Por Alba María Paz Soldán Unzueta
Esta Antología de la Crítica y del ensayo literario es un hito no solo para los estudios literarios, sino para la constitución de una tradición de pensamiento en Bolivia. Por otra parte, así como no podemos hablar de una literatura sin lectores, se puede decir que el circuito o el sistema, o la circulación que define a una literatura no se mueve sin una crítica formada por el registro de las lecturas que se hacen de ella, y sus maneras de pensar.
Una tradición literaria también está formada por las relaciones que establecen los textos entre sí, y esta antología permite identificar estas relaciones entre textos, pero además nos muestra cómo se ha pensado su relación con las lenguas originarias, que son algunas particularidades de nuestra tradición. Puesto que la crítica misma es ya un diálogo con las obras, entre las obras y con la sociedad, lo que empieza a ordenar esta antología son precisamente esos diálogos que se dan entre concepciones de crítica y maneras de pensar la letra y la cultura en Bolivia.
Lo primero que quiero destacar es la manera en que el antologador ha ordenado los artículos críticos que ha seleccionado. Pues si bien subyace un cierto orden cronológico, en el sentido más bien de generaciones de críticos, las seis partes en que se reúnen los artículos están determinadas por cómo convive la literatura o la crítica literaria con ciertos aspectos que destacan en la vida o en el pensamiento nacional.
Así, la primera parte titulada “Entre la violencia y la letra: Gabriel Rene Moreno y el cuerpo ausente de la literatura” precisamente el señalar esta ausencia de una literatura hace más claro el fenómeno de que aún antes de haber existido una literatura nacional ya había una crítica que estaba pensando en ella, en cómo sería, en cuál sería la lengua que primaría en ella, etc. Es René Moreno que lidia con esa ausencia de manera ejemplar, pues si en algunos autores se puede identificar un dejo normativo, quieren establecer cómo tiene que ser la literatura en Bolivia, el caso de Moreno es diferente, él hace existir una literatura al buscar e indagar papeles de todo tipo, al leer, pero también al haber ordenado la producción bibliográfica nacional. Resulta significativo que el texto que abre la actividad de la crítica en Bolivia sea el discurso que el año 1838 diera Joaquín de Mora en la Universidad Mayor de San Andrés poniendo en valor la mirada que recoge la literatura del mundo. Por lo mismo, se podía pensar que esa casa de estudios le daría un lugar especial a la literatura. Pues no fue así, recién, un siglo después, en 1943, se funda la Facultad de Filosofía y Letras, donde la literatura será una de las ramas centrales.
Otro detalle interesante de este primer periodo: es la presencia del crítico Pablo Subieta, potosino, quien escribe en el siglo XIX una de las primeras críticas sobre el Martín Fierro. No podemos dejar de notar que algo semejante sucede en la Cuarta Parte de la Antología que se inicia con la crítica de Marcial Tamayo, quien, junto con Ruíz, un crítico argentino, escribe uno de los primeros libros que estudia la obra de Borges, crítica muy bien considerada por el autor. Así notamos que la crítica boliviana, en distintos momentos se vuelca a obras importantes de la literatura hispano-americana.
En ese sentido, es de destacar también en los orígenes de nuestra crítica el trabajo de Joaquín de Lemoine que escribe sobre la novela escrita por una mujer, y, sin las consignas contemporáneas de la crítica feminista, más bien a partir de su experiencia de lectura se acerca cariñosamente y comenta los grandes aciertos de la novela Sacrificio y recompensa de la peruana Mercedes Cabello de Carbonera (Novela premiada con medalla de oro en el último Concurso Internacional del Ateneo de Lima).
En la segunda parte titulada “Entre las letras y su sociedad: La crítica del modernismo” se presenta la problemática recepción en Bolivia del modernismo, movimiento considerado como la adquisición de lenguaje literario en Hispanoamérica. En esta sección ya encontramos la crítica a una temprana obra: La lengua de Adán de Emeterio Villamil de Rada, el prólogo de Arturo Oblitas a una Antología Boliviana, lo que indica que ya la crítica se vuelca sobre una incipiente literatura nacional. Por otra parte, quiero hacer notar una joyita que es la respuesta de Armando Chirveches a una crítica lapidaria de su novela Celeste, que habría escrito en Oruro, Alberto López. Es este un momento definido por la reacción a un movimiento importante de las letras hispanoamericanas, pero que muestra una mirada propia, aunque conflictiva, y a su vez esa mirada también se ocupa de alguna producción nacional.
Ya en la tercera parte “Entre la sociedad y su historia: Carlos Medinaceli y las gestas del nacionalismo”1925-1965, encontramos estudios sobre escritores particulares (Alcides Arguedas, Villegas), sobre corrientes literarias: el realismo, el modernismo, historias de la literatura (Diez de Medina, Finot), la propuesta de una literatura quechua (Lara), preocupaciones por rescatar las obras y por construir una tradición (Medinaceli), y hasta polémicas (Quiroz-Reynaga) Podemos decir que en este punto ya hay un cuerpo sólido de literatura boliviana, a partir del cual se puede y se quiere (Medinaceli) empezar a construir una tradición.
Hasta aquí podemos ver cómo esta Antología ha construido el nacimiento de una tradición literaria, las otras tres partes vendrán en consecuencia.
En la parte Cuarta “Entre la historia y sus formas: Las discretas disciplinas de la crítica profesional (desde 1955). Muchos de los autores están ligados a la Universidad, a actividades académicas que tienen que ver con la literatura. Algunos en la Facultad de Filosofía y Letras, donde ya tenían una revista literaria Kollasuyo, desde entrados los años 40. Es la generación de los que fueron los profesores de mi generación.
La quinta parte “Entre las formas y su teoría” La era de las hipótesis académicas” ya es la de mi generación, que se inicia con la llegada de Luis H. Antezana de Lovaina, quien enseña nuevas maneras de leer los textos, y dos trabajos suyos abren esta sección. Después siguieron trayendo novedades críticas Javier Sanjinés y Blanca Wiethüter, algunos trabajos de estos estudiosos también aparecen en esta sección. Por otra parte, encontramos los comentarios de X. Albó y F. Layme sobre la estética aymara, habiendo ellos escrito por esa época un libro sobre literatura aymara.
Y la nominación de la sexta parte “Entre la teoria y sus escrituras: hacia una literatura k’ita” es interesante puesto que se refiere a un espacio definido por la literatura misma. El concepto de k’ìta, tomado de un excelente ensayo literario de Juan Cristobal Maclean, una reflexión sobre la producción literaria en general, sirve al antologador para distinguir ciertas formas de nuestra producción literaria que son estudiadas por una forma determinada de la crítica.
Creo que la organización y la selección de esta Antología, que he tratado de pergueñar muy por encima, permite entrar en detalle sobre la formación de una tradición principalmente escrita y en idioma castellano, pero que en varios momentos entra en tensión con la oralidad y con las lenguas nativas mayoritarias: el quechua y el aymara, por lo tanto es una tradición que nos ayuda a conocernos mejor. Invito a los lectores a indagar en estas páginas que nos acercan a aquello que subyace a nuestros lenguajes.
Fuente: Ecdótica