07/25/2013 por Marcelo Paz Soldan
Los placeres del Raspa Ríos

Los placeres del Raspa Ríos

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Los placeres del Raspa Ríos
Por: Rosario de Urquieta

“Los días vacíos del Raspa Ríos”, novela de Gonzalo Lema, ganadora del premio único Marcelo Quiroga Santa Cruz (2012), confirma la prolífica actividad literaria que desarrolla ese escritor.
La mencionada novela se abre con un fragmento de la consagrada obra de Carlos Medinaceli “La chaskañawi”, que narra la persecución amorosa de Reyes tras la chola Claudina, emprendimiento que terminará con su inevitable encholamiento. Con este epígrafe o motivación se nos anticipa, quizá el tema que abordará la obra.
Evidente, la lectura posterior nos confirma que el eje temático es el fenómeno social, al que se le ha dedicado bastantes estudios y que los sociólogos lo han llamado el encholamiento. Término, que en una primera acepción, se refería al hecho por el que un hombre mantenía relación amorosa con una señora que vestía pollera; después adquiere una connotación peyorativa de “amante, concubina, o simplemente de una relación clandestina”.
Sin embargo de tratar ambas obras el mismo tema hay distancias de forma y fondo entre la una y la otra; fundamentalmente las diferencia el tiempo y el contexto, amén que en el Raspa Ríos todo su andamiaje de conceptualizaciones que se expresa en la localización adecuada de los personajes y sus circunstancias, que va desde lo social y político hasta lo psíquico y filosófico, implica una indiscutible originalidad en el enfoque del tema.
“Los días vacíos del Raspa Ríos” es una nueva mirada a la luz de otra mentalidad y otras circunstancias que se incuban en un centro urbano-citadino: Cochabamba y sus alrededores, como la zona de Sarco, que aún sostiene la huella nostálgica de lo rural.
La naturalidad, que se acerca a lo espontáneo, el humor, cierto tinte de ironía, el moderado dramatismo al que arriban algunos pasajes de la novela, confieren credibilidad a la fábula; la que está narrada al calor de una temperatura sostenida.
Argumentando el tema central, sin duda, ésta es una novela de personajes y ambientes. El personaje hace al espacio y el espacio al personaje por una influencia de ida y vuelta.
Aquí, cada espacio captura sus protagonistas con admirable penetración psicológica y una casi fotográfica descripción: la chichería, (Los Cantaritos) con la Clota, la oficina municipal (Unidad de tasas y patentes) con el Raspa Ríos, empleado de esa dependencia, el Sapo y el Borrico, sus compañeros de trabajo, y el hogar del Raspa (una familia de clase media).
El sentir, pensar y accionar de estos personajes en diversas circunstancias significativas, durante el desarrollo de la narración, describen y tipifican estos espacios que son verdaderos microcosmos, donde ellos interactúan.
La chichería, típico lugar de encuentros y desencuentros donde la comida, el alcohol (placeres… al fin) y cierta música lastimera forman la antesala oportuna para ir a saciar la necesidad urgente de placer sexual que demanda el cuerpo a sabiendas de la posterior culpa y penitencia.
El cuerpo y el instante no buscan ni consolación ni recompensa, son inmediata respuesta a su dimensión erótica.
El viernes de soltero que también remata en los prostíbulos es el reducto que da un guiño de esperanza a la vaciedad de la vida de un empleado público.
De alguna manera, estos lugares, que encierran cierta metafísica en su misterio por los atractivos y las distracciones que ofrecen a los sentidos, alejan a sus visitantes (aunque más no sea por unas horas) de su mundo de miseria existencial. Esta forma de esclavitud del deseo, que vence a la racionalidad y voluntad, es como una especie de doble naturaleza entre la fatalidad y la li- bertad.
Los personajes están más entregados a los placeres mundanos que a su instalación en el mundo como personas conscientes, para estos prisioneros de la euforia de los sentidos, la prometida trascendencia en otro mundo no es más que un espejismo.
El mundillo del aparato público y su burocracia, contextualizada en la oficina de Tasas y Patentes, donde la corrupción va por conducto regular desde el pinche empleado al jefe máximo: “porque cada lunes debía entregarle su diezmo, su cuota de la coima mensual ¿Qué, no se daba cuenta de que así era el trabajo? (Pág. 21), reflejan una concepción de vida con su singular escala de valores.
Las acciones que se producen en estos espacios describen el ambiente de negligencia parasitaria de campeante chismografía, donde es costumbre el “vuélvase mañana”, que convierte la oficina en un puesto de comida ante cuyos sabores y olores se planifican festejos, farrandas que arrinconan los papeles y su trámite.
En el corolario de las vivencias de los protagonistas se instala un debate entre el yo-mi mundo y el otro yo-el mundo exterior. Esta confrontación termina siendo el desarrollo simultáneo de un doble movimiento en la personalidad de ellos. Por ejemplo, el comportamiento del Raspa es una continua traslación que puede ir desde la máscara hasta la metáfora o la invención.
El Raspa Ríos, rey de los judíos, (como se hacía llamar), empleado de la Alcaldía que“conocía cada hueco del municipalismo. Cada atajo. ¿Acaso era sonso? Seguidor de los viernes de soltero e infaltable en la chichería de la Clota.
Chichería y la Clota le brindarán la posibilidad de vivir experiencias que lo llevarán desde lo sublime a lo más degradante de la condición humana. Ambas serán su delirio y su condena.
El Raspa se enchola; es decir, se hace amante de la Clota; por ella conoce la esclavitud del deseo hasta enfrentarse a la fatalidad con un sentimiento de autodestrucción (suicidio) acorralado sin ninguna posibilidad de rescatarse de esa especie de enajenación, hasta llegar a conclusiones contradictorias: primero pensar que el sexo y el cuerpo se consideran vanidades pasajeras que encarnan el mal; luego terminar aceptando que el verdadero mal sería huir del cuerpo y los placeres que él brinda.
Venus en acción
La relación entre el Raspa Ríos y la Clota, describe un amor matriarcal donde ella da cariño, ternura, al estilo del “ chunkituy, yo soy tu chola, y qué”, lleva la iniciativa para los juegos eróticos (ella monta y manda), rechaza, humilla, ofende, sin embargo avanza en su tentación y seducción, haciendo de él un muñeco sin dignidad, voluntad, ni poder de decisiones, sucumbiendo vulgarmente a los caprichos más inesperados en una total enajenación.
La mujer-Clota se identifica con la muerte moral, física y social del protagonista. La mujer encarna el objeto de atracción erótica que lo transfigura todo. El erotismo que intenta conciliar los extremos más opuestos: la espiritualidad y la sexualidad en su dimensión coital, termina en una miscelánea de buenos propósitos teóricos.
El amor es una energía que pone en juego todos los contrarios y que a la vez los trasciende: amor ideal y pasión carnal. En la experiencia amorosa que vive el Raspa Ríos el erotismo intenta conciliar estos extremos opuestos: lo divino y lo infernal, pero no lo logra.
La naturaleza sensible del hombre convierte su vida en sufrimiento. Al ritmo del cuerpo y el eros aparece la intensidad del desgaste. La lucidez de la conciencia sólo valida la fugacidad de la existencia; no se ofrece para superarla ni siquiera para soportarla. Entonces, la vivencia de la fugacidad del tiempo asedia al personaje en su propia vida interior, degradándolo: “vivimos en verdad dentro de un animal del cual somos los parásitos” (Novalis), con lo que el Raspa Ríos parecería clausurar lo verdaderamente vivido y sentido. Así, él decide su exilio y soledad frente al mundo, como orden social establecido.
Fuente: Lecturas