06/24/2016 por Marcelo Paz Soldan
Leer al lector

Leer al lector

SEGUNDAS OPORTUNIDADES

Leer al lector
Por: María José Navia

Es rara la vida de los libros. La forma en que desaparecen y vuelven a aparecer a veces años, muchos años, después de su primera publicación, con inyecciones de sangre nueva gracias a traducciones, reediciones y reimpresiones. Pienso en el caso de Clarice Lispector y Lucia Berlin el año pasado en Estados Unidos. O lo que está pasando ahora con la novela Stoner.
La literatura como ese fantasma que nunca se va, que siempre vuelve, agitando cadenas. A la vez fantasma del pasado, presente y futuro.
Y el escritor boliviano, Edmundo Paz Soldán, es probablemente uno de los mejores cazafantasmas. Lector brillante, voraz y generoso, deslumbra otra vez en Segundas Oportunidades. Una colección de notas sobre autores (injustamente) olvidados combinadas con ensayos sobre géneros literarios “menores” y su importancia, así como también ensayos personales donde se reflexiona sobre el dolor, el desarraigo y el suicidio.
Leer Segundas Oportunidades es leer al Paz Soldán lector, acompañar su mirada sobre autores y temas, leer su biobibliografía, los libros que lo ayudaron a habitar años difíciles. Es, también, adentrarse al misterio del Paz Soldán escritor y su fascinación con la historia de los suicidas en una pequeña localidad del Upstate New York y también la sombra que se proyecta sobre sus días como profesor en Cornell, la pena de un matrimonio en proceso de disolución y todos los fantasmas que eso invita y trae consigo.
El libro comienza con tres ensayos. En “Mi segunda oportunidad”, nos paseamos por diversas anécdotas personales del autor: desde sus intentos por estudiar para ingeniero, su cambio de opinión y la segunda oportunidad que le dan sus padres, sus deambuleos por Argentina y luego Alabama, adonde llega a estudiar con una beca deportiva; desde sus inicios como escritor anotando historias detectivescas en un cuaderno que luego hacía circular entre sus compañeros de El Bosco, a su encuentro con José Donoso en la Feria del Libro en Buenos Aires, entre otras. Al terminar este ensayo, se nos anticipa el propósito del libro: “Había autores que necesitaban ser rescatados, que merecían una segunda oportunidad como yo la había tenido con mi vida. Quizá yo debía hacer eso en mis clases, en mis artículos, con mis influencias a la hora de escribir”. Para luego agregar: “Estas páginas son eso. Se trata de aquellas opciones que dejamos inicialmente de lado. De amores adolescentes que creíamos olvidados. De libros que no ocupan el lugar central de la discusión, pero quizás son tanto o más relevantes que los sospechosos de siempre.”
El segundo ensayo, “La biblioteca de mi padre”, cuenta las primeras fascinaciones, como lector, de Edmundo Paz Soldán. Las horas de lectura que le daban en la escuela y también el descubrimiento de los libros de Agatha Christie en la biblioteca de su padre. Dice el autor: “Los escritores inventamos nuestra biografía intelectual y nos creamos un linaje en el que solo están las cumbres. Mencionamos entre nuestros mentores a Vargas Llosa, a Naipaul, Woolf, Lispector, y nos olvidamos de esos otros libros ‘menores’ o populares que leímos y que quizás nos influyen de una manera más profunda que los grandes”.
El tercer ensayo, “Salir del túnel”, habla sobre la lectura de autores como Ernesto Sábato o Mario Benedetti y de qué manera lo ayudaron en distintos momentos de su vida. Dice de Sábato: “Abbadón es una novela apocalíptica pero yo la usé como un libro de autoayuda” . Así como también rescata al uruguayo: “Ahora que Benedetti no está, recuerdo que hubo un momento en que me llevé bien con el mundo gracias a sus poemas. Tendemos a valorar descubrimientos literarios de la edad adulta más que los de otras épocas más ingenuas. Pero los gozos de la infancia y la adolescencia no deberían ser desdeñados.” También se refiere a Paul Auster y su recepción en Latinoamérica, a la vez que enfatiza la importancia de las lecturas para acercarse a la propia memoria, al afirmar que “[r]eleer un autor implica releerse a sí mismo”.
