Estructuras narrativas de una liturgia sonara
Por: Christian J. Kanahuaty
Canción llévame lejos donde nadie se acuerde de mí./ Quiero ser el murmullo de una ciudad que no sepa quién soy.
Canción. Babasónicos.
ANTESALA
Las narrativas que últimamente surgen en la literatura boliviana están marcadas por dos partes fundamentales: La primera, se refiere a la posibilidad de rearmar textos dentro del mismo texto que se escribe, así el texto del autor es una reinterpretación de uno precedente, se lo adecua a nuevos contextos y se lo despliega bajo otras miradas. El pastiche rinde homenaje a todo aquello que ayudó a que el texto que escribimos sea el que es y no otro, porque al final un autor no está solo y los temas que se narran o se convierten en verso siempre son los mismos, lo importante es la forma en que se los aborda. La segunda es la posibilidad de su hibrides. Un texto no es sólo un texto porque en su composición se entrecruzan varios géneros y diferentes formas de expresar y abordar las ideas sobre un mismo tema.
En suma. El pastiche se convierte en el collage, en el intertexto, en las referencias veladas sobre aquellos textos (de diversa naturaleza) de los cuales se ha nutrido el texto que escribimos, y la hibridez es su acompañante estético porque para lograr éste tipo de texto no es útil una narración ni lineal ni homogénea. Sino que se hace necesario un replanteamiento de los cimientos de la forma, de la estructura estética y de la disolución de los géneros literarios.
EN EL TERRENO
En un texto anterior publicado en el suplemento Fondo Negro (26 de abril de 2009) escribí sobre el pastiche tomando como ejemplos tres textos, una novela, un texto poético y un texto escrito en prosa poética (a saber: La toma del manuscrito de Sebastián Antezana, Hija de Medea de Mónica Velasquez y Ciudad Trilce de Christian Vera); sin embargo, ahora quiero indagar un poco en la narrativa de un libro publicado por Yerbamala Cartonera, titulado: Memorias de un Walkman de Lourdes Saavedra Berbetty.
Memorias de un Walkman es un texto en muchos sentidos sugerente y multiforme, porque uno puede tomarlo como un testimonio sonoro de la vida de la autora; puede leerlo como un libro de poemas con un prólogo sobre la música y el walkman como aparato reproductor y conductor de ésta música. Pero también puede leerse como un libro que no pretende respetar formalidad sino entregar sensaciones y despertar sensibilidades.
LINEAS DE FUGA
Podría decirse también líricas de fuga. El texto arranca con un ensayo titulado justamente: Memorias de un Walkman, luego vienen textos que rondan en espacio de la prosa poética, la crónica, la poesía y las reflexiones. Ordenemos un poco.
El ensayo se titula: Memorias de un walkman y es el que al final da nombre al libro como conjunto. La prosa poética titula: El Hombre sintetizador; la crónica lleva el siguiente título: Una balada para dos ciudades. La reflexión –lírica y existencial- esta nombrada como: El lado B de la vida y el poema va encubierto bajo el nombre referencial de Metalogos.
Cada parte se ensambla y cobra sentido en la medida en que todo gira alrededor de un tema: la música y sus resonancias y ecos en las ciudades. Dicho de ésta forma, el libro parece ser la reunión de textos con el único propósito de publicar algo, sin ningún sentido aparente; sin embargo, esto no es cierto porque a éste libro hay que sumar de alguna forma las escrituras desplegadas por la autora ya no en un soporte físico sino en uno digital. La autora también lleva a cabo la labor de escribir un Blog (http://www.bosquemocional.blogspot.com) donde muchas de las preocupaciones presentes en el libro se encuentran plasmadas desde antes. Así que no es casual la suma un tanto arbitraria de textos sino que responden más bien a una propuesta creativa que la autora va realizando. Donde, una vez más, la música, la ciudad y sus seres van cobrando cada vez mayor notoriedad.
