Por Jorge Saravia Chuquimia
Una parte de la atracción de la literatura boliviana reside en su capacidad para sugerir nuevos subgéneros, algunos concernientes a implicaciones testimoniales sociopolíticas reales, en este caso la alusión directa al fenómeno paramilitar en la dictadura de 1980. Esta capacidad de (auto)identificación narrativa emerge en la novela Toda una noche la sangre (1984), del paceño Juan de Recacoechea (1935-2017). Entendiendo esto, me parece indispensable explicar la construcción de los personajes paramilitares desde la intensidad de la doble violencia que experimentan como sujetos y que admite se precipiten a existir como seres intolerantes ante sí mismos y ante su ambiente.
Toda una noche la sangre es una obra de diez capítulos, repartidos en dos partes, que refleja con toda crudeza los aspectos más violentos del secuestro, tortura y asesinato del sacerdote jesuita Luis Escandell (Luis Espinal) por parte de Bompiani y Antonio Sivalic. El personaje central encarna el rol de un paramilitar boliviano de padre croata y de madre aymara y de compleja fragilidad emocional que remata imprevistamente al cura-cineasta, pero luego es liquidado por el paramilitar argentino.
La novela de Recacoechea está influenciada en la novelística de Dashiell Hammett (1894-1961). Por tanto, es una novela negra que reconstruye la triste historia de la dinámica social de relaciones de poder entre la dictadura militar nacional de los ochenta y los líderes civiles que buscan la libertad, pero al medio figuran los personajes paramilitares que participan como serviles animadores de violencia y muerte haciendo imposible todo esfuerzo de independencia. Pero, además, explora la complicada historia de vida de Sivalic, un paramilitar que experimenta la doble violencia desde lo humano, lo familiar y lo profesional.
En lo humano, Sivalic es un personaje creado, desde niño, dentro un contexto de doble régimen de terror. Primero, “En la escuela se convirtió en cabecilla de un grupo de muchachos violentos hasta el sadismo que se dedicaba a golpear compañeros cuyo pigmento de la piel los identificaba como enemigos de clase”. Él necesita encontrar enemigos para ser violento. Segundo, ésta descarga de fanatismo, en su adultez, le genera vivir en soledad y silencio. Dos aislamientos humanos, en dos tiempos cronológicos, que le estimulan penetrar en una oscura conflictividad interior.
A lo largo de la novela, el paramilitar Sivalic es descrito como un subordinado al dolor familiar por su mezcla de razas. Por un lado, si bien está feliz de tener rasgos blancos por su origen eslavo paterno, sufre de su procedencia aymara materna, pues “A pesar de haber compartido con su madre casi toda su vida no la asociaba sin embrago a ningún momento feliz de su existencia”. Por otro lado, producto de su matrimonio con Patricia nace su hija Mirka, “de línea directa de sus predecesores aymaras”. Hay un rechazo a una parte de su identidad étnica y cultural.
La manera de narrar la doble violencia del paramilitar en el ámbito profesional desencadena en actos nefastos. En principio, su vida es detallada como un verdadero escándalo. Claro ejemplo es que, después de su divorcio busca mujeres fáciles para satisfacer su placer carnal. Es alcohólico y cuando siente la carencia de “alcohol se despertaba sobresaltado”. Como la violencia engendra violencia, el paramilitar es cómplice de la muerte de Escandell. Es un verdugo, “¿mas acaso toda su vida no fue preparado para este fin?”. Es la filosofía de la doble violencia, ya que violenta su cuerpo y el de los demás y al final es violentado por otro paramilitar.
En último lugar, la narrativa paramilitar de Recacoechea permite comprender la vida del afectado más allá de los hechos violentos que provoca y que soporta. Se observa que las dobles prácticas de miedo se ponen en escena erigiendo a un personaje víctima de su propia violencia humana, violencia familiar y violencia profesional. Tres niveles de terror que fecundan torturas y masacres, íntimas y externas. Estas diversas perspectivas de carácter de un mismo protagonista, son vistos desde elementos estéticos y narrativos parecidos al modo del tipo de novela negra. En conclusión, en esta novela paramilitar se explora el estilo de vida de un anti-personaje.
Fuente: La Ramona