10/16/2010 por Marcelo Paz Soldan
Entre la horas de Cecilia Romero

Entre la horas de Cecilia Romero


Tripulante en tránsito
Por: Lourdes Saavedra

Abrir un libro es como abrir un cuerpo
para sentir y leer la lengua viva
de la palabra

Claudia Peña
Julia Kristeva menciona, que la mujer es un “contenido sin continente” que se esparce por el mundo, rechazando lo estructurado, lo significado, lo definido, no hay opuestos binarios que pongan un alambre de púas al goce femenino como universo de placer infinito. En este sentido Cecilia Romero en su libro Entre las horas explora un cuerpo narrativo enigmático, desnudo de prejuicios, desarraigado, introspectivo y regresivo, que responde a la cronología imperativa del deseo.
El tiempo que marca el compás entre las horas, nos ofrece alrededor de una decena de relatos que exhiben elegancia y rigurosidad. El primer cuento iniciático es “Hombre en baño María”, en el cual la madurez narrativa de Romero es certera “Me doy largos baños de tina, como cosas congeladas que se ponen en baño María para que vuelvan a la vida” sondeamos la complejidad de un personaje femenino que se piensa y siente hombre, y busca sumergirse en el agua para que un molusco complete su pubis con la plusvalía de la masculinidad, que agoniza en la indiferencia de su musa, su Wendy doméstica la única que podía costurar su sombra perdida, el pedazo de la falta,
Ay Wendy… tu Peter Pan navega en las sales buscando animar su cuerpo: territorio baldío de ausencias.
La manera de estructurar el universo femenino con diversas constelaciones, se encuentra en la historia de Nadia una lolita sin gloria, que en el laberinto de la madurez evoca el pasado, mientras mira el césped de su jardín buscando la adolescencia perdida, queriendo volver a los diecisiete después de vivir un siglo, después de ser una niña que se pierde en el sexo de su maduro amante, después de la presión social de las redes puritanas, después del exilio, después del después. Una replicante al estilo Blade Runner que gime mecánicamente en un mundo demasiado humano.
Romero apela al flashback como quien observa una sobreexpuesta fotografía instantánea, donde la subjetividad de su proyecto estético es encontrarse como una errante sin destino manifiesto. Giovanna Rivero en el prólogo de este libro acertadamente señala que se trata de una novela con personajes que viven en el desarraigo geográfico (Argentina, Chile, Bolivia, etc) considero que el desarraigo no es solamente geográfico, sus personajes son tripulantes en tránsito de sus vidas, gozando una felicidad clandestina, y auscultando su cuerpo como territorio de fuego, que no se quedan con el edulcorante del futuro, se buscan en la carne del pasado, en un presente incierto, en un tránsito existencial feroz, más allá de los tradicionales roles femeninos o masculinos.
En este libro se pueden ver las influencias de Cortazar, especialmente en el cuento “El grito de la Mariposa” merecedor del premio “Adela Zamudio”, ya que el delicado efecto sincronizado del aleteo de una mariposa puede cambiar el universo de una mujer que contempla una araña al estilo kafkiano, mientras alguien muere por un ataque de alfileres al probarse un traje y las rojas buganvillas pueden contemplar una ciudad seca de recuerdos. También se pueden detectar guiños a la obra de Alberto Fuguet en la explicita referencia de Matias Vicuña.
Si un libro tuviera la posibilidad mágica, de emitir sonido cuando se los acerca al oído, indudablemente se escucharía el mar, los pasos de la piel, el grito de una mariposa, la cadencia de una infancia en bicicleta, Demoliendo Hoteles de Charly García, la banda sonora de la familia Engals, el himno nacional y la dictadura… La fragilidad de una palabra que se quebranta al narrar entre la delicada caricia de los pimentos rojos que recuerdan a los abuelos, los ochenta, la amistad como complicidad y la familia.
Esta colección de cuentos no nos promete una epistemología de la tristeza, ni la exagerada caricatura de personajes que viven en el borde de la locura o la maldad light, tampoco serial killers que toman yogurt y acechan niñas en el vecindario. Cecilia Romero nos da la posibilidad de conocer el uso del lenguaje como una tijera que corta, premeditadamente el cuerpo de las palabras. Say no more.
Fuente: Ecdótica