Iris Kiya: 1947 palabras sobre lo portátil
(Iris Kiya escribe sobre su experiencia durante la Residencia Mantis para escritoras bolivianas, realizada durante octubre y noviembre del 2019 en San José, Municipio de La Guardia, en Santa Cruz, Bolivia.)
Escrito los días 15, 16, 17 de octubre, luego pensamiento eterno mientras duraba el paro; 13 de noviembre.
Revisado varios días después.
Sufrir de ansiedad es acaso lo peor que uno puede experimentar, más aún si se está sola. Sola en una ciudad que no conoce, en un pequeño pueblo llamado San José; nombre tan bíblico y yo sé tan poco de aquel libro. ¿Cómo se empieza un texto que quiera decir todo lo que uno experimenta en 30 días? Y entonces llegó el momento de enfrentarme al peor temor de una persona que dice escribir y no vaya a poder hacerlo en una residencia escritural.
Puedo llenar este texto de todo un poco, esto es fácil, pero qué pasa realmente con el texto que se quiere escribir, eso es lo difícil. Y todo el día he puesto música que me ha trastornado la mente, esta ha corrido una maratón, tres veces seguidas. Y entonces decidí salir de la casa y caminar, buscar limones fue mi objetivo inicial, más nunca los encontré. La segunda salida estuvo mejor, porque me acerqué al río y a un pequeño cementerio, la tercera ya fue por pura inercia. ¿Debo reconocer algo en este pueblo?, ¿debo pensar que cada paso caminado no es suficiente?, porque no puedo siquiera llegar a la sierra que se ve desde lejos.
Nunca me ha gustado el campo, porque cada habitante siempre está inmerso en sus pensamientos, sus quehaceres. No es que aprecie la soledad, la aprecio, lo que no me gusta es estar sola y con ansiedad. Está bien callar, está bien no decir absolutamente nada, soy experta en eso, pero lo hago porque no quiero que mi autismo sea del todo notorio. Me gustaría, sin embargo, tomar un auto e ir a mi propia habitación. Al menos para llorar en el lugar que mejor conozco, pero cuando estoy en mi cuarto, quisiera estar en cualquier otro lado, es una contradicción.
Y es así como inicio este texto, todo el día he llegado a imaginar mil cosas para distraer mi mente. En un principio imaginé que esta casa era la misma que Cortázar describe en Continuidad de los parques, pero sin sillón de terciopelo verde, porque acá todo es de madera. Yo sería entonces el hombre que está leyendo la novela y al mismo tiempo el esposo a quien se va asesinar. Este pensamiento duró poco, porque el olor a madera es muy fuerte y los cuentos de Cortázar no huelen a nada. Y me entretengo con cada pequeño objeto que encuentro, podría hacerlo más, pero mi mente está dispersa ahora. ¿Es fácil escribir un texto que se acuerda en un convenio?
Realizar la entrega de un texto de 1000 palabras, sobre su experiencia en la residencia M., suena hasta legalmente importante. Y entonces pasó, me he quedado en blanco, hasta para este texto. Al menos afuera se escuchan los autos, no me gustaría estar completamente sola, porque así la ansiedad me corroería en demasía.
Después de casi una hora pensando cómo podría seguir este texto e imaginarme tomando cantidades industriales de cerveza, me ha dado vergüenza sacar una de la heladera. Solo estoy hilando oraciones para poder rellenar. Podría por ejemplo hablar de la madera, no es que me haya impresionado, pero me gusta el olor, como cuando se es niño y el olor a pasto mojado es lo más apestoso y raro de la tierra. No soy una niña, pero ahora mismo me gustaría serlo, porque quizá desde ese momento es que viene mi afición por el mango y ciertos olores, recaigo extrañamente en la madera, y vuelco mi cabeza diez años atrás, porque mi lábil cerebro no podía entender cómo es que se podía extraer o tener perfume de la madera. Incluso ahora mismo pienso en eso, pero claro, si toda la explicación lleva la palabra matraz, es valedero por entero. Todo lo demás no importa.
Dos horas después a seguir rellenando texto, qué es lo más vergonzoso que tener un formulario de una aseguradora y errar en el 40{1daedd86537fb5bc01a5fe884271206752b0e0bdf171817e8dc59a40b1d3ea59} de las líneas. Supongo que así debe sentirse un analfabeto cuando le piden que firme o lo que sea. Sí, he pasado del olor de la madera a quizá un problema existencial que metafóricamente podría entenderse como leer entre líneas, ya sea por la acepción de aquellos que siempre usan este recurso para no decir de frente lo que es, y también tener que rellenar formularios de aseguradoras que por 20 dólares puede uno dejar el 33.3 {1daedd86537fb5bc01a5fe884271206752b0e0bdf171817e8dc59a40b1d3ea59} al padre, madre y hermano, parte de cualquier pútrida vida (en dinero).
Creo firmemente que el tema de la madera lo debería retomar para el texto que estoy escribiendo a la par de la novela. Mi reto es escribir tres textos a la vez: la novela, un poemario sobre la reconstrucción del padre y el otro que es el más ambicioso de todos: la perorata que haré sobre un cuadro de Manet, que fue robado en los 90, bueno, la harán Milton y Vladimir. Para especificar; la novela tiene como protagonistas a Milton Steiner y Vladimir C, la reconstrucción del padre es básicamente Steiner y el último tiene como protagonista a Vladimir, el personaje más difícil de todos, digo difícil porque no es que sea una copia, pero sí me recuerda a alguien. ¿Cómo podría recordar a alguien si digo que ese sujeto es altamente cetrino, pero lo mella, lo esconde? Y es que, para mí, cetrino no es lo que significa realmente; tal que Egon Schiele para mí, más que mirar sus pinturas, debo escucharlas. Entonces Vladimir es cetrino, porque no quiere mostrarse así, entonces bien podría decir que es ámbar. Es posible que ámbar y cetrino lleguen a la misma conclusión, pero esto es porque yo… cómo puedo seguir esta línea, quizá mañana. Lo ámbar y cetrino es quizá una excusa para otras cosas.
