11/26/2012 por Marcelo Paz Soldan
Lo que siempre crea suspenso es la posibilidad de la muerte

Lo que siempre crea suspenso es la posibilidad de la muerte


Lo que siempre crea suspenso es la posibilidad de la muerte
Por: Sergio de la Zerda

Desde junio, pasó algo curioso con la promoción callejera de la RAMONA. En varios escaparates de venta de diarios, los canillitas optaron por mostrar al suplemento no por su tapa, sino por su contratapa. La razón era que nuestra página final estuvo dedicada, ininterrumpidamente durante 24 domingos, a Memorias de un asesino en serie.
El folletín del escritor chileno Bartolomé Leal, ilustrado por el dibujante boliviano Walter Gómez, despertó un amplio interés de nuestros lectores. Por donde nos hallaron, nos pidieron congratular a los creadores por la calidad de su trabajo, cosa que hacemos ahora públicamente. Les expresamos también nuestro agradecimiento por haber confiado en la RAMONA para recuperar la tradición del folletín en Bolivia, tradición que ojalá sea retomada por más suplementos culturales del país.
Memorias de un asesino en serie nos contó la historia de un anónimo personaje que, en una realidad que bien podría ser la de cualquier país de Latinoamérica, elimina de modo cruel a sus diversos y abusivos adversarios.
A modo de un material adicional a las entregas -concluidas el pasado domingo pero todavía disponibles en Internet-, les ofrecemos ahora una entrevista con Leal (Santiago, 1946), quien nos habla del género del folletín, de la literatura negra y de sus próximos proyectos.
El escritor es autor de media docena de novelas negras y de una treintena de cuentos aparecidos en diarios, revistas y blogs. Algunos de sus títulos son las novelas Linchamiento de negro (1994), Morir en La Paz (2003) y En el Cusco el rey (2007), obras en las que Bolivia han sido editadas por Nuevo Milenio.
-¿Cómo nació la idea del personaje y la historia narrada en el folletín?
El personaje es un subproducto de la cultura popular contemporánea, un individuo carente de valores morales, que todo se lo cuestiona y que considera que se vive en una selva donde el enemigo es el sistema en su conjunto, lo cual quiere decir que está en todas partes. El personaje es un fracasado en términos burgueses, apenas tiene dinero en una sociedad donde ése es el valor supremo. Un individuo lleno de rabia. Un individuo que quiere pasarlo bien. Un individuo aparentemente carente de sentimientos pero que los tiene, ocultos bajo su capa de violencia. Odia la estupidez, la mezquindad, la crueldad con los más débiles. Ve que otros matan con cobertura legal y se indigna. Un individuo impregnado de cine, rock, calle y basura.
Respecto a la historia, es una sucesión de aventuras. El azar mueve al personaje, que comete crímenes para probarse a sí mismo que puede eludir la ley, sabiendo que corre riesgos y que está siempre en un tris de fracasar y que lo atrapen. Por eso se mueve, se transforma, viaja a lugares remotos, se deja llevar por los acontecimientos. Se transforma a ratos en un vengador de la gente oprimida. Va conociendo gente y acumulando odios y amores intensos. He querido, en la serie de historias, mostrar aspectos de nuestros países latinoamericanos y caribeños, sin identificarlos explícitamente pero presentes para quien lea entre líneas.
-El folletín, por su contenido violento, debió tocar las fibras de más de un lector conservador. ¿Por ello es que de algún modo se hizo hincapié en la ficción al evitar la referencia específica a lugares o personas? ¿Ha recibido alguna queja?
El folletín es para mí un género portentoso porque constituye un híbrido entre la novela y el cuento, que yo he practicado independientemente desde que me inicié en la escritura. Es la idea de mantener la coherencia con capítulos separados, que deben cumplir la doble tarea de sostenerse individualmente y de reflejarse hacia atrás y hacia adelante. No todos los esfuerzos de los grandes folletinistas fueron exitosos en esto, y a menudo decepcionan a los lectores, que los abandonan a medio camino. Espero haber cumplido con mantener el interés. A menudo se insiste en las diferencias radicales entre el cuento y la novela. Es correcto. No obstante, en mi concepto el folletín crea el milagro de la síntesis.
Yo me he nutrido del cómic, donde el folletín ha influido mucho en la construcción de historias. El cómic de los últimos, digamos 50 años (!), ha sido un género subversivo que ha acogido a muchas formas prohibidas de expresión literaria y gráfica, como la pornografía, el satanismo, el sadomasoquismo, el racismo o la coprolalia. Es posible que a alguna gente le moleste, pero al menos yo no puedo escribir con la delicadeza del siglo XIX (ya que no del XVIII, el siglo de los grandes pornógrafos). No soy el llamado a recibir quejas, le devuelvo la pregunta a la RAMONA. Yo escribo lo que me gusta y como puedo, caray.
-El sexo un tanto explícito y algo de misticismo han hecho parte importante de la novela. ¿El formato de entregas obliga de cierto modo a acudir a tales elementos para sostener el interés del lector?
No siempre son esos factores. El sexo y la religión no crean suspenso. Lo que siempre crea suspenso es la posibilidad de la muerte. El interés se mantiene dejando algún elemento no resuelto para secuestrar el interés. Eso lo he aprendido de la novela policial que cautiva al lector capítulo a capítulo, y de las antiguas seriales del cine, que llamaban a seguir a sucesos y personajes. Flash Gordon, Tarzán o Fu Man Chu dejaban a menudo a los espectadores acezantes por saber que pasaría con sus héroes, abandonados en una situación comprometida que sólo se resolvería en el siguiente episodio.

