Episodios incómodos de la Guerra del Chaco
Por: Freddy Zárate
Han transcurrido 79 años desde el fin del conflicto bélico que vivió Bolivia con el Paraguay. La Guerra del Chaco (1932-1935) fue la gran preocupación intelectual hasta la Revolución de 1952.
José Ortega, especialista en literatura boliviana, afirma: “Literariamente la Guerra del Chaco dio lugar a la llamada Generación del Chaco, es decir, un grupo de escritores a quienes la traumática experiencia de este conflicto llevó a la introspección y análisis de las motivaciones y consecuencias que la guerra tuvo en la sociedad boliviana”.
A partir de la toma del poder del MNR en abril de 1952, el tópico chaquístico fue perdiendo jerarquía anímica. El pensador René Zavaleta (1937-1984) sustentó que todo este fermento beligerante terminó con la insurrección popular del 52: “Es quizá el acontecimiento más extraordinario de toda la historia de la república”, dogmatizó el autor.
En la actualidad, se puede percibir un alejamiento por parte del sector universitario y la población en general de esta idea zavaletiana tan común hasta la década de los 90. La generación actual está distanciada por la rigidez ideológica que promovió la “crisis generacional del Chaco”. El presente está signado por nuestra coyuntura inmediata.
Inquietud existencial
La historiografía chaquística se remite a los “grandes” episodios de lucha en trincheras. Se tiene estudios desde porqué perdimos la guerra (estrategia y táctica militar), la diplomacia en la guerra, el combate en Boquerón (1932), hasta el “corralito” de Villamontes (1934).
El libro que mejor engloba asuntos históricos, militares, políticos y diplomáticos es Masamaclay (1965) de la pluma de Roberto Querejazu Calvo (1913-2006). Pero hasta el día de hoy tenemos escasos estudios acerca de la vida cotidiana de los combatientes en el Chaco. Se puede mencionar al Chueco Céspedes (1904-1997) con Sangre de mestizos (1936). El estudio del historiador René D. Arze que publicó Guerra y conflictos sociales (1987). Este trabajo en su segunda parte contiene la versión oral de la guerra. El autor recolectó minuciosamente varios testimonios de excombatientes y nos enfoca una versión diferente del conflicto del Chaco.
Voces críticas
La contienda bélica produjo una gran cantidad de estudios referidos al tema. Los propios jefes del ejército, soldados y actores políticos escribieron al respecto.
Finalizada la guerra empezaron a publicarse inmediatamente estos traumas existenciales en folletos, memorias y novelas. Pero rápidamente el Estado Mayor prohibió cualquier circulación de textos. “Para toda publicación de asuntos relacionados con la guerra debe solicitarse autorización expresa de esa repartición”, según un despacho telegráfico del 16 de septiembre de 1935 revelado por Porfirio Díaz Machicao. Por tal motivo, se puede deducir la publicación de textos en Argentina y Chile.
El joven y futuro escritor Díaz Machicao (1909-1981) participó de la contienda bélica y publicó Los invencibles en la Guerra del Chaco (1935). Este texto fue censurado por parte del Estado Mayor. El ejército boliviano no comulgaba con las declaraciones escritas por el autor: “Yo no fui al Chaco para matar por la patria. Fui conducido a las trincheras para ser inmolado. En mis ojos los compañeros de la línea podían leer mi propia sentencia de muerte. Me habían enviado para fusilarme”, atestiguó el autor.
Un año después apareció la novela Chaco (1936), de Luis Toro (1899-1950). El historiador Jorge Siles afirma que Toro fue “quien bajo el rótulo austero de Chaco, compuso una vigorosa descripción del escenario bélico sin haber conocido de esa región, tan certeramente pintada por él”. Al año siguiente el cochabambino Jesús Lara (1898-1980) compuso Repete (1937). En los años del conflicto bélico Lara fue convocado a acudir a la contienda. A raíz de esto, el futuro escritor tuvo experiencias traumáticas que sirvieron de base a su célebre libro.
