ser Madonna con sus peinados tiesos logrados a plan del spray para pelo Aqua Net Azul y que ponen en práctica la letra de “Like a Virgin” en los recreos y el paso irrepetible del cometa Halley anunciando la llegada del hermanito amado de Genoveva y el éxodo cósmico que tanto espera. Como para salir corriendo de los 80.
Genoveva narra ese mundo impune y descompuesto con una voz inocente, cándida y cruel. A modo de un juego adolescente para pasar el tiempo o imprimirlo, pero también a modo de una cuenta regresiva, cuenta los segundos en que suceden las cosas trascendentes: 1 segundo, el tiempo en el que se levanta en el aire una piedrita que se patea camino a la escuela, 7 segundos en que las florecitas “Cerrateputa” se hacen un chuño apretado para que no las calcine el sol, 32 segundos en que su amiga Inés vomita lo recién comido porque ya sabe cómo “irse”, 98 segundos en que la sombra de uno se queda atrapada debajo de los zapatos, sin proyección, sin contaminación de la luz.
98 Segundos sin sombra es la historia del éxodo que Genoveva planea para irse lejos, tan lejos como a otro planeta, otra luna, Ganímides, por ejemplo. El plan de huida lo va escribiendo en un diario que las monjas del colegio le incitaron a llevar. Rivero, que actualmente reside en Florida, en los States, hace un ejercicio de memoria y retorna a Montero, al final de su infancia, a sus amigas, a su abuela, a sus lecturas. A aquello que dejó atrás para escribir, para estudiar Comunicación Social, en Santa Cruz primero, escritura en Iowa y Literatura Latinoamericana en Florida. En una entrevista que le hizo Juan Terranova, Giovanna se para en la frontera y lanza: “No se puede negar que los escritores (bolivianos) más jóvenes han aceptado que la mediterraneidad es no más un problema. Emigrar se plantea, entonces, como una opción muy tentadora para acortar caminos. Internet hace su parte, pero sucede que los circuitos de consagración se sofistican exquisitamente y si no estás ahí… (…) Además, no solo te vas buscando esas cercanías con los centros de visibilización, sino también ahora por motivos académicos, por necesidad de shockear nuestro largo provincianismo, por falta de oportunidades, esas cosas de siempre”. Tomarse en serio la escritura es también entrar en la órbita de un planeta más allá, inmenso. Orbitando está una de las pocas narradoras bolivianas de la actualidad y una de las voces de la narrativa boliviana más poderosas, aterradoras e íntimas.
¿Cómo irse?
Genoveva espera dejar pronto Therox. Ha convencido a un pastor de una iglesia que distribuye La Atalaya, el Maestro Hernán, para que la ayude. Parapetada en la palabra, la “palabra de Dios”, le ha hecho prometer. El texto que utiliza para acercarse al Hernán es una parte del Apocalipsis que habla de una lasciva, hermosa y cruel mujer, la mujer de Babilonia, vestida de una sospechosa esdrújula: púrpura. “La veía claringo, con una falda púrpura, rojísima, y un chal transparente escarlata, que según la teoría cromática del gauchito, es un colorado menos intenso, con dosis extra de violeta. (El gauchito usa la palabra “dosis” un millón de veces por día.) El chal dejaba ver sus senos, todo esto en mi imaginación, claro…”.
¿En qué irse?
Genoveva está convencida de que el viaje será en un ovni o algo así: “En la Revista Duda se los ve como dos platos hondos uno contra el otro, con muchas ventanitas y luces, chorros de luz azul derramándose por la base. El Maestro Hernán dice que esa es una idea preconcebida. Un ovni puede tener una forma familiar. Hay gente que ha viajado a Ganímedes a través del tronco de un árbol, dice. No hay que hacerse tanto lío con el ovni, es solo un medio de transporte. Lo que importa”. Pero para Rivero importa el medio de transporte que dispuso para Genoveva, el ovni al que la subiría para viajar infaliblemente siempre es la palabra. Como Genoveva, Rivero viaja desde el pantano que es Florida hasta Therox, y va dejando señales aquí y allá que anuncian la partida de Genoveva. Como luciérnagas que se desparraman en la hierba cerca del río, aquí y allá las palabras en la novela alumbran la salida exit. En el texto se mesclan y combinan, indistintamente, palabras familiares, ultra regionales y tropicales, como: mayaro, yeta, pujusó, radiecingo, colepeji, guasquearlo, arbolangos, solingo, con palabras del “lenguaje universal”, el inglés y la música: “Honestly is such a lonely Word… Honestly, guardo la esperanza de que Madre se harte un día, que decida finalmente dejar a papá y largarnos con Nacho a alguna parte”, o con palabras ceremoniales, que se repiten como mantras: “Figura umbrana aeris, foetor cadaverum viginti cubiculum aurarum veris volumina fumi putidi species generis veri, repito de todas maneras, por si de algo sirve”. Y sí sirve, las palabras ya hacen del cuerpo de Genoveva algo milagroso, valiente y poderoso listo para desaparecer.
La palabra, el vehículo para salir de Therox.
Genoveva empieza su viaje, su escapada, desde la primera página de la novela que culminará cuando salga de su casa como un ladrón en la noche para no volver más. Desde el principio, Giovanna le da las palabras. Puede que Genoveva no lo sepa pero confía en el poder de las palabras, de “la palabra”. En esa primera página dice: “…Por lo menos hace tres años que científicamente hablando ya no somos púberes, dice (Inés), y esa palabra me estruja el estómago. Púberes. Una esdrújula patética que comienza con ‘pu’. Inés sospecha de todo lo que comienza con ‘pu’: pus, puerta, puerca, puñado, puta”. Cómo “púrpura” que lo tiñe todo.
La palabra, el vehículo para regresar, como los que se fueron, al Culo del Mundo.
Giovanna, al escribir 98 segundos de sombra, vuelve a Montero. Las luces de las luciérnagas se alinean y ordenan formando para ella una pista de aterrizaje. La autora vuelve a sus niñas y jóvenes que están en otros de sus cuentos y novelas. Al cuerpo de una joven, a su vocabulario soez y sucio, a su pueblo contaminado, para reconciliar su propia partida, para reconciliarse con la niña Giovanna, la púber Giovanna que dejó cuando la devota amistad entre niñas la hacía sentir poderosa. “Nunca he podido sentirme tan poderosa como entonces”, le confiesa en su entrevista a Terranova.
Genoveva ha partido, con el Maestro Hernán y su hermanito retrasado. Lleva consigo lo necesario y sus palabras, en su diario. Diario que tendrá que ofrendarlo, quemarlo al llegar a la explanada. Debe arder para purificarse para no depender de nada, al menos eso dice el Maestro. Púber como es, sintiéndose aliviada de cortar el cordón umbilical con Therox, sabiéndose aún poderosa, atrevida como es e independientemente de lo que el Maestro Hernán y Giovanna Rivero esperan de ella, lo más seguro es que ese diario haya terminado en manos de alguno de nosotros y que Genoveva haya hecho, temeraria como siempre, lo que le dio la gana, anyway.
Fuente: La Ramona