A estos primeros ensayos, sigue la sección que le da su nombre al libro, “Segundas Oportunidades”, en la cual encontramos veintidós perfiles de escritores que merecen más atención, nuevas miradas, nuevas lecturas. Desde el escritor y pintor polaco Bruno Schulz (y que Jonathan Safran Foer también rescatara en Tree of Codes), pasando por la maestra del gótico estadounidense Shirley Jackson, la boliviana Hilda Mundy y su vanguardia pirotécnica, el chileno Gómez Morel y su retrato de la marginalidad (del que comenta; “[e]ste era un libro para leerlo con las luces encendidas por toda la casa”) o Emma Reyes y el testimonio de su vida en cartas. Autores a los que Paz Soldán se acerca, a veces, luego de mucho tiempo de tener sus libros en su propia biblioteca (“Faltan muchas maravillas por descubrir en mi propia casa: tiene algo de mágico saber que hay tesoros enterrados en el mismo espacio donde uno pasa la mayor parte de sus días”.).
Seguimos con “In Memoriam”, dedicada, como indica su nombre, a la memoria, vida y muerte, de doce escritores, entre ellos Clarice Lispector, Daniel Sada, Danilo Kîs, Salvador Benesdra, Mario Levrero.
Luego, en “Géneros Sumergidos”, Paz Soldán destaca la importancia de géneros como el cómic, la novela policial ( que, según el autor, “se ha renovado y convertido en la gran novela social del presente”) o la ciencia ficción para dar cuenta de la realidad latinoamericana. Sobre esta última comenta: “La ciencia ficción latinoamericana actúa como la carta robada de Poe: se halla escondida a la vista de todo el mundo.”
Luego vienen “Dos Ensayos”, uno dedicado a Vicente Huidobro (en el que rescata la relación de este autor con las tecnologías y el cine) y otro a Jaime Sáenz (escritor boliviano que le parece imprescindible y del que afirma que “[c]ualquier poema suyo es brillante; cualquiera”).
Y uno termina todas estas secciones con una lista enorme de pendientes. (Y yo deja sembradas cien mil banderitas – y es gracioso que en español le digamos ‘banderitas’ a los post-its, como afirmando pequeñas patrias, y de colores, en las lecturas – y escribo en los márgenes anotaciones como ‘buscar”, “leer”).
Porque leer Segundas Oportunidades es quedar con tarea para la casa.
Pero el libro no termina ahí.
Como las mejores lecturas, ésta nos ofrece, de pronto, un giro inesperado. Una caída a pique en una montaña rusa en la que vamos a oscuras. De pronto, volvemos a los ensayos personales, y unos cargados de dolor y de fantasmas. De la lectura gozosa de autores injustamente tratados, pasamos a la reflexión sobre la pérdida y los distintos niveles del dolor y la desesperación. Las historias que se quieren y no se pueden contar; las historias que están a punto de contarse y las que ya no pueden contarse más.
Todo esto en una sección de nombre “Las Oportunidades”.
En “Regreso a Río Fugitivo”, Paz Soldán se refiere al proceso de escritura de la novela de ese nombre y el impacto que tuvo en su colegio en Bolivia. Pero es en ‘Los Suicidas” donde se abre la caja de los fantasmas. De nuevos fantasmas: ya no los de la literatura sino los de la vida “real”; los fantasmas de los estudiantes suicidas de Cornell (universidad en la que trabaja el autor); los espectros de un matrimonio que se deshace, del cambio en la suerte y el rumbo, de idas y vueltas y de enfrentarse, por primera vez, con el prospecto del suicidio. El ensayo es doloroso. Y así como un lector trae siempre consigo sus fantasmas a todo lo que lee, así también, que tengan un lugar en este libro, que tanto indaga en el acto de lectura, es a la vez honesto y preciso.
Por último, “Ficción y verdad de Martín Ramírez”, ahonda en la fascinación del autor por la figura de este pintor (“En algunas ocasiones, en el vacío de mi casa de recién divorciado, lo veía dibujando con las rodillas apoyadas en el suelo”). Inmigrante ilegal que se dedicó a ayudar a la construcción de vías férreas y que se pasó casi toda la vida dibujando trenes en un manicomio, y sin decir una palabra. Como los buenos personajes y las buenas historias, ésta se va uniendo a otras (como la del “Railroad Killer”) y la literatura de Edmundo Paz Soldán, la nueva novela (que luego será Norte, una novela importante, valiente, inmensa), se convierte en esa lucecita que se ve del otro lado del túnel. Un túnel cuya oscuridad, a diferencia de la retratada por Ramírez, sí se acaba. Y para desembocar en una escritura brillante.

Fuente: ticketdecambio.wordpress.com