El Kikin de Diego Aramburo
Por: Mabel Franco
(El grupo cochabambino acaba de imponerse en el concurso nacional Bertolt Brecht de teatro.)
Kikinteatro va dejando una impronta en la actividad escénica de Cochabamba. Si se habla de teatro en esa capital, ahí está, en primer lugar, el grupo cuyo nombre apela a una partícula quechua —kikin— para describir la amplitud de conceptos que maneja su director, Diego Aramburo. ´Dependiendo del contexto en el que se use la palabra, kikinteatro puede significar como el teatro o el teatro mismo´, explica el llajtamasi radicado en La Paz.
Si en los inicios del proyecto kikin, en los 90, la primera acepción tranquilizaba a Aramburo —´pues yo quería hacer cine desde que estaba en el colegio´—, hoy, él y sus actores optan claramente por la segunda. ´Estamos haciendo teatro, aunque con la certeza de que las fronteras con las otras artes no son rígidas´ y se pueden traspasar.
El Kikinteatro acaba de ganar el X Festival nacional Bertolt Brecht que se organiza en Cochabamba, con la obra Romeo y Julieta, una adaptación libre del clásico de Shakespeare.
La noticia se dio a conocer el anterior domingo, apenas unos días después del preestreno que se hizo en Patiño de La Paz y en pleno ajuste de la relación de la obra con el espectador. Porque la cercanía de ambos es vital para la puesta que ahonda en el ser adolescente de los personajes. Algo que permite a Aramburo dramaturgo hallar similitudes con una Bolivia también adolescente, según él la ve, sumida en una confrontación tan inútil como destructiva.
Aramburo empezó a hacer teatro en la escuela y con grupos de amigos. Como adolescente, se acercó a Peter Travesí e integró el elenco juvenil de Tra-la-la. Pero lo que quería hacer era audiovisuales. Así que envió su solicitud a Cuba antes de salir bachiller. No obtuvo la beca, porque el 89 fue un año difícil para la isla, luego de la caída del muro de Berlín y otros cambios mundiales.
Mientras esperaba, escribió una obra y la montó con aficionados. ´Como no sabía nada de teatro, era más fácil hacerlo´, bromea. Al mismo tiempo, postuló a otra beca en la Alianza Francesa y esta entidad le puso en contacto con actores nacionales y extranjeros. Así, ´la gente y la vida me fueron llevando al teatro´.
Lo propio pasaría en Sao Paulo (Brasil) a donde fue a estudiar cine y terminó en el escenario, con beca incluida. Desde allí envió una carta a Grotowski, que aún vivía, sin sospechar que desde la escuela de este maestro, en Italia, le responderían invitándole a acudir a probar suerte.
Con estas señales, el joven Aramburo decidió asumir el teatro como profesión. Y nació Kikinteatro, un espacio para la experimentación de donde han salido actores y actrices, como Glenda Rodríguez, y una dramaturga como Claudia Eid (El masticadero, premio Dirección destacada del Bertolt Brecht por La partida de Petra y Bodas de sangre). Lo que no es poco decir.
Aramburo ha viajado mucho. ´Moverse te permite abrir la cabeza´, dice. Estuvo becado en Canadá y se fue a Francia —donde hizo de director asistente de Hubert Colas en la obra Macbeth—. ´Esto es parte de lo que me ha dado el teatro: poder hablar de Bolivia´ allí donde no se sabía nada o se tenía una imagen romántica y hasta folklórica.
Otra recompensa que reconoce el teatrista es la satisfacción de sentir que la gente, el público, de Cochabamba y de los festivales de Santa Cruz y La Paz, ha aceptado seguir las propuestas, a veces muy conceptuales, como fue el caso de Cuento del amor, con una consecuencia no siempre a la par de la crítica nacional.
La prueba del reconocimiento está en que siete de sus obras han sido premiadas en el país. Una de ellas, Crudo, ha recorrido Latinoamérica con excelente crítica de los especialistas de diarios como Página 12 de Buenos Aires y El Tiempo de Bogotá.
Pero, ¿qué le ha dado Aramburo al teatro? ´Creo, espero, estar aportando a una visión boliviana de entender las artes. Bolivia desborda cultura y por eso se da poca atención a la producción artística. A este debate me interesa aportar: cómo es producir, pensar el arte, consumirlo´. Y, ´a estas alturas en que se ha logrado una madurez en la técnica, lo prioritario es el concepto, esto me preocupa´.
Otro aporte ´es la construcción de una obra a través de muchos montajes, una identidad detrás de toda la producción´. Lo que, podría añadirse, le ha dado identidad a Kikinteatro. Sus obras pueden ser, para el punto de vista de la crítica, una muy buena y otra no tanto. Pero es un hecho que hay un sello propio. Este año, Aramburo ha confirmado la solvencia de su mirada y factura con dos obras. La primera, una puesta de Happy Days, de Samuel Beckett (agosto, La Paz), con una impresionante actuación de Patricia García, y la segunda, con la puesta en marcha de Romeo y Julieta, actuada por Lía Michel (premio de actuación) y Jorge Alanis.
Sobre esta última obra, el jurado del Bertolt Brecht ha destacado la ´búsqueda continua de una interpelación al público, la propuesta escénica y los códigos y elementos utilizados, la adaptación a un contexto contemporáneo y la dirección de actores´. Y ha ponderado la coherencia de la propuesta dramatúrgica entre el texto y la puesta en escena, destacándose la construcción estética con una adecuada utilización de los elementos plásticos´, así como ´el nivel de compromiso de los actores con sus roles´.
El premio consiste en el auspicio de una gira por las principales ciudades del país. Así que la historia de los amantes adolescentes, con su carga de obsesiones, excesos, caprichos y contradicciones que les ha aportado la mirada de Aramburo, estará en La Paz, seguramente también en el marco del Festival Internacional de Teatro (Fitaz) que se realizará el 2008.
LOS BERTOLT BRECHT 07
Romeo y Julieta • Primer lugar. Reconocimiento a la actriz Lía Michel y menciones por su escenografía y adaptación de la obra (Diego Aramburo).
Otros • Dirección destacada, Claudia Eid (La partida de Petra y Bodas de sangre); actor, Alejandro Marañón; escenografía (Bodas de Sangre); Dramaturgia (La partida de Petra). Menciones: Saúl Alí (actor de Macabro, La Paz), Cynthia Díaz (actriz de Usted me obligó a hacerlo, La Paz).
Fuente: La Razón