12/28/2015 por Marcelo Paz Soldan
"Madrid-Cochabamba (Cartografía del desastre)", de Pablo Cerezal y Claudio Ferrufino-Coqueugniot

"Madrid-Cochabamba (Cartografía del desastre)", de Pablo Cerezal y Claudio Ferrufino-Coqueugniot


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“Madrid-Cochabamba (Cartografía del desastre)”
Entrevista a Pablo Cerezal
Por: Emilio Lozada

De los alcoholes y de las viandas, del garito, del restorán y del cinematógrafo iniciático, de Miller a Umbral, de Dylan a Antonio Vega, de la Biblioteca de Alejandría a los libros de viejo del Paseo de Recoletos, estación de término soñada para su lúcida obra por el de Madrid, de las mujeres con las que se comparten cimas y asperezas y de las que amenizan soledades siempre que, como otrora aconteciese al glorioso antisanto boliviano, no se interponga en el trance un irresistible elepé de Neil Young & Crazy Horse, de las infancias que pasan casi sin olerlas y apenas dejan como testimonio los reumáticos huesos de una bicicleta, de la penca muerte, de los pencos muertos al relente o en los nichos, pero sobre todo de la penca vida, toneladas de vida hay en esta joya de libro, primero se vive y luego se escribe, es ley de leyes, nunca es al revés, ya nos lo dejó claro antes de los diecinueve el renacuajo de Charleville, cuánta vida y cuánta alta Literatura hay aquí, con Ele mayúscula, sí, Ele también de Libertad, Ele Libertaria, pura y bruta prosa esta, hermosa y desquiciada, de la que sólo se deja ver muy de vez en cuando a estas alturas del tinglado, Pablo y Claudio, Claudio y Pablo, Madrid-Cochabamba, Cochabamba-Madrid, obra de arte de primer nivel, vaya par de dos, Pablo, el poeta disfrazado de prosista, ya dio el aviso cuando tras enamorarse de y en Marruecos parió aquella maravilla de novela, Los cuadernos del Hafa, ahora en su parte de este libro, precisamente desde Cochabamba, es una larga historia, evoca melancólico sus correrías por aquel irrecuperable Madrid previo a la nefasta irrupción de Álvarez del Manzano y sus putrefactos acólitos, malditos sean por siempre, aunque no se hunde del todo, culebrea por los recovecos y da con el respiradero, en su búsqueda de una señal para la esperanza felizmente la halla en la sonrisa extranjera, se sale en «Razas del extrarradio», menuda oda mil leches, chico, chúpense ésa, víboras perladas de Madrid Norte, y qué decir de Claudio, el mago de la prosa histérica, prosa volcánica, que dice Pablo, es lo mismo, de muy joven incurre Norteamérica, pelea y compadrea a ritmo de rocanrol, marea la perdiz con urgencia beatnik, seduce y cata vicios, devora libros y escribe, afila sus bigotes de irreductible galo y lanza al mundo, entre otros tantos, El exilio voluntario, vaya artefacto, como cada uno de los que aquí nos suelta en formato corto, donde igual abofetea inmisericorde a los políticos que comen flores mientras reparten miserias como rememora perversos alivios a consta de la Deneuve previos a los días de chicha y rosas, Pablo y Claudio, Claudio y Pablo, Lou Reed los cría y ellos se juntan, otra larga historia, pero qué forma de escribir, qué barbaridad, lo hacen con un cuchillo entre los dientes, dejan tan alto el listón que ya es que ni con pértiga, y nada hay que recriminarles, son malos de los buenos, en pleno desastre se toparon con la penúltima botella, es un símil a medias, y para evitarnos posibles disgustos no dejaron que la viésemos ni medio vacía ni medio llena, la hicieron trizas, aunque, eso sí, antes se la bebieron toda.
Desde Madrid Pablo Cerezal me responde a unas preguntas acerca de este estupendo “desastre”.
Los textos que Claudio y tú publicáis en vuestros respectivos blogs con motivo de la muerte de Lou Reed propician el encuentro en la distancia. Se conoce que desde entonces establecéis una fluida relación epistolar, curiosamente tú, madrileño, desde Cochabamba; él, cochabambino, desde Denver, donde reside desde hace años. Al fin os conocéis en persona cuando Claudio viaja a su ciudad natal para asistir al funeral de su padre, momento que ambos reflejáis de forma épica y muy divertida en los epílogos de M-C. ¿En qué momento surge la idea del libro? ¿Quién la propone?
