Otras fronteras
Por: Róger Cortés Hurtado
En estos días en los que explotan por todas partes severas advertencias de la naturaleza de que la hemos abusado, sobreexplotado y pisoteado, un mercado mundial crece a mayor velocidad que el de armas, petróleo o drogas ilegales: el mercado de los alimentos orgánicos, como lo predica tenazmente Javier Hurtado, dueño de una empresa que trabaja en ese rubro. La rapidez de su expansión refleja el ensanchamiento de la conciencia —probable que también del miedo— de que es necesario modificar los hábitos, prácticas, formas de vida que nos empujan al desastre. Los cultivos orgánicos, la gestión de servicios ambientales, el manejo forestal sostenible, la aplicación de tecnología de desarrollo limpio, biocomercio, comercio orgánico y ecoturismo son las principales respuestas que se ensayan en el mundo para construir una alternativa virtuosa.
En Bolivia ocurre lo mismo y tenemos miles de valerosos productores individuales, cooperativizados, empresarios pequeños, unos pocos medianos, asociados de formas, unas veces más verticales, otras más horizontales, pero todos abriendo brecha en la búsqueda de una agricultura, una producción, industrias que no insistan en desafiar y violar a la naturaleza. Son auténticos campeones, héroes de alguna manera, porque allá donde están —la Chiquitania, el Chaco, el altiplano potosino, los Yungas de La Paz— desafían todas las adversidades imaginables y avanzan, ensanchando opciones, no solamente para ellos, sino para millones de compatriotas y para que nuestro país pueda romper el patrón económico que nos asfixia desde que se fundó la República.
Como prueba hay veinticinco estudios de casos concretos, encomendados por el Informe de Desarrollo Humano del PNUD, bajo coordinación, primero, de George Gray, uno de nuestros investigadores más inquietos y productivos, y, después, por Verónica Paz. Recibió el encargo de preparar el informe Andrea Urioste, quien con Milenka Ocampo, Daniela Sánchez y Adriana Ballón, jóvenes mujeres de rostros aniñados, apoyadas por trabajos de otros investigadores, redactaron el informe temático La otra frontera, que nos ha dado un campeonato mundial, al ganar el premio a la excelencia 2009 que la Organización de Naciones Unidas otorga en un torneo en el que participaron 146 países. Algunos periódicos abrieron sus páginas a la noticia el 26 de octubre, pero en la mayoría, así como en las radios y canales de televisión, domina hasta ahora la tacañería periodística que muta en su contrario cuando se trata de cubrir informaciones que nada tienen de lo noble y grato que llenan La otra frontera.
Lo que está en juego es mucho más que saldar una omisión comunicativa tan vergonzosa y reemplazarla con reportajes, crónicas, editoriales y notas de todo género para divulgar los hallazgos de La otra frontera o, mejor aún, los testimonios y las realidades de las mujeres y hombres cuyas experiencias se plasmaron en este informe. Eso, como preámbulo para aterrizar en el gran desafío de convertir las enseñanzas que nos brindan todas las experiencias de nuestros productores y emprendedores en políticas públicas verdaderamente dirigidas a una profunda transformación productiva y al cambio del patrón de acumulación. Ese tema apenas se ha abierto un diminuto resquicio en las campañas. Merece muchísimo más, porque tenemos pruebas empíricas que nos señalan que el camino a un desarrollo sostenible, con empleos decentes y durables, en reconciliación con el medioambiente, está muy cerca, a nuestro alcance, ahí… en la otra frontera.
Fuente: La Prensa