María José Navia: “La literatura boliviana es de lo más maravilloso que está pasando en la literatura latinoamericana”
Entrevista a María José Navia
Por: Jorge Estevez
María José Navia es una escritora y académica nacida en Chile, autora de la novela SANT (2010) y de los libros de cuentos Las variaciones Dorothy (2013) e Instrucciones para ser feliz (2015). Su trabajo ha aparecido en antologías como Lenguas (2005), Junta de vecinas (2011), CL Fronteras de Chile (2012), entre otras. Su relato “Online” ganó el Premio del Público del Concurso Cosecha Eñe (España) el año 2011; escribe constantemente en el blog de reseñas de libros “Ticket de cambio”.
María José Navia se encuentra en La Paz, participó en las XII Jornadas Andinas de Literatura Latinoamericana (JALLA), actividad organizada por la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la UMSA, que comenzó el lunes 8 de agosto hasta el día viernes 12. El PD-PIEB pudo conversar con ella sobre su participación en JALLA donde ofreció una mirada sobre la literatura boliviana contemporánea, específicamente en torno a cuatro importantes autores jóvenes que actualmente escriben desde Estados Unidos.
– ¿Podrías comentarnos sobre tu ponencia “Ahora lo ves (ahora no lo ves). Fantasmagorías de la pertenencia en obras de cuatro escritores bolivianos: Rodrigo Hasbún, Maximiliano Barrientos, Liliana Colanzi y Giovanna Rivero”?
Mi trabajo era sobre cuatro escritores bolivianos que admiro mucho, especialmente cuatro libros de esos cuatro escritores bolivianos. Trabajé con Los afectos de Rodrigo Hasbún (2015), con La desaparición del paisaje de Maximiliano Barrientos (2016), con Para comerte mejor de Giovanna Rivero (2015) y La ola de Liliana Colanzi (2014). Soy muy fan, de todo corazón, de la literatura boliviana contemporánea. También de Edmundo Paz Soldán, Sebastián Antezana y otros más. Me interesa mucho poder hacer cruces sobre sus poéticas, las cosas que les interesan. Yo conocí sus obras cuando estaba estudiando el doctorado en Estados Unidos; conocí a Rodrigo Hasbún y a Giovanna Rivero.
Estábamos todos afuera y me sentí muy afín a esta tensión de querer contar cosas relacionadas con el propio país, en mi caso Chile, y ellos, Bolivia, y combinarlo con la experiencia que uno tiene afuera, donde entra en una cajita en la que somos todos llamados “latinos”, como si tuviéramos que tener que hablar de lo mismo. Creo que todos intentamos incluir lo boliviano y lo chileno en lo que estamos escribiendo. Al mismo tiempo intentamos también integrar lo estadounidense, que nos entra por todos lados, con la literatura, con los eventos culturales, con el cine, con las series. Me gusta mucho esa mezcla en todos estos escritores, que la veo muy interesante. Está esa tensión con Estados Unidos pero al mismo tiempo una voracidad, muy feroz, de querer rescatar lo boliviano, ya sea la tradición indígena, lo rural, incluso lo sobrenatural, la memoria histórica en el caso de Hasbún, que si bien trata personajes extranjeros, estos están en Bolivia y participan de procesos de la realidad política boliviana. Me gusta esa fricción que veo en esos cuatro autores. Es una temática que estoy comenzando a investigar para poder realizar después artículos académicos. Este fue un primer acercamiento. Me parece que la literatura boliviana actual está pasando por un momento muy importante. Se están ganando todos los premios, están siendo muy traducidos. Yo personalmente se lo recomiendo a todo el mundo. Espero que todos lean y conozcan la literatura boliviana porque no circulan tanto, excepto Edmundo Paz Soldán, que con la editorial Random House tiene más visibilidad, y quizás también Liliana Colanzi porque publicó en Chile. Mi intención es poder iluminar, aunque sea con un foquito, con una linternita muy pequeñita, para que alguien más lea. Me parece que la literatura boliviana es de lo más maravilloso que está pasando en la literatura latinoamericana en general.
– Además de está “fricción” que encuentras, el “escribir desde afuera”, ¿qué otros elementos te han motivado a estudiar a estos escritores bolivianos?
El amor -y no me refiero en el sentido romántico-. Yo llegué a ellos porque Edmundo Paz Soldán, que es un personaje muy generoso, me invitó a uno de los encuentros de escritores que organiza cada dos años en la Universidad de Cornell, donde participan los autores jóvenes que están circulando, que son muchos latinoamericanos que vimos una salida laboral en hacer un doctorado en el exterior. Muchos que nos hemos ido afuera, peruanos, chilenos, bolivianos, guatemaltecos. Edmundo Paz Soldán organizó estas jordanas y en una de esas oportunidades estaba Rodrigo Hasbún, Liliana Colanzi, Sebastían Antezana, y otros escritores peruanos y argentinos, y de otros lugares. Conocí a Rodrigo Hasbún y me cayó muy bien, quise leerlo, lo leí, reseñé sus obras. Fue una relación de amistad y generosidad. Edmundo Paz Soldán es un personaje muy generoso, lo comenté en mi ponencia. Es alguien muy importante, no solo en la literatura boliviana, sino para la literatura latinoamericana en general. Él está siempre muy al tanto, se preocupa de leer a escritores jóvenes y los menciona en sus columnas en los distintos medios en los que publica, el Boomeran(g), en La Tercera en Chile y en otros. Creo que uno conoce a Edmundo y te inyecta también esas ganas de seguir leyendo, esa voracidad de leerlo todo y de no quedarse con la lectura, sino de tratar de llevarla hacia afuera y conectar y decir “¡Hey! ¡Este libro es muy bueno! ¡Leámoslo!”.
