Alucinógenos y “encarnación virtual” en La mirada de las plantas de Edmundo Paz Soldán
Por Maribel Arenas
En las inmediaciones de la localidad boliviana de Villa Rosa hay un misterioso laboratorio del que nadie habla bien en el pueblo. En su interior una paraba (papagayo) rojiazul se arranca las plumas a picotazos, mientras un grupo de voluntarios se somete a un experimento con la `alita del cielo´, una planta alucinógena que llega a lo más profundo de sus recuerdos.
De esta manera, el escritor Edmundo Paz Soldán dibuja en su nueva obra La mirada de las plantas un universo distópico y fantástico en el que la inteligencia artificial, la perversión de las redes sociales y la cultura del extractivismo dentro del Amazonas se erigen como una nueva forma de narrar la emergencia climática.
“A mi me interesaba hacer chocar lo natural y lo tecnológico”, explica a EFE el autor en una entrevista en la Casa de América de Madrid, al tiempo que reinvindica la necesidad de responder de inmediato a la crisis ambiental.
“El Amazonas es el grado cero de la crisis ambiental en América Latina”, sentencia.
Contra la explotación
La nueva propuesta de Paz [Soldán], también incluye una crítica hacia la “explotación del ser humano por el ser humano” a propósito de sus relaciones con las redes sociales y su idea de la privacidad.
Para ello, el escritor radicado en Estados Unidos juega con el lado más oscuro de sus personajes y convierte a su protagonista en un psiquiatra que filma a escondidas a mujeres para hacer un deepfake [manipular las fotografías para generar contenido falso] de uso pornográfico.
“Sobre todo los hombres piensan que si no tocas a la persona puedes hacer lo que quieras con su imagen”, reflexiona el escritor.
A propósito de la explotación, Paz [Soldán] también aborda la pervivencia de la “semiesclavitud laboral” de los pueblos indígenas en esta región, a través de uno de los voluntarios al que le persigue, de forma gigante, el capataz brasileño que explota a su comunidad y le torturaba arrancándole pedazos del lóbulo de la oreja.
“Cuando lees la vorágime y hablas de la explotación del caucho, ya estás pensando en algo que se terminó allá por el 1920. Entonces llegas ahí y te enteras que las instituciones como el CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) te hablan en sus informes de la cantidad de gente que todavía trabaja en un estado de esclavitud o semiesclavitud laboral”, lamenta.
“Compañías extranjeras se alían con cooperativas mineras nacionales y contaminan ríos, muchas veces con la anuencia del Estado”, añade.
De la crónica a la ficción
La mirada de las plantas es el resultado de un viaje a Cobija, próxima a la frontera con Brasil, que tuvo lugar diez años atrás por el deseo de su esposa de regresar a la selva.
Ella nació en Santa Cruz, región amazónica de Bolivia que, en los últimos años, experimentó no solo un gran desarrollo económico sino, también, la expansión de sus ciudades y el desplazamiento de la selva que, inicialmente, se encontraba “muy cerca de la ciudad”.
“Para mí era un paisaje nuevo. Yo vengo de la zona de los valles en Bolivia [Cochabamba]. Me pareció tan nuevo que me impresionó”, recuerda.
Paz [Soldán] reconoce que, inicialmente, su obra estaba pensada para adoptar el formato de crónica hasta que las fuentes que debían darle vida se negaron a revelar su identidad.
“Yo hablaba con la gente, les preguntaba si podía utilizar su testimonio en una crónica, pero me decía que ‘no’ por temor a la difusión a gran escala de sus intimidades, en el marco de una zona “con mucha tensión política”, razona.
“La mayor zona de oposición a Evo Morales era lo que se denominaba la Media luna, zona de los departamentos del oriente boliviano, pero la región de Pando (donde transcurre la trama), con la migración interna de los últimos años, vivió un equilibrio de fuerzas y hubo choques políticos”, precisa.
Como consecuencia, finalmente apostó por una novela de ficción en la que “la imaginación tuvo que activarse y la experiencia personal distanciarse”.
Paz [Soldán] concluye que el mayor desafío a que se enfrentan ahora quienes buesquen nuevas formas de narrar la emergencia medioambiental es cómo contar que “lo que está ocorriendo es parte de un proceso que abarca millones de años y que de pronto te llegó la factura hoy, pero no es algo que ocurrió ayer”, y “cómo incorporar la relación de los seres humanos con las plantas y los animales”.
Fuente: EFE