La literatura íntima
Por: Mauricio Rodríguez
Homero o los poetas que se hacían llamar Homero dejaron dos obras: La Ilíada, La Odisea. Tal vez recitaban estas historias alrededor de una fogata o en celebraciones para honrar a sus muertos, a sus héroes. En La Ilíada se muestra el absurdo de la guerra, en La Odisea lo efectos de ese absurdo: la maldición que dejó la violencia. Las dos obras no muestran más que la intimidad del autor frente a esa realidad que quiso ordenar.
En varias reseñas leí que en la literatura boliviana actual se abrieron dos afluentes (siguiendo las metáforas de Heráclito): la literatura intimista, la literatura más o menos épica porque utiliza a varios personajes y situaciones. Craso error. Los escritos de Rodrigo Hasbún serían parte de esa literatura íntima. Los escritos de Edmundo Paz Soldán serían parte de esa literatura más o menos épica. Adolfo Cárdenas: épico. Rodrigo Urquiola: íntimo.
Wilmer Urrelo: épico salpicado con sangre en el rostro. Cristhian Kanahuaty: íntimo. Maximiliano Barrientos: íntimo y épico. Darwin Pinto: épico con espada en mano. Sebastián Antezana: épico intelectual con algo de Prozac. Giovana Rivero: íntima con piel.
Que algo quede bien claro: todo lo que escribe el escritor es íntimo. Balzac hablaba desde su intimidad cuando escribía. La guerra y la paz, es la obra más íntima que existe, es Tolstoi frente a la muerte, Tolstoi frente a la pérdida, Tolstoi frente al odio, Balzac frente al amor, Balzac frente a un abismo que quiere dar orden.
Lo único que existe es la habilidad de escritor de hacer una obra literaria con fuerza, trabajo. Maximiliano Barrientos, Giovana Rivero, Rodrigo Hasbún, Liliana Colanzi saben lo que hacen a través de su exploración: pocos personajes, pocas situaciones. Los que no saben son aquellos que pusieron ese denominativo de íntimo a una obra literaria, esos autores que recién están dando pasos, algunos entre el fango, algunos entre la tierra mojada o un erial. Y pare de contar.
La propuesta: dejar de dividir la literatura en íntima y en más o menos épica. Edmundo Paz Soldán es un constructor de personajes. Lo demostró en Norte. Sus reflexiones son diferentes a las de Wilmer Urrelo. Muerte. Sinrazón. Soledad. Wilmer Urrelo es diferente a Sebastián Antezana. Algo los une: el saber contar historias.
Es necesario dejar de calificar a una novela, cuento o poema de íntima cuando fracasa en su construcción. Será una mala novela, cuento o poema. Nada más. La literatura o te despierta algo o no. Varios fracasamos en esa edificación. Lo que queda es lo escrito.
Fuente: Ecdótica