La vida cotidiana
A pesar de ser la guerra más larga que tuvo Bolivia en el siglo XX, cabría señalar que no todo era disputa bélica propiamente dicha. Falta una aproximación acerca de la vida cotidiana en el Chaco. Por eso la importancia de Díaz Machicao, Toro y Lara, que nos retratan esos trozos existenciales auténticos de los soldados bolivianos.
Por ejemplo, Lara vio desde el primer día de su reclutamiento en alguna oficina de Cochabamba, que los médicos –con alardes de severidad– eran flexibles con unos e inflexibles con otros. También en tiempos en que la patria necesitaba a sus hijos acaecía el favoritismo, el llunkerio (adulación interesada) y el compadrerío. A esos soldados “favorecidos” se los declaraba inhábiles para la guerra o aptos solamente para servicios auxiliares.
Lara tituló a su diario Repete por una anécdota que escuchó. Vio cómo la terrible categoría de diferenciación étnica, lingüística y cultural que existía desde la colonia y envenenaba las relaciones entre los bolivianos, se acentuaba entre los “hermanos” combatientes. Lara sostenía que Repete era sinónimo de indio, de hombre de trinchera.
La novela de Toro y las notas de Lara nos pintan el panorama de los campamentos militares. Describen a soldados llorando, añorando a sus padres, esposa o hijos. Algunos sentían temor de morir y se aferraban a la vida y se auto-herían o fingían estar “terriblemente” enfermos para permanecer en instalaciones de sanidad. Otros simplemente se la pasaban bebiendo alcohol, vino y singani. No faltó la banda de música del fortín, la cual alternaba con la mandolina y la guitarra ¿sería para quitarse el miedo o serían bohemios?
En otros casos unos se ligaban a las apetecibles y escasas enfermeras, en otros casos a las aborígenes del lugar o cualquier parecido al bello sexo (homosexualismo).
El diario de campaña del soldado Antonio Arzabe titulado Boquerón (1961) nos describe lo que sucedía después de los “grandes acontecimientos” en el Chaco. Arzabe revela que a pesar de que siempre había emboscadas de patrullas o la caza de centinelas en los que algunos soldados morían o resultaban bajas de parte de los paraguayos o bolivianos: “Después todo era monotonía. Los días pasaban dentro de la modorra y el fastidio del calor y los mosquitos. Sólo en los fortines donde habían mujeres, éstas se entregaban a la tarea de tejer intrigas entre la oficialidad joven, las mismas que ocasionaban rencillas, celos y por qué no decirlo hasta uno que otro duelo que nunca se llevaba a efecto por culpa de los padrinos que siempre sabían subsanar el honor mancillado”.
Humano, demasiado humano
El recorrido que nos exponen los textos de Díaz Machicao, Toro y Lara, son reflejos incómodos de la contienda bélica. Los soldados bolivianos, como cualquier ser humano “normal” en plena guerra, conformaron grupos cerrados donde se favorecían y ayudaban entre ellos.
El “hermano” boliviano que estaba fuera de esa “rosca” tenía que franqueárselas como podía. A pesar que en las trincheras del Chaco se constituyeron lazos de fraternidad entre compatriotas bolivianos, las viejas discriminaciones étnicas daban paso a la diferenciación lingüística y cultural.
La Guerra del Chaco produjo implicaciones políticas, geográficas, sociales y culturales que de algún modo fueron estudiadas y documentadas por nuestros investigadores. Pero todavía hay mucho que desbrozar acerca de la vida íntima de los soldados bolivianos. El conflicto bélico en el Chaco no sólo fue un heroísmo desproporcional de parte de los “pilas” o “bolis”, sino estos fragmentos descritos por Díaz Machicao, Luis Toro y Jesús Lara, nos conducen a una realidad no tan heroica y nos reflejan algunos aspectos incómodos de nuestro s valientes soldados que en el fondo son muy “normales”, ya sea en tiempos de guerra o en tiempos de paz. Son como diría Nietzsche: Humano, demasiado humano.
Fuente: Lecturas