Nombre y apellido: Marcelo Araúz
Por: Lupe Cajias
A pesar del frío, a pesar del viento, muchos nos juntamos aquel atardecer para escuchar los tonos de la música barroca que desplegarían en la iglesia paceña un trío inglés y un coro conformado por muchachas y muchachas provenientes de todo el país. Jóvenes que nos dan su energía entre avemarías y coplas enamoradas.
Desde otro punto del mundo, un estudiante boliviano comenta emocionado porque escuchó a los chicos de San Ignacio de Moxos en elegante templo de Barcelona. “Fui casi obligado, pensando que iba a ser aburrido, que la gente iría por obligación diplomática, que encontraría actitudes paternalistas de los primermundistas con los indígenas. Pronto me di cuenta que estaba equivocado, aplaudía de pie, entusiasmado.”
Decenas de testimonios de los espectadores que llegaron alguna vez al concierto de los chicos de Urubichá, de los del Plan Tres Mil. Al inicio todos tratan de esconder las lágrimas, los sollozos, hasta que se dan cuenta que la emoción es colectiva. Es música sublime que lleva al llanto, que toca lo más profundo de nuestra sensibilidad.
Pocas veces pensamos que detrás de ese privilegio, de esa oportunidad de ser absolutamente humano hecho por mano divina, hay un esfuerzo de personas, de instituciones, de seres que apuestan por la belleza a pesar de todo el ambiente complicado.
Y entre esa opción sobresale sobre todo un hombre, un cruceño, que tiene nombre y apellido: Marcelo Araúz.
El Festival de Música Barroca en los pueblos chiquitanos es cada vez más amplio. Pudimos escuchar a un grupo en la parroquia franciscana de Tarija, otros llegaron hasta San Pedro, hasta Obrajes, en La Paz.
En Santa Cruz, por esos días, el tema dominante era la votación del 4 de mayo. Para Marcelo y la gente de APAC era el festival. Lo realizaron sin dejarse vencer por los augurios de sangre y enfrentamiento.
Como muchos asuntos fueron distorsionados en aquellas fechas, algunos periodistas europeos llegaron a cubrir la nota política imaginando que encontrarían un pre Kosovo, un escenario con gente armada y violenta. Incluso algunas agencias enviaron a más de 10 periodistas, fotógrafos pensando en que la información trágica siempre vende primera plana.
Se encontraron con un ambiente diferente y uno decía, “había incluso un festival y ese mismo domingo la gente fue a escuchar música virreinal”.
También Marcelo ayuda a que veamos buen teatro, boliviano, latinoamericano, europeo.
Antes cooperó para las bibliotecas en todos los barrios; para que se desarrollen festivales de música oriental. A saltos entre su natal Santa Cruz y su amada La Paz, dedicó su trabajo, sus recursos, su creatividad a que más bolivianos gocen de la cultura.
Convencidos, desde la Fundación Cajías cogestionamos el premio Príncipe Klaus del Reino de los Países Bajos a semejante trayectoria.
Muchos otros reconocimientos se han sumado, incluso el Cóndor de los Andes. Ahora, el Concejo Municipal de su ciudad lo eligió como el cruceño más notable. Una nueva medalla para este soldado de la paz.
Nos sumamos a los aplausos felices que desde pueblos, naciones y reinos envían parabienes a Marcelo Araúz. Gente con su decoro explica la maravilla que es Bolivia.
Fuente: www.lostiempos.com