Por Juan Carlos Zambrana G.
¿Cómo es que la buena literatura de horror sigue teniendo sus efectos en los lectores de la actualidad, atravesados, ya no por demasiadas creencias en lo sobrenatural, sino también por el escepticismo y el cientificismo? ¿Cuáles son los secretos de la narrativa que todavía inquieta y da miedo a partir de una representación de lo aberrante y, en muchos casos, sobrenatural? Son preguntas que, sospecho, el escritor paceño Mauricio Murillo estaría en condiciones de responder, pues ha confeccionado un efectivo libro de cuentos titulado Hemos sido felices por mucho tiempo (Parc Editores, 2022).
La antología está compuesta por seis relatos de ficción que han sido seleccionados y ordenados para lograr un efecto de intensidad creciente en el lector, provocando, con los primeros cuentos, cierta inquietud y extrañeza, escalando luego, en los tres cuentos finales, hacia un miedo palpable, que se siente en la espina dorsal, en los brazos adormecidos y erizados, en la respiración inconscientemente contenida.
El primer cuento titula El arenero. El lector sabrá agradecer una prosa desafectada, sin el tono acuciante de Lovecraft, las florituras de Borges y las reflexiones filosóficas de Dostoievski o Ernesto Sabato. Nada de eso. En estas “historias mínimas” (como dijera Murillo en una entrevista) el foco está puesto en la acción y se narra desde cierta distancia emocional, lo que configura una prosa magra y fluida que, sin embargo, va dibujando de a poco el entorno, con detalles cuidadosamente depositados en el texto para facilitarle al lector esa experiencia que John Gardner semejaba a la de “un sueño vívido” y que, decía Gardner, es el signo de una ficción bien lograda.
Por otra parte, cabe mencionar que la naturaleza intuitiva de los personajes femeninos de El arenero hace recordar algunos cuentos de Mariana Enríquez.
El segundo relato es truculento y titula Centro de acogida, narra la historia de Mariel, una mujer joven que suele llamar a su hermano por teléfono para contarle dónde ha ido a parar luego de marcharse de la casa en la que vivían juntos, con la madre de ellos dos. En este relato, Murillo escribe: “Su voz venía del teléfono, desde adentro del aparato, como si se hubiera quedado encerrada ahí, en una bruma que la hacía hablar sin modulaciones, con una voz de brea, densa, sin fondo”.
El tercer cuento titula El hotel del lago y tiene la estructura de la narrativa policial: una muerte (o varias muertes) y personajes dedicados a encontrar al responsable. No obstante, algo que es común a todos los cuentos de este libro es el que lo inexplicable se impone, se mantiene sin alteración, permanece imposible. Esto es un acierto del autor, pues sus relatos funcionan muy bien dentro de esta concepción de la ficción de horror.
Luego viene Tabique, un cuento en el que una mujer joven se debate entre la violencia, la necesidad de un descanso, el amor a los animales y, por supuesto, lo increíble y aterrador.
El cuerpo fantasma es el quinto cuento del libro, un relato kafkiano con un personaje condenado a buscar cuál es la medida exacta de su culpa en un entorno de laberíntica burocracia y personas que lo complican y condenan.
La antología cierra con Subsuelo, la historia de Mauricio y su antagonista, Barrero. Un rasgo importante de este relato es que el autor construye el entorno (un edificio, una ciudad, los vecinos) con la misma redondez y completud de los personajes protagonistas, de manera que el efecto de desintegración física y síquica, en este cuento, se debe en parte a ese cuidadoso trabajo a la hora de “dibujar” el ambiente.
El autor y la editorial han tenido la generosidad de incluir un bonus, el cuento que titula Escucharás perros acercándose. Se advierte un guiño a Juan Rulfo, en concreto al cuento ¿No oyes ladrar los perros? Al igual que el maestro de la ficción literaria mexicana, Murillo cambia aquí el registro de los personajes, acercándolos a lo coloquial y minimalista, toda vez que son personajes golpeados por la pobreza y ariscos, que resuelven sus encuentros casi sin mediar palabra. La presencia de lo “imposible” aquí no es tan clara y quizás sea esa la razón por la que es un bonus y no parte integral de la antología.
En suma, con este libro queda claro que, en lo que concierne a la creación literaria del género de horror, Mauricio Murillo continúa trabajando como il miglior fabbro. Tomando prestadas las palabras de Piglia, se podría decir que Murillo trabaja como “el mayor artífice, esto es, aquel que conoce mejor la técnica”. Y es que cualquiera que también haya leído la novela Sombras de Hiroshima, notará que Murillo no falla a la hora de confeccionar ficciones ofuscantes o aterradoras, que en el caso de Hemos sido felices por mucho tiempo obedecen, además, a una personal concepción de la narrativa breve, que en criterio del autor debe ser sobria, prolija y sin desperdicio.
Fuente: La Ramona