Por Martin Zelaya
Soledad es ayudante de un jefe policial. Soledad es acuciosa y perspicaz. Soledad es a veces heroína y otras metepata. Soledad es una valiente mujer que desafía a la ciudad y a su rancia institucionalidad con una osadía y lucidez envidiables.
Soledad tiene carácter, audacia y desparpajo. Hace mucho, no de comedida burócrata, sino de librepensante. Curiosea, actúa, se entromete… y puede errar, pero nunca pecar de timorata o apática.
Creyendo ayudar a un presunto inocente involucrado en un crimen, más bien propicia que el culpable huya y caiga un testigo (“Las equivocaciones”).
Soledad, además es un rara avis que lee y piensa. Que se cuestiona ella primero, para luego interpelar a todo y a todos.
Me gusta este espacio antes de dormir, el que hace larga la noche (…). Todo ya está concluido y entonces aparezco yo, casi que nazco. Son varias las cosas que hago: no tengo ventana y entonces miro las paredes, la pata del camastro, el cajón de ropa, la destartalada cafetera; me detengo en cada detalle y siempre falta tiempo. Leo, leo un periódico pasado, un libro de segunda mano que compré, historias del Víctor Hugo Viscarra, historias y más historias. Vuelvo a las cosas, amo las cosas, los signos de su vida, los golpes recibidos, los cuidados, los descuidos, sus colores; en fin, su viaje. (12)
“Las perras”: en el barrio, se hace justicia por mano propia contra un ladrón. Tras una serie de inexplicables vueltas, resulta muerto por una piedra que poco antes Soledad tenía en la cartera para ahuyentar a los perros que acosan a las perras en celo.
Es La Paz de los barrios, de las laderas. Así son las cosas en lo cotidiano, mientras uno trata de pasar un día más logrando llevarse algo a la boca. Generalmente los errores propician iniquidades; algunas pocas veces, justicia de rebote.
…son las doce, comienza oficialmente la noche, el silencio de la radio deja oír unos quejidos apenas apagados, pero eso no es raro en esta ciudad, hecha de lamentos. (19)
“Tres son cuatro”: otra vez Soledad, queriendo/sin querer, entre que interviene, atestigua e influye en la investigación y resolución de un delito.
Testigos y periodistas identifican al paco que casi deja ciego a un universitario al que le lanzó una granada de gas lacrimógeno a la cara (“Un guiño”).
A veces he deseado desaparecer, recuerdo. Irme, que me lleven, mutar y ser sandalia, deseosa de camino, irme, irme, no llegar, nunca arribar. (27)
Ayllón creó una entrañable (anti) heroína, una beautiful loser que se pasa por mano propia (y propio razonamiento) algunos pocos casos de la siempre injusta justicia. El azar pone a Soledad al frente para resolver, como se debería siempre, con tino y humanidad, algunas de las situaciones diarias sobrepasadas por el machismo, la corrupción, desidia y negligencia institucionalizadas en la Policía y la sociedad.
Un caso de trata… la agobiante ineficacia policial, el acoso sexual naturalizado (“Un ojo sanguinolento”). El lado filosófico y vengativo de la Sole. Los traumas y pesos de vivir en una ciudad tan difícil. El alivio, catarsis y refugio del alcohol.
De vez en cuando me voy a La Guerra a charlarme con la loca Esperanza, me oye, la oigo y a veces nos farreamos, me gusta ese tránsito al estado de la nada (…) me gusta este tránsito a la no soledad. (32)
“Todo negro”: va a una fiesta de metaleros por encargo de su jefe. Ve de todo, menos la borrachera, a los dilers y las “perversiones” que le ordenan registrar. La Soledad percibe y abstrae su entorno. Piensa, determina y propone… pero, a fin de cuentas, aún no es tiempo de tomar al toro por las astas.
También hay espacio para las aventuras de la Soledad en sus tiempos libres. Sexo pudor y arte. La violencia sexual tan proclive a la impunidad (“Rosela”).
Algo nos había pasado esa noche, algo que ya no cuajaba en nuestras vidas de oficinistas en esta “pujante” ciudad. ¡Qué diablos conocimos anoche, Vivi! (45)
Vicky Ayllón cuenta mucho, muchísimo, en pocos párrafos y páginas. Este libro es un retrato redondo de La Paz de los barrios; del cotidiano del trabajador precario e informal, de la hastiadora impasividad de quienes ostentan el poder, de la corrupción, la ignorancia y las desigualdades estandarizadas; de los prejuicios y el voraz individualismo de la sociedad actual.
“Dos son tres”: los linchamientos son sinónimo de impunidad y ocasión perfecta de corrupción; “Déjame dormir”: el lado narrativo de Soledad. Cómo consiguió el trabajo, su afición a contar; verdades y fantasías.
Tanto libro de cuentos como de crónicas, pero a la vez, una nouvelle bien hilvanada de retazos de vida de la protagonista. Común y corriente: las crónicas de Soledad V, no necesita encasillamientos, pues los trasciende. Eso sí, dan muchas ganas de seguir: Vicky, por favor, necesitamos más historias de Soledad. No cabe duda de que las hay.
Fuente: Revista La Trini