Por Daniel Averanga Montiel
No soy de abandonar lecturas de autores tras un desliz, a veces las segundas oportunidades son las que valen, y ciertamente editorial Nuevo Milenio, a cargo de Marcelo Paz Soldán, ha dado en el clavo al momento de demostrar elevar las expectativas (y cumplirlas) sobre un segundo trabajo de autores que, en un principio, me parecían limitados en su construcción ficcional; el solo hecho de mostrar un libro cargado de sátira y de lógica en medio de una explosión de referencias ya es un logro, pues «¿Dónde carajos está Litovchenko?» de los hermanos Loayza, es la reivindicación de crecimiento narrativo, madurez de composición y de elevación de calidad narrativa, y hacerlo desde una novela satírica, llena de subtexto humorístico, arranca no solo risas sinceras, sino también esperanza para los lectores que buscan algo más que novela social.
No hay que mentir, en Bolivia el fuerte de sus novelas está en la carga social, géneros como el terror, el policíaco, el romántico y hasta el histórico se codean con lo social, porque las estructuras abigarradas de las clases y racializaciones bolivianas son eminentemente sociales.
Tenemos heridas coloniales difíciles de borrar, y aprenderemos a crecer con ellas sí o sí, o a perdernos en la indiferencia de la historia repetida.
Dos investigadores peculiares, una desaparición misteriosa, algún suegro cabrón por ahí, diálogos random y una trama que es una red donde oscilan montón de personajes rotundos en una Bolivia previa al carácter plurinacional hacen de esta novela un entretenimiento rotundo.
Por momentos sentí que era la continuación de la magnífica «El Alto bajo cero» de nuestro buen Óscar Coaquira (AKA Crónicas Postmorenas), pero obvio, los momentos y los personajes no son los mismos; incluso la similitud de la trama hace pensar en los recursos del destino para conectar puntos, ambas «buddy books» dirán los sesudos analistas; un gran logro, dirán con recato los oyentes de Radio Panamericana. Igual, ya está.
Me dio gusto percibir ese homenaje sincero que le hacen (quizá inconscientemente) al Juan Pablo Piñeiro de «Cuando Sara Chura despierte», porque la clave no es investigar o buscar a alguien, sino olvidarse que se lo está buscando, para de pronto coincidir, al mero estilo de «Rayuela», con el quid de la cuestión, o el gil en cuestión.
Si pudiera resumir «¿Dónde carajos está Litovchenko?», sería tomando las seis últimas letras del apellido del título, pero con una mínima modificación: un Chenk’o absoluto, de esos que arrancan carcajadas y que te dejan una reflexión más que profunda y real: en tiempos de crisis, reír es un acto revolucionario.
Fuente: Los Tiempos