Sí, podemos asegurar que Lou Reed fue el detonante de una relación latente. El fallecimiento del poeta neoyorquino generó en ambos el mismo impulso, idéntica urgencia, y esa misma noche escribíamos al respecto en nuestros respectivos blogs. A partir de ahí comenzó esa relación epistolar que comentas y en la que no sólo hablábamos de música y literatura, sino también de nosotros mismos, de nuestros desvelos, nuestras pasiones, nuestras decepciones, nuestros traumas, nuestros itinerarios vitales… Y descubrimos que tenemos mucho en común. Y que lo que no tenemos en común, incluso nos fascina más. Y que lo que más nos une es la pasión por la vida a pie de calle, por la belleza que habita en el barro, por las pequeñas miserias que pueden llegar a ser gloriosas grandezas si se contemplan bajo el prisma adecuado. Todo muy Lou Reed, ya ves. Así que la idea de escribir algo juntos surge de manera natural, casi por ósmosis, podríamos decir, y al muy poco tiempo de iniciada la amistad. ¿Quién lo propone? Claudio se empeña en culparme a mí. Pero yo siempre le negaré, soy demasiado cobarde como para arrogarme tal osadía. Digamos que más que una propuesta fue una consecuencia. ¿Acaso un orgasmo lo provoca el cuerpo que devoramos, o es fruto de su unión con el propio? Porque este libro es eso: un orgasmo verbal fruto del coito feroz entre dos sensibilidades heridas. El resto sería puro onanismo.
A lo largo de todo el libro, y no sólo en el apartado “Músicas”, aparecen compositores e intérpretes de la talla de Neil Young, Bob Dylan, Tom Petty, el citado Lou Reed, Antonio Vega, etecé, etecé. ¿Hasta qué punto ha influido (creo que aquí puedes responder también por Claudio) en vuestra literatura la música pop?
Ya he explicado que fue la música lo que realmente nos unió, antes que la literatura. Yo vivía en Cochabamba, y me sorprendió conocer a un cochabambino que admirase a Lou Reed. Lamentablemente, la música que se escucha en Bolivia es, en el mejor de los casos, folclore desdibujado… y charcutería latina de radio fórmula mayormente. Por eso pensé que Claudio conocía a Lou Reed por vivir en EE.UU. Pero luego me explica que no es así, que a Reed, a Cohen, a Dylan, a Neil Young, etc. se los escuchaba en Cochabamba cuando él vivía allí, en su adolescencia. Eso ya me descubrió la primera conexión entre el pasado urbano de Claudio y el mío, en ese Madrid del que ya han quedado extirpadas para siempre las noches de música voraz y voracidad vital. Tanto Claudio como yo adolecemos de una insana curiosidad por los más diversos campos de la creación, y en la música coincidimos en gusto y, sobre todo, en pasión. En su literatura las referencias musicales son más transversales, pero son de manera ineludible. En mi caso la música marca cada uno de mis días y lo que de ellos hago o deshago, y siempre ha sido protagónica actriz de mis letras. Tal vez de ahí surja mi obsesión porque lo que escribo tenga cierta sonoridad o melodía. En el magnífico documental que ha dirigido José Ramón Da Cruz, inspirándose en Madrid-Cochabamba, queda más patente de lo que ahora pueda explicar la importancia de la música en nuestra literatura.
Viajaste a Cochabamba con tu mujer y con tu hijo para colaborar con una ONG cuyos verdaderos intereses pronto empiezas a poner en duda. Cuando confirmas tus malos augurios quieres salir de allá, pero el sistema te lo impide. En su blog y en sus colaboraciones en prensa Claudio no ceja en el empeño de desenmascarar a Evo Morales. ¿Qué le dirías a toda esa izquierda un tanto ingenua que desde la relativamente confortable Europa tiene a Evo y a sus próximos en un pedestal?
No estaría de más que los componentes de esa izquierda ingenua que mentas se dieran un paseo por Bolivia para conocer su realidad… sí, un paseo por el lado salvaje de la vida nunca está de más. Eso nos haría a todos menos infelices. Porque toda esa izquierda es la de las soflamas de fin de semana, la de las manifestaciones de cañas y tapas que ve la realidad por televisión, cómodamente instalada en el sofá del salón calefactado. A mí me duele Bolivia, no lo niego, pero no me dolerá jamás como pueda hacerlo a Claudio o cualquier otro boliviano. Yo sufrí un verdadero martirio allá, pero al fin y al cabo soy europeo y puedo salir, aunque sea expulsado. Puedo instalarme en otro lugar, tengo ese privilegio sin siquiera haberlo reclamado ni luchado por él. Pero ellos, los bolivianos, la mayoría no pueden salir, y los que lo hacen no son bien recibidos en casi ningún sitio. Así que es normal que a Claudio le duela más y se emplee a fondo en desenmascarar a este nuevo dictador que se disfraza de adalid de las libertades indígenas y el socialismo para mejor vivir la vida loca de prebendas y riquezas que antes de ser presidente le estaban negadas. Cualquiera con dos dedos de frente sabe que el principal activo de un sistema socialista ha de ser la educación. Pero, en Bolivia, la educación es ninguneada por el gobierno de Movimiento al Socialismo, de Evo Morales. Quizás, en inicio, sí, fue un movimiento al socialismo… pero se desviaron por el camino. Los textos de Claudio en el libro dan una visión de la realidad boliviana más veraz que la que nos llega por otros medios. Así que recomiendo su lectura a los integrantes de esa izquierda que comentamos. De esta manera se ahorran el viaje… y el trauma subsiguiente.