Lo que debe entenderse es que tengo como ambición escribir estos tres textos. Y ahora que el sueño baja y me acerco a las 1000 palabras, como decía el convenio, quizá deba retomar la experiencia. Así como aprendí a amar el mango y el olor a madera, siempre le he tenido un profundo pavor a los insectos, he visto uno, dentro de la lámpara que se alza fuera de la casa, el lugar favorito para fumar. Aquellas diez mil patitas y par de alas, me han hecho estremecer como si tuviera al insecto frente a mí. Y esto es tan grande como el pavor que siento por nadar o por no poder escribir. Y estoy haciendo una perorata meramente freudiana, valga la risa, de aquello que me causa pavor. Me pregunto entonces, ¿por qué deben ser 1000 palabras?, ¿por qué no más? Ahora veo que esto se ha tornado casi kafkiano, no por los insectos, sino que cualquier paranoia que haga, es valedera para poder lanzarse al aire y trocar un mundo, el mundo cuando llegan las 18:30. No creo que las 18:45 sea la hora perfecta para escribir, creo que, como Sara Kane es y será a las 04:45, por muchas razones. Y estas últimas tres líneas se han vuelto totalmente inconexas.
¿Qué es la escritura entonces? Creo que es una purga, pero también una condena. Y de qué sirve ser lector, si es que no se ha escrito, saber mucho, por supuesto. Pero nunca se está en los zapatos del otro y viceversa. A quién realmente le importa estar en los zapatos del que escribe, excepto cuando se siente lo que se lee, o deleita el mundo operable.
Sufrir de ansiedad es lo peor en un lugar aislado, cuando pasa todo y no pasa nada. Y es casi hasta una situación novelesca, haber estado 30 días en los cuales, he hecho casi un voto de silencio, mientras sucedía un golpe de estado, no contaré los pormenores; porque esto no es un diario, ni un artículo de divulgación, sino más bien una excusa para resumir todo lo que quisiera decir, ahora mismo prefiero los resúmenes, porque me he asido a la literatura portátil, aquella de la que habla Vila Matas. Me he hecho afecta, porque todavía no soy adepta, pero ya he empezado con la Reconstrucción del padre, poemario circular y corto que trabajé varios días de los que me hacían estar en silencio, pensando y caminando por ese pequeño pueblo. No es un texto sobre mi padre, es un texto sobre la disconformidad del tiempo, el espacio y la gente (esto es lo general, pero de modo particular podría decir que, es el conteo de vida de un sujeto que no hace sino lamentarse por su pasado, su herencia familiar, su fracaso).
Mientras sucedía el popurrí político, yo pensaba en qué debía cocinar, hablaba con el novio de todas esas cuestiones que ahora todo el mundo desea comentar. Enfermé, pero no me dio miedo, me quemé por el sol de ida al río, pero no me dio miedo. Solo tenía presente que cuando se busca un espacio para escribir, quizá uno asignado no es el mejor para hacerlo, a veces la escritura se debe forzar y luego cuando se termina el proyecto, uno se queda en un vacío, y es mejor olvidar el texto.
Así lo hice, después de varios días, lo he visto de nuevo, por primera vez debo decir que me gusta, porque he logrado hacer portátil mi escritura. Se ha convertido en el abrir y cerrar de la vida de un personaje, ahora voy por otro (Vladimir C).
¿Qué es la literatura portátil?
Para pertenecer a este grupo, los artistas debían poseer un alto grado de locura, estar solteros y contar con una obra portátil (id est, que fuese ligera y que cupiese fácilmente en un maletín). Esta idea de lo portátil encuentra su origen en la boîte en valise («caja en maleta») de Duchamp, considerado el «anagrama de la literatura portátil y el símbolo en el que se reconocieron los primeros shandys». La sexualidad extrema, el amor por el nomadismo y la simpatía por la negritud también figuraban entre las características de los shandys, quienes necesitan refugiarse en la soledad y sumergirse en su trabajo.
Este extracto suena hasta un poco romántico, pero claro, cuando Vila Matas publicó este texto en el 85, revolucionó de alguna manera la forma de escribir y hacer alusión a grandes escritores y pintores que, quizá para la vanguardia de esa época solo se habían conocido por tal y cuál suceso. Creo, sin embargo, que la literatura portátil ahora mismo no tiene ningún valor, creo también que las vanguardias literarias, se repiten, así como la moda. El lenguaje en el que circunscribe cada autor es punto importante para crear una forma de escritura, una voz que se vaya perpetuando independiente de lo que se vaya a escribir o transcribir.
¿A qué voy con todo esto? Pues simplemente que quizá el encierro me ha permitido escribir y borrar, o quizá solo lo hice porque tenía que hacerlo, más allá de las circunstancias, el guardián que tenía frente a mí no era otra cosa que mi propia ansiedad, yo soy el guardián y el campesino, mismos que aparecen en un cuentito de Kafka. Hago alusión a esto porque aún lejos, en un pueblo donde los grillos no paran de chirriar, he vivido 30 días en un lugar que me ha hecho dar cuenta que los retiros espirituales valen una mierda y que cuando el cuerpo quiere sufrir, se entrega al sufrimiento, no deja de pensar en los porqués. Las primeras veces siempre son extraordinarias, el punto es saber entregarse a las segundas y terceras veces, escribiendo, viviendo o sufriendo.
Fuente: mantisnarrativa.com/