En busca de la novelística boliviana perdida
Entrevista a Juan Pablo Soto
Por: Santiago Espinoza
Todo comenzó en 2005, cuando Juan Pablo Soto Jiménez (Comarapa, Santa Cruz, 1985) aún era estudiante de Filología Hispánica. La curiosidad por descubrir novelas bolivianas del siglo XIX lo llevó a husmear en bibliotecas cruceñas. No satisfecho de sus hallazgos, se fue a buscar más archivos a Sucre, donde montó su base de operaciones y, a la par de sus indagaciones, decidió estudiar historia. Pero, lejos de quedarse quieto, siguió visitando archivos en Potosí, Oruro, La Paz, Cochabamba, Buenos Aires y Santiago de Chile. Más de diez años después, esa curiosidad ha sido finalmente satisfecha en dos tomos (uno de 1382 páginas y otro de 1280) que recogen 56 novelas nacionales, más de la mitad de ellas desconocidas. Ficcionalización de Bolivia. La novela/leyenda del siglo diez i nueve (1847-1896) es el título del monumental libro de cuya compilación, estudio, notas y edición ha estado a cargo Soto, con la colaboración de Máximo Pacheco B. El trabajo será presentado este miércoles 30, a las 18:30, en el Centro Simón I. Patiño (calle Potosí casi Portales) de esta ciudad, donde los interesados podrán comprarlo a 600 bolivianos. Quienes deseen adquirirlo fuera de la presentación, pueden contactar a Soto llamando al teléfono 70075258 o escribiendo a la dirección electrónica sotojpablo@hotmail.com.
En este entrevista, Soto abunda en el origen de su proyecto, detalla su proceso de realización, reflexiona sobre el desconocimiento de la novelística boliviana del siglo XIX (prácticamente reducida a Juan de la Rosa), plantea la necesidad de repensar el canon literario nacional a partir de sus hallazgos, y señala los eventuales usos y destinatarios para su libro, cuya investigación y edición ha sido enteramente financiada con recursos propios.
– ¿Cómo nació la investigación que ha dado lugar a los dos volúmenes de Ficcionalización de Bolivia. La novela/leyenda del siglo diez i nueve (1847-1896)?
Surgió a partir de la lectura de los manuales de literatura boliviana, y de constatar que hay una tradición repetidora en lo que respecta a la literatura del siglo XIX, en específico de la novela, lo cual por supuesto llamó mi atención y entonces decidí indagar el porqué de esta repetición, y lo que surgió fueron las 56 novelas, más del 50 por ciento nuevas.
– ¿Cuánto tiempo te demoró realizar este trabajo, en qué consistió y cómo lo financiaste?
En el año 2005 empecé con unas pequeñas pesquisas en bibliotecas de la ciudad de Santa Cruz, cuando estudiaba Filología Hispánica. Una vez concluidos mis estudios en esta ciudad, me trasladé a Sucre, ahí entré de llenó a investigar en los archivos propiamente dichos; y el año pasado encontré una novela que estaba buscando hace ya algunos años atrás. Por lo que se puede decir que este trabajo ya lleva por lo menos una década.
El trabajo consistió en revisar todos manuales de literatura o libro que hablase de la novela del siglo XIX; posteriormente se revisaron todos los folletos impresos decimonónicos; una vez concluida esta revisión, se inició con los periódicos impresos (más de 1500 títulos, más de un millón de números revisados) en este siglo, donde se dieron los más grandes hallazgos de esta investigación. Esta revisión se la realizó en los archivos de Sucre, Potosí, Oruro, La Paz, Cochabamba, Santa Cruz, Buenos Aires y Santiago de Chile.
Toda esta investigación, lamentablemente y como ya es costumbre creo para este tipo de emprendimientos, no tuvo ningún financiamiento de ninguna institución pública o privada; todo se financió con los pocos recursos de estudiante que mis padres podían enviarme. También tengo que mencionar a mi amigo Máximo Pacheco, que colaboró tanto logísticamente como intelectualmente. Por lo que hubo días en que tuve que optar entre investigar o comer, así que como era obvio opté por investigar, y así pasaron días que me alimenté con las ganas de investigar en vez de comida, literalmente, no es de ninguna manera una metáfora. Se puede decir que esta investigación fue financiada con recursos propios, e incluso hasta la publicación.
