Cementerio de las doncellas
Por: Ernesto Contreras Garrett
Haití está nuevamente ante los ojos del mundo. Lamentablemente no por algún logro o meta conseguida, sino porque está en ruinas. Hay personas que creen en la suerte, otras en el destino y finalmente quienes que no creen en nada. Yo me identifico más con el primer grupo, y es por eso que me permito decir: ¡Qué mala suerte tiene Haití!
No le basta con ser el país más pobre de Latinoamérica y, probablemente, del mundo. Sabina y Páez dirían: “Llueve sobre mojado”. Yo prefiero decir que es como si a un pobre le diera cáncer. ¿Qué hacer ahora? ¿Por qué los países enfocan su atención en Haití sólo después de una tragedia así? Y la más importante ¿Cómo reconstruir un país que estaba destrozado antes del terremoto?
Los países mandan ayuda económica y social. Y así surge otra pregunta, ¿están realmente interesados en reconstruir un país pobre, quebrado y sin dinero? ¿Cuánto podría costar la reconstrucción de Puerto Príncipe? ¿Quién estaría dispuesto a asumir la deuda y a cambio de qué?
Menos mal que existe la literatura y gracias a ella podemos imaginar cómo era Haití antes del terremoto. Por este motivo, dedicaré este artículo a uno de los mejores libros de la literatura boliviana: La doncella del Barón Cementerio de Eduardo Scott Moreno.
La novela tiene muchos escenarios, la mayoría en la memoria y en el recuerdo de los personajes. Pero cuando es narrada en tiempo presente, el personaje principal -Jean Lucien- se encuentra en Puerto Príncipe, esta es descrita con la precisión de un haitiano que ha vivido allá toda su vida.
Jean Lucien es un personaje muy complejo debido a todas las reflexiones filosóficas (sobretodo existenciales) que realiza en el transcurso de la novela. Sin embargo el desarrollo y la profundidad de los pensamientos hacen que el lector se identifique con muchas de las situaciones.
Preguntas como: ¿Qué hacer con mi vida?, ¿soy feliz?, ¿vale la pena vivir así?, son parte de la vida de la mayoría de las personas del mundo moderno. Personas agobiadas por el intenso ritmo y casi siempre disconformes con su realidad, tratando de alcanzar algo que no saben exactamente qué es.
La novela no es para cualquier lector. Scott escribe de una manera extraordinaria pero a la vez compleja. Se debe tener cierto rodaje -si vale el término- para poder comprender los libros de este autor. Eso sí, es bueno aclarar que en el transcurso de las páginas la complejidad no aparece de manera forzada, simplemente es su estilo y ese su mayor logro.
Considero que este libro debería ser exportado y traducido a muchos idiomas, ya que representa una nueva forma de escribir en la literatura boliviana. Es un poco frustrante afirmar que no parece un autor boliviano, pero es cierto. Rompe con todos los esquemas previos de la literatura boliviana. Se nota que el autor ha vivido mucho y en muchos lugares y considero que esas son las razones por las cuales tiene una percepción del mundo y de nuestra realidad totalmente distintas. Edmundo Paz Soldán también vive en el exterior y su forma de escribir también varía de la local, no creo que sea una coincidencia.
Eso es bueno y saludable para nuestra literatura. Particularmente estoy cansado de las historias en la época de la minería, de la colonia o de la dictadura. Es como si el resto de los autores no pudiesen ir más allá de nuestras fronteras, tratando de alcanzar con cada libro que escriben cierta reivindicación que para ser sincero, no le importa a nadie.
El 2004 Eduardo Scott ganó el premio nacional de novela boliviana. El 2009 se volvió a presentar y ganó de nuevo. Demostrando que literariamente está muy lejos del resto de nuestros autores. Estando a la altura de cualquier autor de renombre, debería presentarse al Premio Clarín de Novela.
Hace un par de meses afirmó en una entrevista que piensa escribir dos novelas más y retirarse. Espero que no sea cierto y que de ser así, reconsidere tal afirmación, porque lentamente se encamina a ser el mejor escritor de la historia de Bolivia.
Fuente: Ecdótica