Por Rodrigo Urquiola Flores
El aburrimiento del Chambi y otros cuentos clandestinos, de Daniel Averanga (Kipus, 2022), es un libro que contiene diez relatos que transcurren en distintas épocas de la escritura del autor y en diversos escenarios: El Alto y sus contornos, sobre todo (La Ceja, la 16 de julio, Cosmos 79), alguna vez animándose a bajar a la Zona Sur o al Centro de La Paz, a ratos parodiando a figuras tan conocidas como el padre Obermaier o el Chueco Céspedes y, a momentos, riendo con desparpajo o asombrándose ante el absurdo del horror.
Inevitable en Averanga, el género del terror está presente en cuentos de zombis u hombres lobo ambientados en una Bolivia extraña como “El frente tricolor” o “Luz de luna”. “La Paz era una fiesta” es un relato febril que confunde la noche paceña con figuras literarias de antaño. “Domingo odiaba los lunes” narra, bajo sospecha permanente, algunas escenas de la Guerra del Chaco. Hay un par de cuentos que fueron imaginados como cómic –un mundo al que el autor es bastante afecto–. “Ulises revisited” es un interesante cuento breve que le pone aire andino a la historia clásica de Homero. Y el cuento que cierra el libro, “Un hombre de letras”, es un relato sobre un personaje tan extraviado en el feroz mundo editorial, los concursos literarios, su propia grafomanía y sus ansias de reconocimiento que, al final, con ese mismo empecinamiento del extravío, continúa en el camino a pesar de todo y, con un cigarro en la boca y un trago en la mano, contra todo, no sin valentía a pesar de sus limitaciones artísticas.
Para quienes no nos gustan los empecinados estados de Facebook del autor y la mayor parte de su actividad en redes, puede que el prólogo sea innecesario, una cansadora extensión de aquello. Personalmente, hubiera preferido el silencio del escritor ante la voz de su propia obra, que es la única que debería prevalecer, sobre cualquier justificación, sobre cualquier vanidad: el empecinamiento silencioso de ese hombre de letras cuando cierra los ojos y piensa en esa cada vez más lejana inmortalidad mientras fuma o bebe.
Destaco dos cuentos del libro. Ambos son buenos cuentos, dignos de aparecer en antologías y leerse con atención. Los menciono juntos porque comparten un universo en común: “El aburrimiento del Chambi”, que da su nombre al libro, y “Hambre”.
En el primero, un policía, el Chambi, que no es tan hijo de puta como el narrador del cuento, otro paco, aunque todos piensen que sí lo es y se alejen de su monstruosidad no solo física, simplemente se aburre y, por eso, se le ocurre hacer una travesura, unir dos mundos tan peleados como el de los jailones zonasureños con el de los habitantes alteños en un par de sus peores representantes, dos afamados maleantes. “El aburrimiento del Chambi” obtuvo un 2do lugar en el Premio Franz Tamayo y probablemente mereció mejor fortuna en esa ruleta rusa que son los concursos literarios.
“Hambre” es otro cuento sobre pacos que deambulan en La Ceja. Los policías asisten a una de esas habituales escenas de violencia que suceden en nuestras calles –no solo alteñas, anotemos– mientras saborean unos deliciosos anticuchos. Una pelea de pareja termina cuando la mujer le clava unas tijeras en la espalda al varón. Como es su deber, los arrestan, pero, con una indiferencia que, paradójicamente, no deja de cuestionar muchas cosas a través de la lacónica conversación meditabunda que sostienen los pacos. Este cuento obtuvo una mención en el prestigioso Premio Iberoamericano Julio Cortázar, en Cuba.
Fuente: Ecdótica