-Memorias de un asesino en serie concluye con la inclusión del personaje en el mundo de la política que se relaciona con el delito. ¿Es este un desenlace crítico con la realidad del crimen en Latinoamérica?

Absolutamente. En nuestros países somos pródigos en personajes de suprema execración que han pasado toda su vida haciendo de hombres probos, de ejemplos para la sociedad, de defensores de la moral y las costumbres. Que lo digan tantos hombres de iglesia, atrapados en tortuosas veleidades sexuales o en coqueteos con el poder y el dinero. Tantos políticos que al poco tiempo se ven procesados por haber lucrado con sus posiciones, por haber traicionado valores a veces tan altos como el amor a la patria. Tantos empresarios que han utilizado los medios más repugnantes para consolidar sus riquezas.
Es toda una ironía el final de nuestro folletín, porque el personaje (sin nombre) se sumerge en la máxima abyección al entrar a formar parte de la capa más corrupta de la sociedad, con falsos visos de legitimidad. Su visión anárquica alcanza con eso un súmmum de intensidad, que asume con un cinismo escalofriante. Vuelto político ve cómo el dinero le entra a manos llenas. La segunda parte, que espero podamos publicar algún día, si los lectores nos apoyan, y que he titulado Recuerdos de un ex-asesino en serie, trae la demolición del propio status logrado por el personaje, y de su lucha contra toda una casta corrompida como la que nos domina.
-¿Qué influencias de sus lecturas percibe en la construcción misma del relato en Memorias de una asesino en serie?
Sin duda alguna la novela de aventuras, tan mirada en menos en estos tiempos. Menciono sólo a tres autores: Pío Baroja, Joseph Conrad y Alexandre Dumas. Venerados por mí, me han dado grandes momentos de disfrute. Hay otros, por cierto, pero ésos se hallan en mi panteón, aún cuando reconozco que puede ser discutible su inclusión como autores de libros de aventuras. En fin, creo que en ellos lo importante son los hechos, los sucesos. De Baroja creo haber tomado la escritura despojada, clara, alegre, sin grasas; de Conrad la visión del mundo irónica, la lucidez de sus personajes; de Dumas las entradas a lo fantástico sin que parezca absurdo. No sé expresarlo mejor. Pero de ellos se alimenta nuestro folletín.
-Hay muchas referencias cinematográficas explicitadas en el folletín. ¿En algún momento se ha imaginado que podría ser llevada la obra al cine? Idealmente, ¿quién quisiera que dirija un imaginario film y qué actor podría ser el protagonista?
El personaje, como tantos de nosotros, se alimenta de cine. Hubiera querido incluso hacer más referencias pero me autolimité por el espacio. Por ello menciono algunas películas que están, cual más cual menos, en el imaginario de todos. Lo mismo en el caso de la música rock, donde me referí sólo a algunos clásicos indiscutibles. ¿Se podría hacer una película? Pues claro que sí. Actores habría muchos, siempre que estuvieran dispuestos a someterse a las drásticas transformaciones corporales del protagonista. Los actores nuestros suelen andar muy preocupados de sus cabelleras y de mostrarse con gafas a la moda. No servirían. Ahora, en la concreta, me encantaría ver a Guery Sandoval (el narrador de ¿Quién mató a la llamita blanca?) como protagonista. Y a (Rodrigo) Bellott de director, por supuesto.
-¿Cómo evalúa el trabajo de Walter Gómez? ¿Qué aportó el dibujante al relato?
El extraordinario aporte de Walter Gómez fue haberle dado un rostro (mil rostros podríamos decir) y un corpachón al protagonista, de haber creado en pocas pinceladas un entorno donde se desarrolla la acción, de haber puesto su enorme creatividad para lograr una serie de dibujos que, vistos en conjunto, maravillan por su variedad y coherencia. La verdad es que trabajamos semana a semana, con un mínimo de interacción, algunas sugerencias mías y pare de contar. No contábamos con demasiado tiempo. El resultado me pareció espectacular, una pura expresión de la colaboración creativa que para mí ha sido una experiencia única.
Ahora, en la tradición del folletín la ilustración siempre fue fundamental. Es parte del enganche para los lectores. Es un desafío estilístico. Por ello, que lo hayamos logrado ha sido para mí fenomenal y agradezco haber tenido la posibilidad de trabajar con un artista tan dotado y serio como Walter Gómez. Espero podamos seguir colaborando en el futuro, pero ello pasa sin duda porque nuestro trabajo tenga la retribución que corresponda. Un magnate perverso de esa gran novela de los 60 titulada Cuento de hadas en Nueva York, de J.P. Donleavy, dice algo así: “La inteligencia es lo más barato que se puede comprar con dinero”. Creo que un gran problema de los creadores latinoamericanos es que nuestros productos, a veces tan esforzadamente elaborados, sean tan poco valorados.
-¿Qué otros proyectos de literatura negra trabaja actualmente?
Varios proyectos. Desde ya, como lo señalé hace un tiempo en la RAMONA, tengo listo un volumen de relatos titulado Historias del muñeco vudú, resultado de mis andanzas en Haití. Saldrá hacia principios del año próximo. Igualmente, preparo una edición chilena de mi novela negra En el Cusco el Rey, publicada antes por Nuevo Milenio en Cochabamba. Pero lo que más me excita es que estamos trabajando con Walter Gómez en una serie de cómics, en onda noir. Esperamos concretarlo, siempre que se den las condiciones mínimas que hagan sustentable el proyecto.
Fuente: La Ramona