Los vencidos del Chaco de Claudio Cortez
Por: Freddy Zárate
Finalizado el conflicto bélico con el Paraguay (1932-1935), el ambiente sociopolítico tuvo un aire cargado de susceptibilidades, sensibilidades y sobre todo denuncias al mando militar y civil. Las protestas de la prensa, los partidos políticos, y el sector intelectual que cuestionaba la desastrosa campaña castrense fueron acalladas por la dictadura militar de David Toro, Germán Busch y Carlos Quintanilla.
Uno de los aspectos llamativos que instauró el Ejército boliviano a través del Estado Mayor General fue la creación del Departamento de Censura. Este departamento cumplía la función de revisar todo lo que se decía del conflicto bélico. Las visiones de carácter crítico al Chaco fueron divulgadas en el extranjero como fue el caso de Porfirio Díaz Machicao (1909-1981), quien escribió “Los invencibles en la Guerra del Chaco” (Buenos Aires, 1936), entre otros.
“Esclavos y vencidos”
El fecundo narrador Claudio Cortez A. (1908-1954) publicó la novela “Esclavos y vencidos”. No registra año de aparición, pero al inicio del libro el autor dedica unas líneas al dictador suicida: “A la memoria del que fue presidente de la República y jefe supremo de los excombatientes del Chaco Tcnl. Germán Busch”. Probablemente “Esclavos y vencidos” apareció en 1939.
Claudio Cortez cultivó el género literario de la novela para evitar represalias y censura a sus escritos. Sus vivencias existenciales en las arenas del Chaco están recreadas en sus dos anteriores novelas: “Entre sangre y fuego” (s.f.) y “Los avitaminosos” (1936).
El propósito de Cortez fue exteriorizar sus impresiones profundamente vividas, y todas, saturadas de dolor, miseria y pequeñas grandezas del alma de un pueblo que fue a enfrentarse a un enemigo extraño y a una geografía inhóspita: “Mi intención, no es otra cosa que la de demostrarle lo que no ha visto en la Guerra del Chaco, aun habiendo actuado en ella, y explicar en forma novelada lo que fue esa carnicería con sus pequeñas glorias, con la heroicidad absurda y el sacrificio inútil de los patriotas de corazón (…). En estas páginas encontrarán sentimiento y la expresión de un soldado que ha luchado en los campos de batalla, y ha vertido amargas lágrimas”, enfatiza Cortez.
La novela “Esclavos y vencidos” es la descripción de una guerra inútil donde afloraron todas sus taras, sus prejuicios y aspectos discriminatorios de la sociedad boliviana de la década de los treinta.
Claudio Cortez inicia el relato con las lágrimas y desesperanzas de una madre de origen aymara que busca los restos de su hijo que fue a la guerra. Nadie le da explicación alguna. Algunos la miran con compasión y otros con desdén. Nadie la entendía o no querían entenderle. Los funcionarios públicos (pagaduría de guerra) la alejaron del lugar porque dificultaba el paso de los blancos y mestizos: “Taciturna con los ojos cegados por el llanto de todos los días salió a la calle y se perdió entre otras indias que también lloraban como ella, por el esposo, por el hijo desaparecido o muerto en los campos de batalla”. Todos los días la mujer se aparecía en las oficinas para preguntar: “¿Dónde está mi hijo?”. Al ser un fastidio, uno de los empleados le menciona que para tener cualquier información debe hacerlo mediante un memorial: “Aquello de presentar escritos es lo más atroz que podía pedírsele. ¿Quién se los haría? Un abogado. ¿Cuánto le cobraría? Dios sabe. ¿Y ella como pagaría eso?”. Estas preguntas no lograron claudicar el anhelo de saber el paradero de Jancko Mallcu. Hasta el día de su muerte, la anciana madre no supo nada de su hijo.
Jancko Mallcu
El personaje que siente los avatares del Chaco es Jancko Mallcu. Un joven de 18 años, reclutado en el Destacamento 40 de Infantería el 22 de octubre de 1932. A través de Mallcu el escritor Claudio Cortez recrea la vida íntima de muchos soldados aymaras, mestizos y blancos.
Las pláticas de la gran masa de conscriptos indígenas era ante todo preguntarse entre sí: “-¿Y cómo será la guerra? /-dicen que tenemos que morir/ -Y nuestros hijos, y nuestras mujeres /-¿Y por qué vamos al Chaco? / -¿Y dónde es el Chaco?”.