Pero, ¿y si no conocemos la obra en Blog de la autora? ¿Qué tenemos que entender de este libro? ¿Qué nos narra? ¿Qué historia nos está contando? Primer apunte, no nos es suficiente el singular, hay que usar el plural, pues no es una única historia sino varias las que va nombrando la autora, así también hay varios imaginarios sobre la ciudad y sobre la música que rondan lo urbano, pero dentro de éste hay distinciones veladas sobre las condiciones sociales de consumo musicales y sobre la forma en que uno se apropia de la ciudad para sentirla como algo interno y no externo. De ésta forma la ciudad va siendo contrastada con Bahía Blanca lugar donde el mar adquiere dimensiones casi míticas y surreales, además de corpóreas. En cambio Cochabamba es la ciudad cemento, la ciudad que se come a así misma, aquella donde el caos y la susceptibilidad tienen cabida.
LOS TEMAS DE LOS TEMAS
Y por otro lado, a pesar de tantas referencias musicales, como los Metalogos, el lado B de la vida o la balada para dos ciudades hay algo que atraviesa todo el texto y ese algo es el sonido del silencio y la los ritmos de la ausencia.
Todos los temas son posibles dentro de la Catedral del rock que ha sido construida con metal. Al interior de ese mundo, dentro del perímetro de la catedral se realizan liturgias que desconocen del tiempo, que intentan borrar nuestros nombres originales y todos los males primigenios; el acto sonoro nos envuelve y nos llama a volver a nuestro origen, donde todo era sonido, donde los pasos perdidos en el bosque eran confundidos con los sonidos de los animales que nos observaban acechantes, antes que nosotros dibujásemos el símbolo de la destrucción futura. Ese sonido, ese instante, antes de todo mal, donde el sonido es puro y casi único es el que se captura en las líneas de Memorias de un Walkman, un sonido que despliega identidad.
Lourdes Saavedra nos interpela, nos convoca y nos conmueve y la odiamos por no ser nosotros los que escribimos algunas de sus palabras: “No consumas tus días frente a la pantalla de tv, de la computadora, del cine, usa tus ojos como scanners… digitaliza el cielo, lame la lluvia, muerde con pasión el cuello de alguien. No te confundas, la imagen no es todo”. “En el valle de la nada/no existe el abismo del cielo/ ni el infierno se quema en el fuego/ el funeral eléctrico/ reclama a sus siervos.” “También está permitido llorar”.
Cada canción o mejor dicho cada tema que plantea la autora remite a un cantante, a una canción, a una línea de tensión en Mí mayor o en La. A veces la estridencia confunde nuestros sentidos pero no nos resta claridad ni nos desfigura, porque como todo buen libro, no cierra canales auditivos ni puertas sensoriales sino las abre sin miedo, como si el abismo no fuera más que un pentagrama que a la larga nos va a aguantar tras la caída.
El horror no existe en las páginas de Saavedra porque nada a terminado, solo lo que termina nos causa miedo, en cambio, tras la lectura del libro nos queda la sensación de que hay nuevos tiempos para la estética y para la creación literaria en Bolivia.
SINTETIZANDO
Memorias de un Walkman es un hibrido. Si hiciéramos el símil diríamos que fue mezclado y masterizado en un estudio llamado Circo Beat, que no es el de Fito Paez, sino uno que anida en cada calle de Cochabamba: la ciudad morfina en cuyo interior corre rápido la esperanza, parafraseando una frase de 1979, canción emblemática de los Smashin Pumpkins.
También diremos que abre puertas que comunican relaciones entre música y literatura, como el Viva la música de Andrés Caicedo o No me esperen en Abril de Alfredo Bryce Echenique, historias que no nos llegarían de la forma en que lo hacen si no tuvieran las referencias musicales que tienen o claro, como el Mala Onda de Fuguet y ciertos pasajes de Río Fugitivo de Paz Soldán; y sin embargo no termina de ser ese el norte porque de tanto escanear la realidad la autora ha descubierto fisuras por las cuales atravesar el horizonte y replantear los géneros y hacerlos crujir desde dentro no con el objetivo de generar basura como el arte posmoderno propone que debe hacerse, sino con la intención lúdica de dejar que la voz diga lo que tiene que decir.
Porque después de todo la voz es también un sonido. Un sonido que, a pesar de toda la estridencia del exterior, no pierda continuidad en la ciudad o en el lugar donde está. Tal es la apuesta de la autora; que continué la musicalización del espacio y que por sobre todo, haya libertad en ese acto de llenar el espacio con los sonidos de nuestro interior. Nada más importa, nada más queda.
Fuente: Ecdotica