Los Bowles en Bolivia
Por: Pedro Shimose
Causan perplejidad algunas decisiones de algunos jurados de algunos concursos. Por ejemplo, cuando se declara desierto el primer premio, distinguiéndose, en cambio, al segundo ganador. No hay primer premio, pero hay segundo premio. ¿Cuál es el canon? ¿Cuál el criterio?
Otro ejemplo puede ser la decisión del jurado del Premio Nacional al Libro mejor impreso y editado en Bolivia (IX Feria Internacional del Libro /Santa Cruz, 2008). El premio único se declaró desierto, pero se otorgaron tres menciones honrosas, solución digna del rey Salomón y de Sancho Panza, durante su breve gobierno de la Ínsula Barataria. El libro Los Bowles en Bolivia. Cada nombre una huella (Santa Cruz, Editorial El País, 2007, 382 págs.) recibió una de esas menciones.
La verdad es que, sin desmerecer a los otros libros premiados, debió recibir un premio especial. Su edición cuidada y su encuadernación a la inglesa, sus guardas elegantes, su diseño pulcro, su excelencia artesanal, la tapa dura y la sobrecubierta de color tirando a azur heráldico y su impresión impecable son algo poco corriente en nuestro medio.
Aunque este libro de bella y elegante factura vale más por lo que dice, permítaseme señalar una minucia formal. En la portada aparece el nombre de John Shirley Bowles impreso bajo su retrato, como si él fuera el autor del libro, pero pronto queda claro que no lo es. El libro fue escrito en honor del patriarca y a él está dedicado; es la plasmación de una idea nacida del caletre de Benjamín ‘Pimpín’ Bowles Velasco (+), apoyada por Robert Gasser Terrazas y redactada por Carlos A. ‘Jeffer’ Bowles Casal y Oscar ‘Paqui’ Bowles Rivero, dos de sus numerosos descendientes. Es, pues, una obra colectiva de 45 personas –parientes y allegados– que, de alguna forma, contribuyeron a hacer realidad este hermoso testimonio familiar.
Es una lástima que este libro lujoso y caro no llegue a las escuelas y a los lectores de escasos recursos porque, al margen de ser una joya bibliográfica, es una crónica ejemplar desde el punto de vista histórico; reúne los fundamentos de una saga que empieza en la ciudad de Harrison (Ohio, EEUU) con el nacimiento de John Shirley Bowles (1839), continúa con su participación en la Guerra de Secesión a las órdenes del general unionista Ulysses S. Grant; su emigración a América del Sur, su llegada a Santa Cruz de la Sierra en 1876, después de navegar los ríos Amazonas y Mamoré, y culmina con su matrimonio con doña Virginia Montero Hurtado, origen de la dinastía Bowles-Montero, tan pródiga en hechos relacionados con el desarrollo económico, industrial y cultural de Pando, Beni y Santa Cruz. La industria azucarera, gomera y agrícola del oriente de Bolivia lleva el sello de los Bowles, entre otros insignes pioneros del progreso civilizador.
En una obra de estas características se echa de menos un índice onomástico que ayudaría a saciar la curiosidad del lector poco acostumbrado a internarse en una selva tupida de nombres de personas y lugares, todos ellos importantes. Por lo demás, “este libro –como dice la historiadora Paula Peña– es un aporte al conocimiento de nuestra historia desde la mirada de una familia”. ¡Y qué familia! // Santa Cruz de la Sierra, 08/05/2009.
Fuente: El Deber