08/09/2012 por Marcelo Paz Soldan
Lo que se esconde detrás de la ciudad

Lo que se esconde detrás de la ciudad



Lo que se esconde detrás de la ciudad
Por: Mauricio Murillo

El sábado 4 de agosto se presentará en la XVII Feria Internacional del Libro la esperada segunda edición de Imágenes paceñas, peculiar libro del escritor Jaime Saenz.
De la obra de Jaime Saenz, uno de los libros que menos lecturas críticas recibió es Imágenes paceñas. Un libro difícil de clasificar, que se mueve entre la poesía, el relato, la crónica, las estampas, etc. Es un texto particular en el corpus saenziano. Publicada por la Editorial Difusión en 1979, Imágenes paceñas quedó relegada frente a libros del mismo autor como Felipe Delgado o La noche. Las fotografías de Javier Molina permiten el diálogo que se instaura entre imagen, letra y ciudad real. Saenz, al escribir el libro, intuye que la ciudad está cambiando y que en algunos años ya no será la misma. El escritor retrata, describe y reconstruye distintos lugares de La Paz. Desde espacios específicos (plazas, calles, barrios) hasta espacios que funcionan casi como modelos abstractos que se repetirán en la extensión de la ciudad (un callejón, un patio, una bodega). En el volumen, se busca configurar desde una mirada propia la urbe que habita. El poeta no la describe exhaustivamente sino que la plasma desde la fragmentación y desde su experiencia. Así, vemos a La Paz a través del poeta. Es por esto que Imágenes paceñas no funciona como un catálogo turístico o informativo. Se debería, también, puntualizar que el autor se aleja de todo fanatismo local o exaltaciones de arraigamiento. Como dice en la Introducción: “Y en este sentido, nótese que estamos lejos de participar de un criterio pueblerino o de campanario, como quizá podría suponerse a primera vista, de un modo superficial y ligero; antes, bien, quisiéramos dejar expresa constancia de nuestro rechazo por todo chauvinismo paceñista —si cabe el término. Y de esta manera, según resulta evidente, sólo nos limitamos a sostener aquello que, a nuestro juicio, representa la pura y simple realidad”.
EL ESPACIO URBANO. En Imágenes paceñas, la geografía será importante en tanto configura el espacio que se habita y que se mira desde la experiencia. El lugar que ocupa la ciudad y los territorios que se establecen en él permiten que el escritor los lleve a la escritura. “Presidida por el Illimani, por el Mururata y el Huayna-Potosí, que se cuentan entre los mayores colosos del Ande, con una geografía como probablemente no la hay igual o parecida, y con un aura de leyenda y de misterio, alzándose a una altura de 3.600 metros sobre el nivel del mar, con una población integrada en su gran mayoría por aymaras y descendientes de aymaras, La Paz asume un carácter altamente diferenciado”. Es así que para Saenz, la ciudad no está hecha solamente de espacio, el tiempo es esencial para que La Paz exista como tal. “Pues el que las calles sean tal como lo que son, no se debe al azar ni al capricho, sino que es el resultado del tiempo y de la vida”. En el libro encontramos la descripción de lugares neurálgicos para entender la ciudad como la concibe Saenz: el Calvario y la brujería, la calle Jaén y su representatividad, la Garita de Lima como centro de encuentros, Llojeta y las formas extrañas, el Montículo y la representación a escala de la misma ciudad, la calle Murillo y el misterio de los peatones, etc. Pero al hablarnos de estos lugares, el autor también pensará en lo que constituye a una ciudad. Por ejemplo, las montañas: “En efecto, una ciudad sin cerros no valdría la pena de vivir en ella. De la misma manera, un cerro dejaría de ser tal si no tuviera el magnetismo y la fuerza suficientes como para convocar y como para nutrir a los seres más extraños y profundos que hayan existido jamás”. En este sentido, para Saenz, el modelo de ciudad hecha para el hombre es La Paz, y esto lo lleva a reflexionar sobre el lugar que habita el ser humano en el mundo y cómo se relaciona con éste.
