Los eventos del crepúsculo, de Denise Y. Arnold
Por: Álvaro Díez Astete
Los eventos del crepúsculo (que se enmarca en el subtítulo “Relatos históricos y hagiográficos de un ayllu andino en el tiempo de los españoles”), obra de antropología histórica entregada a finales de 2018 por la antropóloga angloboliviana Denise Y. Arnold, viene a constituir por su ejemplar nivel de calidad científica uno de los aportes académicos más valiosos, entre los pocos que se han producido en las últimas décadas en nuestro país y la región andina, acerca de las culturas indígenas coloniales que perviven.
Este estudio sobre el ayllu mayor de Qaqachakamarka (un anexo eclesiástico colonial de la doctrina de Condocondo, parcialidad de Asanaques) en el sur de Oruro, consiste en el descubrimiento de un nuevo modo de entender el pasado indígena colonial, por parte de los propios indígenas, proyectado dramáticamente en la actualidad. El presente etnográfico del trabajo se inicia en 1989 y ha continuado su deriva investigativa hasta hoy “a través de un estudio minucioso, resultado de más de 30 años de reflexiones sobre el lugar”. Esta investigación de largo aliento ha llevado a la autora a comparar y confrontar desde el punto de vista de las comunidades de la región, las copiosas narraciones (hallazgos) de historia oral obtenidas de los narradores aymaras -en lengua aymara, tarea coordinada con el lingüista Juan de Dios Yapita- de esta región de Bolivia, con evidencias de los documentos escritos manejados por los historiadores del lugar (familias, carga títulos o apoderados, autoridades: “tanta gente de Qaqachaka nos ha ayudado que es imposible nombrar a todos”) y una profusa información del mundo andino en archivos especializados nacionales e internacionales.
Los eventos del crepúsculo se estructura en cinco partes y 14 capítulos. Se lee en la contraportada del libro que en él se propone una nueva visión de la colonia y de la fundación de Bolivia como país desde el punto de vista de los oriundos del lugar: “según la historia oral que ellos narran, la fundación de Qaqachaca ha sido una respuesta creativa de la población local a la serie de disposiciones jurídicas de la Corona e Iglesia españolas, en la que ellos recurrieron a su propia experiencia en la vida precolonial para reformularla”.
La primera parte contiene la rica mitología de la génesis de Qaqachaca (los Chullpas y el Señor de las Nubes, Adán y Eva, la Hormiga de Pantalón Rojo en contra del Estado colonial); la formación del lugar de “Qaqachika” en un crepúsculo sin sol; los primeros ancestros (los siete abuelos originarios de Qaqachaka decidieron trabajar como mitayos en las minas de Potosí, para obtener -“comprarle a la Corona”- la ocupación legal de sus tierras); los ritos de fundación de la plaza comunitaria, iglesia y límites territoriales; los viajes de los santos-dioses desde distintos lugares -otros ayllus menores-hacia la iglesia colonial; el tema de los caciques letrados; un despliegue mítico-etimológico de las relaciones de parentesco ancestral, de su conexión con los distintos sitios chullpas y los del “nuevo lugar”; y del origen de la cultura (como el arte de tejer).
La segunda parte se dedica a una cuidada relación, por fuentes orales y escritas, sobre la complejidad de las relaciones sociopolíticas coloniales en torno a los caciques de Qaraqara y Quillacas-Asanaque “que no aparecen en la historia oral, por una razón u otra”. Esta sección tiene una gran importancia para poder conocer el proceso de apropiación y derechos sobre las tierras indígenas de la región en la colonia, a través del papel de los caciques “que habían luchado en favor de las poblaciones bajo su dominio, en especial como intermediarios en las negociaciones entre su propia esfera de poder y autoridad y el Estado colonial, la Corona española y la Iglesia”, y el uso del prestigio y peso ulterior de los linajes.
En la tercera parte (y las subsiguientes cuarta y quinta partes), una vez comprendido el planteamiento crucial de la existencia jurídica, legal y política colonial de esta lejana comunidad perteneciente a la República de Indios, nos interiorizamos en aspectos “más hondos”, por decirlo así, de la historia de Qaqachaka, que están ligados a la esfera religiosa, donde se desarrolla una impresionante descripción interpretativa del papel de la espiritualidad andina y el quehacer religioso en la vida colonial de esta marka indígena, ligados a la “práctica de una memoria social” (que no una simple y supuesta ‘memoria colectiva’) efectuada por una interacción entre los sujetos que ‘recuerdan el pasado’ y los distintos soportes de tal memoria (quipus, cantos, narrativa, ritos, documentos de archivo) “en un conjunto complejo de prácticas relacionales compartidas entre sujetos”, que nos van revelando la historia profunda de esta(s) comunidad(des) en las tierras altas.
Aquí el tema de una revisita de los “pueblos de reducción” dará lugar a un abordaje a la historia religiosa de los “pueblos de indios”, para desembocar en el fenómeno de la política de “Congregación”, aplicada por los españoles sobre los pueblos alejados. De ello surge otra cuestión central en esta historia: la de la hagiografía de Qaqachaka, valorada como tradición por las autoridades religiosas del lugar, desentrañando con ella la relación de las cofradías y los ayllus regionales, por ejemplo desde la explicación de las prácticas centradas en las momias incaicas y los ritos actuales de enfrentamientos violentos entre ayllus.