El punto de concentración en La Paz fue la Estación Central. La banda de música llenaba el aire de acordes de civismo: “Eran tantos y los más eran como Jancko Mallcu: con sombrero grande y duro, de lana de oveja, con sus atadillos y ponchos a la espalda (…). ¡Que hombres! Todos de tez bronceada, con la expresión asustadiza, emocionados, moviéndose torpemente en esas filas”. Los guardias exigieron a todos que vitorearan consignas enseñadas por estos: “-¡Viva Bolivia! / -¡Viva la guerra! / -¡Abajo el Paraguay! / -¡Viva el Chaco Boreal!”.
Como muestra de grandeza organizaron un desfile hasta el cuartel de Miraflores. En instalaciones del cuartel, el mando de oficiales rindió discursos patrióticos: “Vosotros soldados voluntarios, animados por el fervor patriótico que os ha impulsado a presentaros, asistiréis a la contienda a la que hemos sido arrastrados por la ambición de un enemigo que detenta nuestro territorio…”. Los moradores de la urbe paceña aplaudían al jefe militar, mientras los soldados aymaras se miraban a los ojos con extrañeza, pues nada entendieron de ese brillante discurso.
Idea de regionalismo
A pocos días fueron llevados a la estación de ferrocarriles para ser embarcados en las locomotoras rumbo al Chaco: “El gentío llenaba los andenes, promoviendo la gritería y el desorden propio de las despedidas. Los soldados mestizos partían como héroes, con el pecho cubierto de medallas, escapularios y rosarios. Algunos iban ebrios, anunciando a grito en cuello lo que harían con el enemigo, de las derrotas y castigos que le infligirían o entonando canciones populares en las que traslucía la supremacía del ejército boliviano”. Los aymaras sin parientes que los despidiesen sólo miraban callados con la pasividad de los desaventurados. En el trayecto al campo de batalla Jancko Mallcu veía como los mestizos y blancos desertaban en cada parada.
Algún familiar con influencias, una recomendación política, era propicio para huir de la guerra. Al internarse en el infierno verde recibió una fugaz instrucción de manejo de su arma y sobrevivencia. En todo momento –resalta Claudio Cortez– predominó la ridícula idea de regionalismo que llegó a acentuarse de modo trágico entre los “hermanos” bolivianos. A los aymaras de modo despectivo y racista los llamaban repetes (sinónimo de indio). La conformación de camarillas de “clase” blanca o mestiza acarreaba favoritismo. Estos hechos cotidianos de segregación sistemática produjeron un odio manso de los aymaras a sus “camaradas”. En el mismo campo de batalla Jancko Mallcu no sabía por qué disparaba a los “pilas”. Al igual que muchos repetes consumía sus balas de manera estrepitosa y se quedaba oculto sin saber qué hacer, escuchando explosiones y ráfagas de balas. Veía caer cuerpos bañados de sangre, soldados mutilados, llanto, desesperanza y un creciente resentimiento a los “pilas” y a sus propios compatriotas.
El soldado Jancko Mallcu es herido en el campo de batalla. Tras permanecer en sanidad es devuelto a la línea de combate. En una de esas acciones militares Mallcu desapareció en las arenas del Chaco sin dejar rastro alguno.
Visión acrítica
A ochenta años del fin del conflicto bélico con el Paraguay prevalece una visión acrítica. La generación actual a pesar de estar distante con los sentimientos de heroísmo desproporcional de la década de los años treinta, sigue concibiendo una visión dogmática de los actores del Chaco.
La generación de la “conciencia nacional” del Chaco queda reducido a esta platica de soldados abatidos: “La guerra perdida… y pensar que debíamos llegar a Asunción (…). Ya no tenemos derecho a esas tierras, no tendremos honores ni gloria, los hijos de nuestros hijos renegarán de esta guerra absurda, maldecirán a esta pobre y miserable generación y pisotearan nuestra memoria… Merecemos que nos castiguen, que nos escupan la cara”. A lo cual, otro combatiente le responde cínicamente: “Oh no creas, veras como se levantaran monumentos y se torcerá la historia, engañaran a las generaciones futuras y les harán creer en grandes jefes, en coroneles de agallas y seguirán alucinándose con las glorias de esta guerra”.
Fuente: Lecturas