“Escribo aquello que mi intuición me orienta”
Entrevista a Christian Vera
Por: Adhemar Manjón
Editada este año en España como El profesor de Literatura (Caballo de Troya), fue publicada en Bolivia como Click (El Cuervo, 2012). Vera habla aquí de algunos aspectos de su obra.
– ¿Cómo nace El profesor de Literatura, es decir, la forma en que está estructurada y la idea de hacerla en el periodo de tiempo en el que transcurre?
En los planes quería contar de forma muy ambiciosa la historia de un colegio. En la escritura las cosas se fueron deteriorando y de ese gran proyecto quedó apenas la radiografía fragmentaria de un hombre sin atributos que es el profesor, el personaje eje sobre el cual se construyen las tramas del relato. Y me dio la sensación de que a medida que la escribía, esta demandaba brevedad, rapidez, legibilidad, ingenuidad, también algo de estupidez y de un sentido del humor algo particular que espanta a algunos lectores.
– Se puede ver como una gran crítica al sistema educativo boliviano ¿Cuál es tu evaluación del mismo, partiendo del hecho de que sos profesor?
Seguramente tiene esa pretensión. Pero, no creo que las novelas, las grandes novelas, se escriban para realizar simplemente una ‘crítica’. ¿Qué crítica realizaría el Ulyses de Joyce? ¿Solamente es una crítica a la vida moderna? Es mucho más que eso. O Sangre de mestizos, de Augusto Céspedes, no solo habla de la insensatez de la Guerra del Chaco, sino que a partir de metáforas e ironías desnuda todos los fantasmas de lo boliviano. Y claro, mi novela, que por supuesto tiene muchísimas limitaciones y carencias, pretende, desde su pequeñez, ser más que una crítica a la educación.
– Con Ciudad Trilce ganaste el Premio de Poesía Yolanda Bedregal y con Click te publican en España ¿Cuáles son tus expectativas una vez que terminás de escribir un libro?
Pretencioso e ingenuo, sentí la necesidad de que Ciudad Trilce entre por la ventana de un premio para instalar un debate. Pero es un libro que causa tal aborrecimiento que sufrió el maltrato del silencio absoluto. Dicen que cada libro se merece a los lectores que tiene. Creo que los lectores de mis libros son unos cuantos, que al leerme siempre quedan insatisfechos. Y este detalle para mí es fundamental. Tengo muchas limitaciones para escribir, así que no puedo atreverme a construir ficciones para gustar a un grupo de lectores que demandan cierto tipo de ficción al estilo de Vargas Llosa o el de Bolaño. Puede sonar paradójico e inmaduro, pero escribo aquello que mi intuición me orienta. Creo que en esta tarea de escribir uno va cultivando tramas, sentidos que de a poco van germinando en proyectos ficcionales.
– ¿Cómo tomaste el hecho de ser publicado en España por una editorial como Caballo de Troya, al mando del legendario Constantino Bértolo?
Algo desconcertante, la verdad. La novela salió hace dos años en la editorial El Cuervo, pero tanto yo como los pocos lectores que tuvo la novela no vimos nada relevante en esa pequeña ficción. Así que para todos fue una sorpresa; para algunos, una mala sorpresa, para mí, una sorpresa increíble que el gran Constantino Bértolo le haya prestado atención a Click. Gracias a Constantino y a la edición de Caballo de Troya mi novela se volvió a instalar en ese reducido circuito de lectores que hay en el país, y claro, también llegó a varios lectores de afuera que incluso se animaron a escribir reseñas. En todo caso, estoy muy agradecido a Constantino Bértolo, que se animó a incorporar mi novela en ese importante catálogo que es Caballo de Troya.
– Dentro de todo ese mundo de drogas (ansiolíticos, antidepresivos, etc.) relatado en tu novela, ¿cómo ves tú la apertura hacia el uso de estas sustancias en la actualidad?
La farmacia, con todos sus medicamentos, cada vez está más presente en distintos momentos de nuestra vida. Ahora más que nunca hay una dependencia mayor por sustancias químicas. Y no me refiero a sustancias químicas ilícitas, controladas o vigiladas, sino hago referencia a toda esa gama de químicos legales que modifican el ánimo y la autoestima de la gente. Vivimos en medio de una cultura química sintética que forma parte de la artificialidad de la vida urbana hipermoderna en la cual experimentamos nuestra vida. Y esa línea es la que me interesó activar en la novela.
– ¿Te costó trabajarla con esa prosa plana después de haber escrito un libro de poesía, donde era más pulcra?
Ciudad Trilce es jugar hasta el límite con la posibilidad del artificio y mentira que se esconde en las palabras y en sus sentidos. En cambio, Click es la radiografía de un personaje algo parco; para abordar a ese personaje y sus tramas era pertinente tratar a las palabras de otra manera.
– ¿Has vuelto a leer la novela? ¿Qué cambiarías?
No, no la volví a leer, ni lo volvería a hacer. Son los lectores de la novela los que probablemente quisieran que la novela fuera distinta, ellos sí la cambiarían. Yo no.
Fuente: Brújula