Luminiscencia de Melissa Sauma
Por: Mariana Ruiz Romero
Este poemario obtuvo el VIII Premio Nacional “Escritores Noveles” patrocinado por la Cámara Departamental de Santa Cruz.
Melissa Sauma está llena de poesía. Su impulso artístico la lleva a transitar por la fotografía, la danza y la literatura. Parte del taller permanente de narrativa a cargo de Maximiliano Barrientos y de ese grupo tan especial de poesía: “Llamarada verde” -impulsado por Gabriel Chávez Casazola-. Melissa trabaja por y para el lenguaje. Sus poemas destilan un manejo magnífico del español, un trabajo delicado y sutil con las emociones, y un gran conocimiento de sí misma.
Capaz de transmitir nostalgia y alegría a la vez, gracias a su notable percepción; Melissa nos muestra que todo lo que la rodea toma un brillo especial, y que sus recuerdos a veces pueden ser tan poderosos como para desear salirse de sí misma:
He sido tantas veces la misma
que hoy quiero ser otra
desvestirme de mí
despojarme
de todos los adjetivos
vaciarme de todos los nombres
que sobre mí han caído
los que me dijeron
y los que me dije”
(Cíclica).
De impronta universal, sus poemas nos hablan de añoranzas antiguas y deseos presentes a lo largo de todas las edades. Las ausencias, la muerte, la imposibilidad de describir la belleza, todo suma en cada verso:
Serás para mí la larga ausencia de una ausencia
seré para ti la espuma de un mar que se disuelve
(Definitiva).
También hay momentos cotidianos, que se conservan como mariposas debajo de un vidrio:
pienso en una nueva peca en el dorso de la mano
en el toborochi que amaneció hoy
cargado de presagios amarillos
en el olor de la ropa que se guarda
en la parte más alta del armario
en un beso seco
(Veintiuno).
De alguna manera, Sauma resuena conmigo, tal vez porque somos de la misma generación. La poesía es imprescindible, y no sabemos cuánta falta nos hace, hasta que nos encontramos con un poema que nos habla, que dice lo que no atinábamos a decir, pero que habitaba dentro de nosotros.
Más importante aún, me alegra que esa misma capacidad, esa transmisión de sentimientos a través de la palabra y de las imágenes que con ella se invocan, tenga su recepción en chicos y chicas de secundaria. Hay una especie de vacío, una transición inacabada, entre los versos y rimas habituales de la niñez y el camino hacia la poesía universal. El único arte que rompe esa barrera invisible es la música, con sus letras que a veces inspiran y muchas veces resuenan. Cuando pasamos a los ritmos, y estos cobran importancia sobre lo que dicen las letras (y hay miles de canciones en los micros y taxis de nuestras ciudades que tristemente se reducen sólo a eso), es ahí cuando nuevamente perdemos el rumbo, y el placer de leer poemas se nos niega para siempre.
Este libro viene a remediar eso, se constituye en puente y en llamado, y le agradezco a Melissa por ello.
Reminiscencia
Por Melissa Sauma
Exploro antiguas aguas
busco el primer fuego.
La infancia,
esa casa poblada de fantasmas;
el patio de mi abuela,
la tierra, los árboles de los que estoy hecha.
La guayaba que se estrella contra un mosaico rojo a media tarde,
las tardes en que observé pasar la vida desde una vereda.
Y me engaño creyendo que mis manos se hicieron para narrar el mundo.
Escribo, es cierto,
hay tanto que quiero nombrar y que no puedo;
tanta vida escurriéndose en mis manos,
tanta sombra ondeando mis cabellos,
tantas palabras suspendidas en el aire
-minúsculas partículas de polvo
iluminadas por la luz de una ventana-
que debo sacudirme de ellas
como quien se sacude de la piel la última capa.
Y miento
si digo que es la piedra, la montaña, el mar, el río,
los pájaros alzando vuelo, las esquinas de una casa,
el rostro de mi abuela, sus múltiples fantasmas
los que hoy
me piden ser contados.
Hay tanto que quiero nombrar y que no puedo.
Escribo, es cierto.
Del otro lado está la muerte,
levitando.