MARIO RÍOS: IMPRESCINDIBLE
Cecilia Romero
Desde esta distancia, no puedo evitar viajar con la mente a la ciudad a 3600 metros y recorrer el mismo camino que llevaba a la casa de Mario Ríos Gastelú (Oruro, 1931). Ser recibida por la sonrisa abierta de un inolvidable ser humano en ese vasto espacio de libros, sinfonías y ópera, además de una pinacoteca con los grandes del arte boliviano descansando en todas las paredes, pero, sobre todo, de la calidez de un padre, abuelo, amigo y hermano. Un hombre que marcó y seguirá marcando el decurso del periodismo y la cultura en nuestro país, con ese toque que tienen los inolvidables, aquellos que cumplen una vocación y lo hacen sin esperar más que cumplir un destino para el cual se ha venido a este mundo, haciendo real aquello que James Joyce afirmaba: “La humildad es la virtud más hermosa que podemos desarrollar”.
Hablar con Mario, era escuchar la historia viva del periodismo nacional, desde su inicial incursión en Radio Illimani y la irradiación de su vocación como escritor en periódicos como Presencia o Última Hora y también como creador del suplemento Puerta Abierta. Siendo Premio Nacional de Periodismo en 1992, y Premio Nacional de Cultura en 2013.
Era viajar con él a las latitudes que fueron suyas gracias a su inagotable pasión por el periodismo, era estar en la Plaza Roja en Moscú o en sus paseos por las calles de Bonn rumbo a la casa de Beethoven, su músico favorito.
Como escritor, ha dejado obras de profunda hondura intelectual y viveza figurativa como La sombra de Buicolizor, Volver en verso y el ensayo Creadores de luz, espacio y forma, entre otros. Como escritor, sus relatos y poemas dan fe de un testigo del mundo que tiene por vocación el oficio de viajar, un narrador que tiene el poder de iluminar lo cotidiano, porque Ríos permite que no se instale el olvido y deja testimonio de aquello que fue, pero se resignifica en sus palabras; una recuperación del sentido de los mundos que percibimos reales y también los fantásticos.
Recordar es volver a traer a Mario a una memoria que sigue viva, como su sonrisa tímida, la convicción de sus argumentos, la capacidad de transmitir con palabras un universo de experiencias, la sabiduría que dan los caminos recorridos. Por eso, a días de tu partida, nada más que desear que este sea un inmenso viaje Maestro y amigo y hacer mías esas palabras que se ajustan totalmente a su presencia y legado: «Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos. Pero los hay que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles» Bertolt Brecht.
Fuente: Ecdótica