04/10/2008 por Marcelo Paz Soldan
Innovaciones, no revoluciones

Innovaciones, no revoluciones

adolfo-caceres-romero.jpg

Innovaciones, no revoluciones
Por: Adolfo Cáceres Romero

Indudablemente que sí hay un antes y un después de la Revolución del 52, pero hay que aclarar que no se da propiamente como una revolución literaria; aunque el postmodernismo tiene diversos matices innovadores —tanto en verso como en prosa— es importante distinguir las tendencias estéticas que se dan en este último periodo; por un lado están las formales, es decir aquellas que incorporan nuevos recursos narrativos y que se refieren concretamente a la técnica; por otro lado está la fabulación y su relación con el medio, de modo que se tiene un nuevo realismo que deriva en el realismo mágico y en el crítico; la fabulación sincrónica con el medio deriva del costumbrismo.
Desde luego que, como lo hace notar Juan José Coy, no se puede dar una valoración desdeñosa en bloque de aquello que tiene una dinámica por de más sui géneris. La otra fabulación, que también se define en la década del 50, implica un compromiso más estético y diacrónico, que Blanca Wiethüchter procuró identificar en su visión “crítica de la literatura boliviana”. Quienes evidentemente lograron tipificar fueron el español José Ortega (Narrativa Boliviana del siglo XX), Augusto Guzmán (La novela situacional en Bolivia) y el chileno Evelio Echeverría (La novela social de Bolivia).
Como movimiento y actitud frente a los acontecimientos de nuestra historia se presentan hechos que no son gravitantes en el desarrollo de nuestras letras; así, a raíz de la Revolución de abril del 52, cobran relieve la pintura mural, la poesía social y los relatos revolucionarios que fueron recogidos en dos antologías que no trascendieron más allá de un homenaje a esa eclosión social que, en lo político, ha propiciado el acceso al poder de las masas campesinas que fueron redimidas por el voto universal, la Reforma Agraria y la Ley de Participación Popular, por obra y virtud del MNR. En lo literario, ni la Antología de Cuentos de la Revolución, tampoco la Antología de Poemas de la Revolución, incidieron en el desarrollo de la literatura boliviana, como ocurrió con la narrativa de la Guerra del Chaco (1932-1935) y la Guerrilla del Che (1967).
Como consecuencia de lo expuesto, la Revolución del 52 no marca ni el fin ni el inicio de una nueva forma de expresión literaria. Lo nuevo vendría posteriormente, a fines de la década del 60, con los seguidores del “boom” y sus modelos: Joyce, Proust, Kafka y Faulkner, esencialmente.
Fuente: www.laprensa.com.bo