07/22/2013 por Marcelo Paz Soldan
La palabra Ciervos en la caverna

La palabra Ciervos en la caverna

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La palabra Ciervos en la caverna
Por: Marcelo Villena Alvarado

En la epístola XV de las Heroínas, Safo empieza preguntando a Faón si era cierto que cuando vio la letra de su estudiosa mano, la reconocieron sus ojos en seguida. ¿Cómo reconocerían los nuestros la que escribe en Lumbre de ciervos? ¿Bastaría el título? ¿O habría que seguir los poemas, las iluminaciones, los epígrafes, el fragmento de una carta para empezar a ver cómo todo esto se trenza en tres momentos, en torno a un dibujo de ciervos en combate?
La mano de Emma Villazón no deja ningún cabo suelto, y enseguida su lector verá al menos unas huellas.
Primero, las de un viaje: la travesía de la hija, de la rauda, la que se va, la que atraviesa incluso el Deslumbre migratorio desembarcando y negándose a desembarcar. Segundo, las de una suerte de interlocución desde la escritura (las “Otras cartas de ciervos a poetas”), una interlocución que también abraza, con diez poemas, cierto ‘erotismo de pelaje oscuro’. De modo que en tres momentos su lector verá también una huella con cinco puntas. ¿Un cuerno de ciervo?, ¿una mano? En todo caso verá una huella en ese lugar del que es cuestión desde el primer poema: Ubica la hija el cuerno / lo tañe… Ubica la que amanece el cuervo / lo blande y en lumbre nace su espada… Ubica la rauda el trueno lo acoge / se dedica a raspar y raspar con él / en lo seco hasta que avizora…
El lector reconocerá entonces esa letra leyendo a Emma Villazón al pie de la letra: allí donde esa mano raspa más allá o más acá de la alegoría o la metáfora. En el alba de las imágenes, podría decirse, o sea en incisiones sobre baquetas, piedras o pedazos de hueso, series de trazos que escondían cantos fúnebres y cantos de caza, figuraciones rítmicas, símbolos fálicos y arcos de vulvas que, más tarde, el arte paleolítico figurará como representaciones humanas y animales –de ciervos, por ejemplo.
Pasando del cuervo al cuerno, del cuerno al trueno, Lumbre de ciervos recuerda así que lo esencial radica en esos trazos, grafemas y grafías en las que se gastan los cuerpos. En vista de lo seco de la situación actual, para empezar: olvido de lengua materna y del propio origen que atraviesa la que se va, olvido que atraviesa excediendo incluso el ‘deslumbre migratorio’ si este se vuelve origen o destino, fatalidad o certeza identitaria. La mano que raspa es también política, entonces, borra Líneas sobre la tierra:
Nudo: Los mercaderes creen en el origen, en la perpetuidad
de la economía familiar, confían en que traspasan
horizontes sobre caballos
coherentes.
Nudo II: Los mercaderes creen en ellos mismos. Lo que es lo mismo que decir en el mercado pero como principio infinito.
De modo que la mano raspa también en vista la situación moderna (Didi-Huberman): de una pérdida del origen en un sentido metafísico, de una pérdida asimilada rápidamente a una pérdida de sentido en general (la versión posmoderna), o de una pérdida de autenticidad vista desde la añoranza y la nostalgia del origen. Siguiendo a la que desembarca recontrametida entre buques –pujando qué… preguntándose por qué, raspa incluso la advertencia de Blanchot en el epígrafe (nacer significa un acontecimiento infinito), pero también la crítica exigencia de Benjamin: origen no como principio o fuente de la que vienen todas las cosas, origen como catástrofe, al pie de la letra, torbellino que altera el curso del río, que hace surgir los cuerpos sumergidos, que los restituye de golpe, momentáneamente:
de secretos en secretos
(en la boca)
con rasgaduras tensión
volteretas
asoma pronto
un horizonte (frío) una
mano (pez) que entra
lúbrica ahí
El lector verá entonces que la mano raspa y raspa una apertura, un surco donde los cuerpos entran y salen y ni la mano sabe quién allí habla. Como si en Lumbre de ciervos en verdad no fuera cuestión de lengua ni de palabra. Lo que también se ve en la carta de Marina Tsvetáieva a Rilke: La poesía es una traducción de la lengua natal a otra… Para el poeta no existe lengua materna. Escribir versos significa traducir… Entre la lengua natal, inexistente, y cualquier otra lengua, Lumbre de ciervos ilumina así una pregunta. ¿Por qué el poeta quiere mirar y tocar la palabra? –se lee: con Saenz, con Barthes. Volvemos entonces al lugar que aparece desde el primer poema. Allí donde el lector habrá reconocido una estudiosa mano que se dedica a raspar y raspar con él / en lo seco hasta que avizora… A raspar y raspar esos trazos que desde el paleolítico esconden un canto a los muertos, preparan la caza, miran y tocan cuerpos que se tocan.
Fuente: La Brújula