Giovanna Rivero: “La intimidad juvenil es mi verdadera apuesta”
Entrevista a Giovana Rivero
Por: Leyla Anas
Contenta y extrañada. Muy contenta porque no deja de ser un privilegio publicar con alcance internacional y porque lo hace con un sello hermoso, creíble en cuanto a mirada literaria”, así se siente Giovanna Rivero al acariciar la edición impresa de 98 segundos sin sombra, que la editorial española Caballo de Troya acaba de enviarle a Estados Unidos, donde la narradora boliviana reside. Esta novela le provoca recuerdos de sí misma, “pero tiene rasgos, defectos y ambiciones preciosas y un temperamento que jamás sospeché”, confiesa.
– ¿Cómo nació y qué cuenta la novela 98 segundos sin sombra?
Es una historia que imaginé y deseé escribir desde hace mucho, incluso antes de Tukzon, pero para ello necesitaba sentirme en total conexión con la época en que se inscribe y, fundamentalmente, con la voz de la protagonista, que es una adolescente de provincia. 98 segundos sin sombra es el relato en primera persona del crecimiento de una chica con un hambre voraz por conocer el mundo, pero con todo en su contra. No pensé en fórmulas, sino en un relato vital y desesperado.
– ¿Es el deseo de felicidad el tema o el único tema?
El deseo de felicidad como elemento de ruptura, subversión e ira adolescente contra el orden de cosas es el sustrato del relato, pero la historia consigue narrar múltiples esferas de un pueblo boliviano de fines de los 80, a medio camino entre la apoteosis del pop y el apocalipsis del fin de siglo. En ese momento, cuando la cocaína instaura una sociedad extraña, enajenada, pero cuando todavía existía la ingenuidad para creer que un cambio real y fascinante iba a darse al cruzar el milenio, ahí la juventud se enfrenta a un camino binario: extraviarse o radicalizarse. Mi personaje se enfrenta a esa disyuntiva.
– Describa el pueblo en que contextualiza la historia…
El lector viajará a Culo del Mundo, una provincia cualquiera en eterna dialéctica con la modernidad, con las ciudades capitales, con el extranjero percibido como si se tratara del espacio exterior. Ese provincianismo que, paradójicamente, exacerba lo moderno y lleva a los límites del pudor los mitos pueblerinos es donde quise que naciera Genoveva.
– Preséntenos a Genoveva…
Genoveva es una chiquilla que estudia en un colegio de monjas, aprendiendo por las mañanas los preceptos católicos que le transmiten una única idea de femineidad, en contradicción total con lo que ve el resto del día en su casa y fuera de ella. Esta grieta es por donde se va filtrando un amor devastador. El papá es un excomunista, con un discurso que va quedando fuera de lugar; también está la abuela, que es el modelo más heterodoxo y salvaje de mujer que Genoveva conoce.
– ¿Qué hay atrás del título 98 segundos sin sombra?
Genoveva, la protagonista y voz narrativa, tiene momentos maniacos y momentos compulsivos en los que solo contando los segundos en que ocurren las cosas que la angustian o la rebasan consigue dar sentido a la realidad. Quise que Genoveva fuera dueña de ese tipo de manías infantiles que permiten una conexión de sí misma con el mundo. Genoveva cuenta los segundos de todo lo que le parece importante. Hay algo importante en su vida que dura 98 segundos.
– ¿Qué ingredientes mezcla en su nuevo brebaje narrativo?
Los 80 tenían todos los ingredientes para convertirse en una espiral histórica inolvidable. Bueno, es lo que decimos quienes vivimos nuestra adolescencia en ese periodo. Hay mucho de eso en esta novela. Una mezcla de estética y de música ochentera con esa literatura ‘menor’ que proliferó generando un imaginario casi tierno de creencia en el más allá –pensemos en los cómics, en las fotonovelas mexicanas y las revistas de divulgación seudocientífica–.
Sumado a una traducción provinciana de los aires de liberación sexual que dizque se vivían en el primer mundo. Y cómo olvidar la febril autoconfianza de los flamantes punks. La cocaína hizo añicos ese ego, destruyó sus ambiciones.
– ¿Cuánto de lo que recreó en la novela lo experimentó?
Me tocó crecer en un pueblo que se vio de cara y sopetón con las consecuencias inmediatas del narcotráfico. Yo era todavía casi una niña como para poder calibrar críticamente lo que eso significaba en la subjetividad de las personas, en las vidas concretas, en los destinos a largo plazo, pero la impronta afectiva de esos años quedó para siempre. Sentí, siento que estos avatares de la modernidad han sido relatados con frecuencia desde espacios hegemónicos y bastante convencionales: las grandes ciudades, el poder, los capos, la “sicaresca”, etc. , pero ¿qué pasó con los más chicos?
¿Qué pasó con esas personalidades en formación, súper vulnerables, en lugares apartados como los pueblos y provincias del siglo pasado? Quería narrar algo sobre el lado oscuro de los 80 desde ese margen, pero sobre todo desde la intimidad juvenil. Esto último es mi verdadera apuesta.
– ¿Qué tiempo dedicó a la escritura de 98 segundos…?
Comencé a escribir esta novela en el 2007. Luego la dejé porque sentía mucho ruido a causa de la experiencia que estaba viviendo de instalarme en una cultura distinta. Entonces me enfoqué en Tukzon. Pero el otro deseo seguía abriéndose paso y por fin volví a él en 2010, después de conversarlo y proyectarlo como una alucinación. No es una novela larga porque es el resultado de una edición necesaria y despiadada que le hice y porque su demanda emocional fue, en ese sentido, agotadora. Además, la escribí mientras alternativamente escribía cuentos, algunos todavía inéditos, y ‘papers’ para mis clases del doctorado, lo cual genera una sensibilidad medio ‘esquizo’
Fuente: Brújula