En tu parte del libro se vislumbra una profunda desazón por la deriva sociocultural de la que ha sido víctima Madrid en las dos últimas décadas. Desde que redactaste estos textos ha cambiado radicalmente de signo político el ayuntamiento, algo que seguramente no podías ni imaginar cuando estabas en ello. ¿Crees que hay visos de mejora al respecto? ¿Semejante estropicio es irreparable?
Ha cambiado radicalmente de signo vital. Al fin hay vida inteligente en el ayuntamiento de Madrid, y eso ya es mucho. Pero hace tiempo que la política dejó de ser maestría de inteligencias. A la política ya sólo se llega por mediocre, y sólo los más mediocres y serviles hacen carrera en política. Porque no son ellos quienes nos gobiernan, recuerda. Los mercados son los titiriteros de la sociedad moderna, y precisan títeres sumisos para mejor organizar la función. Lo de Madrid es especialmente doloroso, obsceno. Esta ciudad ha pasado de ser referente cultural y de apertura a lo ajeno, a mera punta de lanza de la España más rancia y casposa, hasta el punto de afectar a sus propios ciudadanos y convertirlos en autómatas programados para la individualidad y la indolencia. Antes, Madrid era una ciudad alegre. Hoy es una ciudad hostil. Lo único que alegra a sus ciudadanos es consumir en las miríadas de negocios sin alma que han transformado la misma arquitectura urbana hasta convertirla en una burla de lo que fue. Pero no seamos tan negativos. Aún quedan núcleos de resistencia ciudadana. En ellos se ha gestado este cambio de gobierno. Quién sabe si no se estará gestando en ellos, también, el cambio social que nos devuelva la alegría. Mientras tanto, por si acaso, espero haber podido rescatar, en el libro, ese Madrid de filo y nervio que tuvimos la suerte de vivir, algunos.
Al fin alguien reivindica sin cortapisas la literatura de Umbral. ¿Este país sabrá separar alguna vez el arte de la ideología, de la actitud…, incluso del aspecto físico del artista en cuestión?
La pregunta, creo, es si este país sabrá alguna vez admirar sin paliativos a alguien que triunfe por sus cualidades creativas, artísticas, científicas, intelectuales, y no sólo por el número de goles, poles y demás vacuidades. Caín nació en España, y la quijada de burro es el arma de destrucción masiva por excelencia de nuestro bendito país. Reivindico no sólo la literatura de Umbral, sino incluso su actitud de rock and roll star. Y es que un literato también tiene derecho a crearse su personaje. Porque si es excepcional debe serlo absolutamente, como proclamaba Rimbaud. Y Umbral era absolutamente excepcional. Lamentablemente, sigue siendo más recordado por su forma de estar en sociedad que por su literatura, que era su manera de estar en el mundo. A Umbral hay que leerlo para conocer a la persona detrás del personaje y, sobre todo, para descubrir que si la lengua española nació, fue para que genios como él pudiesen retorcerle el pescuezo hasta extirparle la última gota de sangre y esculpir con ella inmensos charcos de Belleza. El problema es que hablamos de literatura, y en España, más que leer, se consume, ya lo dije cuando hablaba de Madrid. Luego resulta que un tipo como Houellebecq, por ejemplo, es Dios, por muy papanatas que parezca, es un referente literario, ¡un genio! Será que viene de fuera. A Umbral se le respetará, en España, el día que alguien de afuera venga a decirnos que era un genio, como hubieron de hacer los franceses con Cervantes. Este año se cumplen 40 de la publicación de Mortal y Rosa, obra cumbre de la literatura, no ya nacional, sino mundial, y la noticia apenas ha ocupado las columnas de tres o cuatro literatos y periodistas sin miedo al desprestigio por proclamar la grandeza de un autor irrepetible… ¡con lo mucho que nos gustan las efemérides!
Por último, una curiosidad: ¿A qué tanta aversión por Pío Baroja?
Supongo que esta pregunta viene al hilo de la referencia que hago en un capítulo del libro en que decido transformar a Baroja en metáfora de lo cotidiano, para remarcar lo mucho que yo huía de ello en los tiempos que narro en dicho capítulo. Pero no me provoca ninguna aversión Baroja. Al contrario, la aversión me la provoca mi voluntario desconocimiento de su obra. Al fin y al cabo, yo también fui educado en este país, y cuando, en la escuela, me obligaron a leer a Baroja, yo andaba enredado con los surrealistas, Céline, Henry Miller, y sus largos párrafos de verbo sincopado y profuso. La economía expresiva de Baroja me supo a poco, supongo, en aquel tiempo, y luego la vida me llevó por otros derroteros, de manera que nunca presté a su obra la atención que merece. Asignatura pendiente.
Fuente: lecoqenfer.blogspot.com/