– Hay una tradición bastante larga, desde antes de la Generación del Boom, de escritores latinoamericanos que se van a Europa y Estados Unidos. ¿Cómo ves tú como autora y académica el escribir desde afuera, y el retornar después a tu país?
Es una realidad extraña. Por una parte uno está afuera y hay mucho que se pierde. Al mismo tiempo uno gana bastante porque tienes libertad, no sientes que estás escribiendo algo y tienes que pensar en qué pasa si lo lee mi mamá, o qué pasa con el círculo cercano. Hay una libertad de estar afuera y poder leer otras cosas, poder absorber otras cosas y escribir otras cosas. También es una experiencia extraña porque es un desarraigo al mismo tiempo que es una situación de privilegio. Yo no viajé porque mi vida peligraba, ni mucho menos. Yo me gané una beca para ir a estudiar un doctorado a Estados Unidos, donde me pagaban un sueldo y me pagaban la salud. Es un sueldo pequeñito que no alcanza para mucho; uno está igual en una situación vulnerable, sin mucha gente a quién acudir. No es la experiencia del exiliado político, que es traumática y dolorosa, y después la vuelta tiene otra carga. Esto uno podía decir es muy light, pero que duele igual, y es un proceso delicado. Por eso a mí me conmueve mucho la novela de Maximiliano Barrientos, La desaparición del paisaje, con este personaje que vuelve y se encuentra con un desajuste, y molesta y es incómodo, y duele y ahora no calza. Y no, no es el fin del mundo, no es la gran tragedia, pero duele, y creo que tengo empatía con ese dolor.
– ¿Cómo ves tú, tanto en los libros que has analizado, como en tu propia escritura, la relación de la literatura de esta nueva generación de escritores y el público estadounidense? ¿Cuánto han trascendido las barreras de lo académico?
Hay instancias. Yo publiqué allá en una editorial neoyorquina llamada Sudaquia, que es una editorial de unos venezolanos que viven en Nueva York. Tienen un catálogo muy bueno que es muy útil. Lamentablemente no circulan en Chile y no estoy segura como es en Bolivia. En Estados Unidos hay un circuito que da visibilidad y que funcionaba particularmente alrededor de la editorial Sudaquia y de la librería McNally Jackson que organiza muchos eventos culturales latinoamericanos. Ahí circulan escritores jóvenes latinoamericanos. Ese es un foquito que yo conozco. Tal vez hay algo increíble en San Francisco de lo que yo no sé. No es que uno vaya al Barnes & Noble, una de las librerías más populares en Estados Unidos, y se encuentre con nuestros libros. Estamos en algunos lugares específicos, pero empieza a haber una tensión interesante con respecto a los libros traducidos al inglés. Hay un interés muy grande en esos libros.
– ¿Crees que exista una nueva escena, un nuevo movimiento que se esté generando a partir de estos escritores jóvenes que están en el exterior, especialmente en Estados Unidos, los escritores sobre los que has tratado en tu ponencia?
Yo creo que siempre hay nuevos comienzos dentro de una continuidad. Chispazos dentro de una corriente de energía que está siempre constante. Estos autores tienen mucha influencia de literatura norteamericana, por supuesto, pero también europea, también japonesa, y también mucha influencia de series de televisión; es un momento en que son muy importantes las películas, etc. Aún así no creo que sea algo totalmente nuevo, para nada.
– ¿Cómo ha influido en tu escritura estar en Estados Unidos?
Estados Unidos tiene una influencia muy grande. En Instrucciones para ser feliz hay mucho de personajes que están afuera y que intentan adaptarse construyendo ficciones a través de la tecnología. Es una gran influencia.
– ¿Haber estado en Bolivia ha influido en tus lecturas y estudios de autores bolivianos?
Siento que me falta conocer Bolivia. Vine en circunstancias muy particulares. El año pasado pasé de turista y aproveché de venir a la Feria del Libro en La Paz. No vi mucho más que eso. Ahora que vine a JALLA he estado más en conferencias. Eso sí, adoro el teleférico. Creo que se puede construir una historia de ciencia ficción con teleféricos en medio de las montañas y un paisaje impresionante. Vi un poquito, pero quiero ver más. De todas maneras para los autores de los que trato en la ponencia tal vez no necesitas tanto conocer el país. En sus textos hay mucho de ser extranjero, de estar afuera. Quizás hay algo. Hay una parte en la novela Los afectos donde uno de los personajes extranjeros que visita La Paz sale a caminar por las callecitas y siente que le late el corazón con fuerza. Me sentí muy representada con eso. Uno siente el corazón tan fuerte.
Fuente: pieb.com.bo/