LAS CARAS DEL PROGRESO. Uno de los temas a los que vuelve repetidamente el escritor paceño en los textos breves es a los efectos que causa el progreso en los espacios públicos. “Las influencias del mundo actual, con múltiples desarrollos tecnológicos que desafían y sobrepasan todo lo imaginable, y de cuyas corrientes difícilmente podríamos substraernos, encuentran natural resistencia en estas alturas, pues dichas influencias, aunque en algunos casos reportan beneficios, las más de las veces resultan nocivas, con normas, adelantos, divisas y aun costumbres que, decididamente, no concuerdan –por así decirlo– con nuestro modo de estar, y mucho menos con nuestro modo de ser”. En este sentido, Saenz habla de una ciudad que está cambiando, que muta ante sus ojos. La nostalgia que imprime en el autor el paso del tiempo y la influencia del progreso es latente a lo largo de Imágenes paceñas. Por ejemplo, al hablar de la calle Illampu, Saenz se pregunta: “¿Qué ha pasado, o qué está pasando con los tambos? ¿Qué pasa con las viejas casas de adobe, con paredes de un metro de espesor, con pesadas puertas, con grandes piezas para los viajeros, con cuatro y hasta cinco patios y con amplios poyos, con toda clase de facilidades para el manejo de la carga y con establos para las bestias?”. El autor registra los cambios que sufre la ciudad y los espacios que van desapareciendo, así como ciertas actividades. Y lo hace casi siempre desde el lugar de la desconfianza y la añoranza: “Y si todo esto se llama progreso, es sencillamente una gran desgracia —una verdadera desgracia. ¿Dónde están los tambos de la calle Illampu?”. Así, este libro es también una forma de luchar contra el paso del tiempo. Saenz registra y describe lugares también para hacerlos suyos de la manera en que él los conoció. “Habría que ir a las calles y callejones que todavía subsisten en las vecindades del parque Riosinho, y de prisa; pues no sea que desaparezcan —ello puede ocurrir en cualquier momento—.” Para el autor, lo que más parece afectarlo es la desaparición. Las casas que se desvanecen para darle lugar a los edificios. Los tambos que ya no existen. La cantidad de aparapitas que se va reduciendo. “Vaya usted a saber el porqué de la gradual desaparición de los aparapitas, una de cuyas causas podría ser la siempre creciente demanda de mano de obra por las grandes y pequeñas industrias; pero la verdad es que ello configura el proceso de despersonalización que ya hace tiempo se opera entre nosotros”.
EL MISTERIO Y LA MIRADA. Pese a ser un libro en relación directa con un referente real, y que marca un mapa muy claro sobre la geografía de la ciudad, Imágenes paceñas no deja de lado ciertos intereses saenzianos que encontramos en la totalidad de la obra del poeta paceño. El misterio, la imagen, la experiencia, la magia negra, el alcohol, la locura, entre otros temas, son también parte de las estampas de la urbe. Por lo tanto, nos permite a los lectores pensar que para el escritor estas instancias son una manera de habitar la ciudad y el mundo. Entendemos, así, que la escritura de Saenz es parte de una experiencia vital que une espacio y tiempo. Vemos, por ejemplo, el fragmento en el que habla de la avenida Montes: “Tal como si se estuviera respirando aires por completo ajenos a la realidad y contemplando vastos y desproporcionados horizontes, la extraña sensación de amplitud y aun de vacío con que uno se encuentra aquí, en esta avenida, es algo que en verdad asombra y hasta sobrecoge, no pudiéndose experimentar en parte alguna de la ciudad cosa igual o parecida, aun a despecho de un medio físico incomparablemente más dilatado. Aquel que quisiera averiguar el por qué de ello, por fuerza tendría que buscar en el Choqueyapu —no en otra parte”. En este sentido, la escritura de Imágenes paceñas no está, como lo dijimos, dirigida a un conocimiento informativo o enciclopédico de la ciudad, sino a una comprensión mística y profunda del espacio como lugar que se habita. “Tembladerani ha trepado ya hacia las faldas de El Alto. En todo lo largo y lo ancho de la región se deslizan interminables y misteriosos callejones, y de su seno impresionante, siguiendo aquí y allá los accidentes del terreno, emergen oscuras tuberías de drenaje y de desagüe, cual serpientes fabulosas conformando un cuadro más bien raro, como de angustia y desolación, junto a numerosos riachuelos de negruzcas y ominosas aguas que, según se dice, socavan incesantemente la ciudad en lo profundo”.
