Gálvez, una bala perdida en nuestra selva amazónica
Por: Ricardo Bajo H.
Luis Gálvez fue uno de los últimos aventureros del siglo pasado. Español de nacimiento (gaditano, para más señas) tuvo múltiples oficios. Fue periodista, diplomático, guerrillero y abogado. Mujeriego, amante de las apuestas y la ópera. Obedeciendo un plan brasileño, fundó la República de Acre en 1899 cuando este territorio de la Amazonía pertenecía a Bolivia aunque estaba habitada por “seringueiros” brasileños en la gran época de la goma. Muchos creen que Gálvez era boliviano. Muchos creen que su accionar fue debido a su sentir profundamente anti estadounidense pues Gálvez se había enterado de un plan secreto por el cual Estados Unidos iba a hacerse dueño del Acre para controlar el caucho (la historia se repite). Su alzamiento revolucionario tuvo lugar un 14 de julio para rendir homenaje a la toma de la Bastilla. Se hizo llamar durante los escasos meses que duró su “gobierno”, Emperador de Acre. Creó la actual bandera del Acre (una estrella roja solitaria rodeada del “verde amarelo” brasileño), organizó ministerios, fundó escuelas, hospitales, un Ejército, cuerpo de bomberos, ejerció funciones de juez, emitió sellos postales e idealizó un país moderno para la época, con preocupaciones sociales, culturales, medioambientales y urbanísticas.
Semejante personaje ha sido ignorado por la historia, tanto de España como de Brasil y Bolivia. Y tan solo ha sido rescatado a través de la docu-ficción por novelistas españoles y brasileños. Entre ellos por Alfonso Domingo en La estrella solitaria (editorial Algaida, 2003) y Marcio Souza en Gálvez, Emperador del Acre (creada en 1976 y publicada en 1987 en Brasil, con 14 ediciones, la última presentada por la editorial cruceña El País de Ricardo Serrano, responsable de la traducción, en la Feria del Libro de Santa Cruz de mayo pasado).
Gálvez, Emperador del Acre es una novela de folletín, de serial (fue publicada por capítulos en la prensa parisina con el viejo recurso-truco del manuscrito autobiográfico hallado en una vieja librería de la capital francesa). La obra atrapa al lector tanto desde la parodia como desde la propia personalidad e historia de su protagonista, Luis Gálvez Rodríguez de Aria, un bala perdida, un encantador de serpientes en medio del Amazonas, rodeado de trabajadores del látex, cantantes francesas de ópera, extraños doctores ingleses que creían en los extraterrestes en plena selva, espías gringos, redacciones de periódicos asaltadas y banquetes pantagruélicos.
Adornada con una pléyade de personajes a cada cual más estrambótico, desde la “cocotte” cubana Lilí, apodada “La Armada Invencible” hasta Michael Kennedy, cónsul gringo en Bélem de Pará, hipocondriaco y especialista en provocar escalofríos. Desde la “prima donna Justine L´Amour hasta el parrandero diplomático boliviano Luis Trucco. Desde la monja guerrillera Joana de Manaus hasta el antropólogo inglés sir Henry Lust, ferviente creyente de la naturaleza extraterreste de los amazónicos y admirador de sus dioses sexuales y sus orgías con peyote.
La novela, considerada en Brasil como una de las diez mejores de su magna literatura, engancha por múltiples aciertos, entre ellos su humor, su ironía y su sarcasmo. Sumado a su estilo ágil y trepidante proporcionado por su origen folletinesco y serial. Y por esa mezcla entre realidad fantasiosa y ficción creíble. Y especialmente por la acertada recreación de un mundo y una época apasionante, envidiable y cautivante en el maravilloso e irreal paisaje de la goma amazónica donde los trabajadores eran salvajemente explotados mientras las elites (nuevos ricos míseros) vivían al más puro estilo de las grandes ciudades europeas, en grandes palacios, disfrutando de las óperas famosas, comiendo exquisiteces impensables (pato “al tucupi”), gozando en lugares como “Café de la Abolición” y en puteros con extravagantes nombres como “Juno y Flora”. Reproduciendo un modo de vida aristocrático y civilizatorio en el medio del paraje más adverso, en medio de las altísimas temperaturas asfixiantes y las mortales enfermedades tropicales.
A estas alturas, Gálvez, Emperador del Acre es ya un clásico. Recomendado por entre otros el chileno Luis Sepúlveda, el que escribe no va a ser menos. Un viaje alucinante a nuestro pasado más aventurero. Al todavía hoy “planeta perdido” (como lo llamaran Fawcet y Donan Coyle) de la Amazonía.
Fuente: Le Monde Diplomatique, edición boliviana, octubre 2009