Missing: Retrato de Familia
Por: Lourdes Saavedra
¿Cómo escribir sobre los fantasmas familiares sin salir lastimado? Tanto Paul Auster en “La Invención de la soledad” o Marcos Giralt Torrente en “Los seres felices”, convocan al pasado y la muerte del padre como materia prima fundamental de sus novelas. Alberto Fuguet en cambio en su novela Missing, no busca redimir al padre muerto, más bien realiza una cruzada intimista por encontrar a su tío Carlos, un antihéroe fracturado por el olvido y la desidia de sus familiares, no es un exiliado político, es un desarraigado de su familia, su idioma, del sistema y del amor. Léase bien este libro es parte de (una investigación) autobiográfica del mismo autor. Aquí se sigue la huella de un muerto viviente.
El uso de varios recursos literarios como la crónica, cartas, mails, entrevistas, la historia del mismo Carlos escrita como un poema largo, artículos de revistas, no puede entenderse como un aporte necesariamente innovador en la obra de Fuguet, ya en “Por favor Rebobinar” su segunda novela coquetea con estos recursos que en esta novela están bien engranados, no nos olvidemos que Fuguet a parte de escritor es director de cine, y siempre ha sido versátil en ambos géneros y en tener una propuesta fronteriza entre el guión, la crónica y la ficción. Missing demuestra un Fuguet más incisivo e intimista, no cometería el error de señalar que llegó a la madurez de su obra porque él mismo afirma que “uno nunca madura, solo envejece y mal”, pero logra desarrollar una historia tan cercana a la confesión pero a la vez contada con cierta distancia, casi imposible de lograr cuando uno empieza a narrar la psiconovela familiar.
Carlos es un universitario simpatizante de Allende en el año 1964 deja su natal Chile para vivir el “sueño americano” que no comparte su familia, logra irse a EE.UU llevando consigo la sombra de un padre castrante incapaz de expresar afecto alguno por sus hijos, heredero de una estirpe en decadencia, y un patriarca que detesta la sensibilidad de Carlos y que prefiere que sus hijos vayan a la Guerra del Vietnam para pagar el “sueño americano” que volver a Chile a vivir una vida sin privilegios económicos. En ese horizonte las pistas respecto a Carlos construyen un personaje enigmático y complejo en la primera parte de la novela la “oveja negra de la familia” el intelectual introvertido que tiene la afición de acostarse con las muchachas de servicio de barrios ricos de Chile, o el tío hippie que toca bongoes que le gusta la música folk la bebida y Las Vegas. El nudo central de su desaparición es una conversación telefónica con su padre enfermo de cáncer que le dice: “Deja de molestarnos, deja de existir. No existes para mí. Solo me has traído problemas. No queremos verte nunca. No me interesa que seas mi hijo”
En este mismo ritmo transcurren los demás capítulos que minuciosamente van alimentando la trama que como señala Vargas Llosa “el testimonio de un búsqueda casi policial de un oscuro personaje extraviado en la oceánica sociedad norteamericana” el capítulo The Echoes of his Mind vemos el punto de vista de Carlos, en verso y con cierta imparcialidad respecto a sus actos relata su llegada a EE.UU, sus intentos fallidos de vivir en pareja, su afición por la música y su posterior estadía en la cárcel. Lo paradójico de este capítulo es que Fuguet descubre que su tío no vive en cautiverio, ni es un exiliado político (como imagen demagógicamente explotada por otros escritores chilenos) tampoco fue asesinado por un arreglo de cuentas, está perdido porque no lo buscaron, nadie tuvo interés en saber que había ocurrido con él “Te puedes mover mucho cuando nada te ata, nada te ataja, estuve por todas partes, east-west, de aquí para allá (…) nadie me buscó no más, no estuve escondido, aterrado a la sombra me estuve moviendo, me desplacé por todas partes nunca pare. ¿Perdido? Nunca estuve perdido.
Fuguet evoca su adolescencia y la idealización de este antihéroe cuando en sus vacaciones comparte unos tragos con él en Encino California y que de alguna manera marcan la búsqueda del tío perdido en cuentos como “No hay nadie allá afuera” de su primer libro “Sobredosis”, tal vez Miguel es el alter ego de Carlos, ambos no dejan de deambular por la orilla oscura de los recuerdos de Fuguet, también cuando lo cita en “Las películas de mi vida”. Tal vez cuando uno escribe un libro de alguna manera se repite, crea sagas, se exorciza, se construye un muro protector del oficio de la soledad, escribir, huir, desaparecer.
Leer a Fuguet siempre fue un aprendizaje, recuerdo que en 1998 en un Encuentro Iberoamericano de Escritores de la Fundación Patiño, llegó a presentar una de las mejores ponencias, entre tareas postergadas y ganas de tomar vino gratis, al momento que lo escuché algo cambió, creo que Sobredosis fue uno de los primeros libros no truchos que compré, más por ese impulso adolescente de tener un libro autografiado. Cuando me acerqué a él temblé un poco, respiré y me preguntó si había visto el remake de Romeo y Julieta, le dije la banda sonora y la historia son buenas, el sonrió; abrió mi libro con fuerza, sin querer rompió la tapa y me dijo que buena onda! Después conocí a Matías Vicuña, me interné en la crónica roja de “Tinta Roja”, me identifiqué con sus personajes de “Por favor rebobinar” y me refugié en “Missing”.
Hace algunos meses cuando escuchaba con tedio una conversación literaria en los pasillos de un centro cultural que parecía un mal programa de farándula, alguien habló de Fuguet, oculté mi sonrisa, protegí mi complicidad, tenía que llegar temprano a mi casa porque aun no me acostumbraba a entender el vacío que dejó mi tía muerta, el proceso de la búsqueda de un familiar crea el efecto del miembro fantasma ya que no está allí, pero aún lo sientes presente. Lo que queda son historias que tienen que salir a la luz, aunque los que nos rodean a veces no desean ser personajes de nuestras ficciones verdaderas. Cuando Carlos Fuguet leyó el manuscrito de su sobrino, para su sorpresa respondió que estaba emocionado por la próxima publicación del libro “Nadie me conoce, y yo no me arrepiento y agregó: lo que más me da vergüenza es haber robado e ido a la cárcel, pero ya pagué. Estoy impresionado, tengo que agradecerte, esto es un gran regalo, ahora me entiendo, ahora tengo una historia.”
Fuente: bosquemocional.blogspot.com/