LOS RIOS. Una presencia particular y que por momentos marca un trayecto en la mirada de La Paz son los ríos, específicamente el Choqueyapu y el Orkojauira. Es de, esta manera, cómo para Saenz este transcurrir que representan estas corrientes está íntimamente unido a la vida en la ciudad. “El Choqueyapu, que se origina en el Ande y que desciende de las alturas de Chacaltaya, con todas sus implicaciones mágicas y de leyenda, puede decirse que es la ciudad en estado líquido. Todo paceño lo mira con veneración y aun con temor, y este temor, profundamente”. El Choqueyapu, que también funciona como metáfora del paso del tiempo, es esencial al momento de entender la ciudad. El flujo del río hace que el lector no se olvide del transcurso del tiempo y su desgaste, así como también de las transformaciones y mutaciones paceñas. “Nuestro río tutelar nos cuenta a su paso la historia de la ciudad, y nos comunica asimismo los sucedidos del futuro. Pues si se aleja y al mismo tiempo se queda, es porque siempre retorna”. En el libro el Choqueyapu es esencial al momento de entender la ciudad. No sólo pone en escena el tiempo y el retorno, sino que, a la vez, dota de otro sentido a La Paz y a los paceños: “Todo río que atraviesa una ciudad por fuerza ha de verse contaminado con las impurezas y los detritos de ésta, habida cuenta que uno de sus designios es en definitiva el de lavar, a costa de su propia pureza, a la ciudad y a sus habitantes”.
LA IMAGEN. Para entender a cabalidad los alcances de este libro, es necesario resaltar el diálogo que los textos breves de Saenz realizan con las fotografías tomadas por Javier Molina. Por lo tanto, la ciudad de La Paz es recreada de dos maneras: desde la escritura y desde la imagen. Así, Imágenes paceñas recupera de forma patente una de las preocupaciones centrales en la obra de Saenz: la imagen y la mirada. El contrapunto (a veces como diálogo a veces como lucha) entre letra e imagen es una de las características centrales de este texto.
REEDICIÓN. La nueva edición de Imágenes paceñas que presenta Plural Editores el presente año intenta mejorar la publicada en 1979. Se corrigieron las erratas del primer tiraje y, gran aporte, se mejoraron la calidad de las fotos. Además, las fotografías de Molina se imprimen en esta nueva versión con las proporciones y la composición original, ya que en la primera edición muchas salieron cortadas. Jaime Saenz, en la Introducción, escribe: “¿Qué será más adelante? ¿En los incontables minutos de vida; en los inconmensurables minutos que suelen vivir las ciudades, y que todavía le quedan por vivir a La Paz? Pues todos nosotros habremos ya muerto; y serán otros los ojos que miren la ciudad por nosotros, y serán otros quienes presencien asombrados las transformaciones, el crecimiento y los cambios que se habrán operado, y que nosotros no soñamos ni siquiera remotamente”. Luego de 33 años, con la segunda edición, podemos retornar a dudas como las planteadas por el poeta y hacernos las mismas preguntas para mirar de distinta manera la ciudad que muta sin parar.
Fuente: Fondo Negro