“Sostengo –dirá la autora, señalando un efecto trascendente de la religiosidad indígena– que es este tipo de destello de violencia que percibimos en Qaqachaka en la década de 1980, durante la sucesión de turnos entre un ayllu menor y otro para cuidar a un santo-dios determinado. La enemistad desatada en ese momento alcanzaba un extremo tal que el ayllu menor que capturó al santo-dios quería borrar la memoria ancestral de un ayllu enemigo de haber sido el dueño anterior de ese santo-dios, e incluso quitar de aquel ayllu el santo-dios por completo y para siempre” (p. 227).
En la parte cuarta se enriquecerá el conocimiento socio-mítico de la “aparición de los santos” en la intimidad de este pueblo, a través de las danzas y los danzantes en las fiestas ceremoniales, la construcción de las torres de la iglesia y la construcción del cementerio y la llegada de los niños-dioses o niños-santos, y de la llegada (“acumulación”) de todos los santos-dioses en la iglesia, donde se les cuida y se les rinde culto a cada uno de ellos, y con quienes y entre quienes por otra parte rigen relaciones de parentesco y afinidad, siendo categorizados complejamente como “dioses mayores” y “dioses menores” del lugar, brindando de este modo a la comunidad una peculiar identidad étnica.
Por último, la quinta parte intitulada “Las prácticas religiosas de Qaqachakamarka”, desarrolla una descripción analítica de tres grandes campos donde se viven los misterios de lo sobrenatural en plena naturaleza y sociedad: Los orígenes de las prácticas rituales en torno a la iglesia, con los ciclos de fiestas y la forma de los turnos, el tiempo de los milagros, los peregrinajes y las batallas rituales con otros ayllus (laymis, jukumanis), los matrimonios espirituales con los santos-dioses; Los cantos a los dioses, “en que se envuelve a estos santos-dioses en una capa de sonido” (“los pasantes de las fiestas a los dioses, hombre y mujer, realizan estos cantos como parte de sus responsabilidades en el cargo de la fiesta. Sin embargo, el hombre tiene más responsabilidad para cantar a la diosa que él celebra como su esposa espiritual, en tanto que su mujer tiene más responsabilidad a cantar al dios que ella celebra como su esposo espiritual”: p. 341), y finalmente Convertir a los santos en personas, en que se recuperan las resonancias de las fiestas incaicas, el rito de vestir a los santos, el cuidar mutuamente a los santos y la cuestión más extrema y elevada cual es la de Alimentar a los dioses, tramo final de la obra en el que se examinan los conceptos rituales de El sacrificio de Cristo (muerte y resurrección en Qaqachaka), El sacrificio a los cerros, El camino de la sangre (la sangre en la iglesia, la sangre en los tejidos, la sangre en los corrales, la sangre en la fiesta incaica de la Capacocha, la sangre dentro del fuego en el guiso del qalaphiri, Tata Lámpara y Mama Lámpara) y Lamer las oraciones y la transubstanciación de la eucaristía. Y al respecto de todo este universo simbólico-material, Denise Arnold expresará: “Esto me permite retornar a una pregunta clave, pendiente en todo el libro: según la evidencia, ¿cómo las poblaciones regionales, en el periodo colonial, intentaron integrar al Cristo católico dentro de su panteón existente de dioses?”; concluyendo: “En este contexto, no se trata de una negociación de los poderes coloniales sobre asuntos administrativos, como de una reinterpretación de las enseñanzas de la doctrina cristiana durante la colonia temprana y su aplicación a sus prácticas rituales preexistentes” (p. 380).
La autora al empezar el libro había anunciado que: “Los retos metodológicos en este repensar de la Colonia me exigían no solamente los medios para destapar los muchos asuntos no analizados hasta ahora, sino también las maneras de desarrollar un lenguaje para replantear los dualismos insistentes del pensamiento cartesiano que heredamos en las interpretaciones binarias, simplistas y opuestas: entre lo sagrado y lo profano, el trabajo y el rito, la cultura y la naturaleza, lo universal y lo particular, entre muchas otras. El reto mayor era el desarrollar formas de análisis más complejas. Los cambios actuales de paradigma me ayudan a identificar los contextos ontológicos en que un nuevo lenguaje de análisis puede emerger” (p. 52).
Lamentablemente, hasta aquí apenas hemos perfilado una somera descripción de algunos contenidos de Los eventos del crepúsculo. Esta bella obra requiere un extenso tratamiento apropiado al de las genuinas contribuciones antropológicas, pues en su fluirella se va “haciendo” (como el “ser persona”, jaquiña) de modo progresivo, con un pensamiento hacia una filosofía de la historia en los Andes, gracias al empleo riguroso de una metodología ecléctica y crítica, distinta y refrescante respecto de otras corrientes aún en boga inspiradas en el funcional-estructuralismo europeo o, variando algo, en el pachamamismo irracional y dogmático.
Fuente: Letra Siete