La violencia de género en los cuentos de Adela Zamudio
Por: Homero Carvalho Oliva
Vivimos una época en la que la violencia contra la mujer ha activado las luchas feministas, las acciones se realizan en todo el planeta ya sea como reacción a feminicidios, violaciones, abusos sexuales, pedofilia, discriminación y acoso laboral, así como también por la despenalización del aborto; las mujeres saben que, a lo largo de la historia, sus victorias han sido producto de sus propias luchas, nada les ha sido regalado y ahora están en las calles otra vez acompañadas tanto de megáfonos, pañuelos verdes, pancartas, coraje, así como por la reivindicación de insignes figuras feministas y la producción de literatura sobre los desafíos del momento.
Las mujeres siempre han estado a la altura que las circunstancias les han obligado, por eso me encantó leer el trabajo de fin de grado que presentó la boliviana Ángela Gabriela Zambrana Berbetti, para optar al título de Filología hispánica, en la Universidad de Salamanca, España; la tesis se titula Líneas silenciosas: Imbricación textual de la violencia en los cuentos de Adela Zamudio, es un extraordinario trabajo de apenas 27 páginas, extensión que debe llamar la atención de nuestras universidades que imponen a sus egresados pesadas, largas e inútiles tesis en las que los obligan a tener más de 100 páginas y una abundante bibliografía que, por lo general, el egresado se inventa solamente para satisfacer al comité de evaluación.
En una entrevista sobre su tesis, que Lucía Carvalho, joven poeta y militante feminista, le realizó a Ángela Z. Berbetti, señala que en este trabajo se demuestra cómo “Adela cuestionó no solo los roles de género, sino también el adoctrinamiento religioso en las escuelas y visibilizó la violencia silenciosa o invisible” que se vivía a fines del siglo XIX y principios del siglo XX. Ángela nos explica su acercamiento a esta figura tan importante para la literatura nacional y para el feminismo internacional: “Zamudio como personaje histórico siempre estuvo presente en mi educación y/o formación. No obstante, me di cuenta de que al irme a estudiar al extranjero se me borraba la oportunidad de leerla y estudiarla a profundidad. Conocía su poema Nacer hombre, algo había hecho por la educación y también sabía que la habían excomulgado, pero no le presenté nunca la debida atención a su producción. En el colegio no la leímos. Como les pasa a muchos, y los investigadores de Zamudio siempre apuntan, mi acercamiento era mínimo y casi más biográfico que literario. Después de la investigación la cosa se volcó de manera casi “extrema”. Le “quité la cortina”, por metaforizarlo de alguna manera. Todo porque hablamos sobre mujeres escritoras del siglo XIX en una clase de Literatura Hispanoamericana del siglo XIX en la universidad. Me extrañó que no habláramos de ella, que no la conocieran en España. Y ahí me puse a leerla y a elaborar un trabajo que se convertiría en mi trabajo de fin de grado. Su narrativa me pareció potente, llegaba de manera extraordinaria a reflejar una serie de males sociales que además podrían considerarse actuales. Elevaba una voz en la literatura boliviana a la que se le da mucho nombre, pero pocas líneas de análisis. Era contemporánea a muchas otras mujeres escritoras del siglo XIX en Hispanoamérica y gracias a eso me empecé a cuestionar lo que es el ‘canon’ de escritores. Para mí, Zamudio siempre fue canon por su repercusión histórica, pero de sus letras y la terrible actualidad de las mismas poco se hablaba”.
En esa misma entrevista explica que en su análisis enuncia la violencia sistémica como el marco en el que se insertan los dolores morales materializados en los cuentos de Zamudio: violencia contra la mujer y maltrato infantil, luego aclara que: “A partir de las fuentes que consulté sobre casos de maltrato y/o violencia reales pude darme cuenta de que ninguno de ellos se había erradicado. En Bolivia diría que todavía persiste esa jerarquía familiar donde el padre, como el padre de Taruca en Noche de Fiesta, ejerce un rol autoritario y a veces violento ligado a la carga por considerarse el único sostén de la familia”.
Ya en el trabajo mismo, Ángela reconoce que consultó otros trabajos precursores y destaca los nombres de Willy Muñoz, Virginia Ayllón y Leonardo García Pabón, como un modelo de trabajo crítico sobre escritores y escritoras; sin embargo, advierte que Adela Zamudio (1854 – 1928) pasa en muchos estudios sobre escritoras hispanoamericanas del siglo XIX como un nombre que figura apenas entre unas breves notas al pie de página y se pregunta: “¿Y sobre la literatura boliviana, qué sabemos exactamente? Tras un periodo de revisión bibliográfica al respecto he llegado a la conclusión de que la pregunta correcta quizá debería ser: ¿Y sobre la literatura boliviana, por qué se exporta tan poco de lo que sabemos realmente?”. Buena pregunta, tarea para la casa.
Nuestra joven filóloga recurre a varios paradigmas para explicar su tesis: “A su vez, de entre las múltiples disertaciones existentes en torno a la definición y orígenes de la violencia consideramos la propuesta de Slavoj Žižek (2008) como aquella que se amolda mejor a la reflexión social propuesta por Zamudio. Žižek propone distanciarnos del señuelo de la violencia visible y atender a los márgenes a través de los cuales se origina ese estallido violento que interpretamos erróneamente como ‘irracional’. Los cuentos de Zamudio, como intentaremos demostrar con el análisis, atienden a esos márgenes precisamente porque rehúyen a la textualización de lo visible”. Y luego enfrenta a los demonios de la época mostrando que Zamudio era reconocida como poeta, pero que le negaban ese reconocimiento cuando escribía narrativa o ensayo, los hombres consideraban que la poesía se avenía muy bien con el espíritu femenino: “Resulta también pertinente señalar que en la época el ejercicio literario del género narrativo, sobre todo el de la novela, acarreó a Zamudio duras críticas de sus coetáneos en más de una ocasión, tal y como ocurrió simultáneamente a contemporáneas suyas, como la peruana Mercedes Cabello”.
Ángela elige tres cuentos para su análisis: Noche de fiesta, Rendón y Rondín y A Buenos Aires, concluye brillantemente: “Por último no podemos dejar de señalar como conclusión final que, al menos en los textos escogidos, el propósito de denuncia en Zamudio puede verse más que satisfecho, además de que la profundidad de análisis permitida por éstos delata de su literatura un trabajo que trasciende la cronología de su época. Adela Zamudio prueba con estas narraciones la calidad literaria de su producción cuentística más allá del historicismo que acarrea la mención de su recuerdo. Por otro lado, la vigencia de su denuncia social queda como reflexión actual que nos concierne a los que en tierra permanecemos vivos”.
Fuente: Tendencias