– ¿Cuál crees que sea la utilidad de descubrir estas 56 novelas, tanto para el estudio de la literatura como para la revisión histórica de Bolivia?
A partir de las lecturas que se haga de estas “nuevas” novelas/leyendas, podremos observar y estudiar las preocupaciones o temáticas que les interesaba desarrollar a los novelistas. Puesto que en este trabajo se insertan las novelas tal cual aparecieron en el siglo XIX, respetando la sintaxis en su primera edición, se podrá realizar estudios filológicos; además que, con la lectura de estas, se podrán observar qué acontecimientos históricos quedaron o quisieron inculcar o que no se olvide del imaginario nacional, a partir de la labor pedagógica de la novela. Es por ello que titula Ficcionalización…
– Más allá de los esfuerzos puntuales de investigadores, como Gunnar Mendoza, Gabriel René Moreno, Augusto Guzmán o Adolfo Cáceres, por recuperar, estudiar o siquiera reconocer la existencia de la novela boliviana del siglo XIX, ¿a qué atribuyes la falta de interés de la crítica literaria por investigar más sobre la literatura nacional del siglo XIX?
La respuesta creo que es sencilla para los dos primeros: su tema de interés único no era la novelística decimonónica. Por ejemplo, Moreno abarcó casi toda la producción libresca del siglo XIX, prueba de ello son la Biblioteca Boliviana, con miles de títulos anotados; en el caso de Gunnar Mendoza, su interés, al igual que en Moreno, era más bibliográfico-archivístico.
En el caso de Augusto Guzmán sí tenía como una de sus prioridades el estudio de la novela boliviana, es por ello que uno de los grandes aportes es justamente de él, porque estuvo dedicado a ello a hacer una investigación y no solo crítica; mientras que Cáceres Romero se enfocó más en la crítica y no tanto en la historia, es decir en la revisión bibliográfica novelística. Si revisamos ambas obras, casi son los mismos autores los que se estudian.
Con esto quiero decir que el principal problema en la crítica literaria es que se ha alejado de la historia literaria: no se revisa, no se investiga, no se va a los archivos, y si no se va a los archivos, no se puede hacer investigación seria, en el caso del siglo XIX. Más que falta de interés creo que es falta de recursos económicos, falta de políticas para que una persona se dedique a investigar solamente y no hacer dos cosas al mismo tiempo. La gran falencia de la investigación, por ello es que se conoce tan poco del siglo XIX.
– ¿Por qué la tradición literaria ha reducido la novela boliviana del siglo XIX a Juan de la Rosa, de Nataniel Aguirre, en desmedro de otras obras y autores?
Porque Memorias del último soldado de la Independencia. Cochabamba, por Juan de la Rosa (título y autor que aparecen en la primera edición de Juan de la Rosa, atribuida luego a Nataniel Aguirre) es una novela que tuvo una amplia difusión. Recordemos que se publicó en el periódico el Heraldo en el año 1885. Este papel gozaba de una amplia difusión no solo en la ciudad de Cochabamba, sino en el resto de los departamentos. No olvidemos que otros periódicos solo llegaban a un pequeña parte de la población de una sola ciudad, y allí se publicaron varias novelas y por supuesto que quedaron en el olvido. Esta es una clave de su popularidad, pero también no hay que negar de ninguna manera la calidad estilística y conceptual de esta novela. Y si asumimos que Nataniel Aguirre es el autor, pues también esta es una arista para entender su difusión por los estratos culturales a los cuales él se rodeaba. No olvidemos que fue Prefecto, Ministro y jefe de un partido político. Todo esto es un factor histórico.
Pero es el factor crítico, el que también ha jugado un papel para su difusión. En qué libro o manual de literatura no hemos visto esta novela, ya sea nombrada, estudiada; pero casi nadie se preguntó si había más novelas escritas en este siglo, siguió tomándola como una de una veintena, o simplemente como la única, porque los críticos así lo quisieron o simplemente no quisieron investigar más. Es decir, la crítica no acompañada de la historia literaria.
– ¿Consideras que el redescubrimiento de estas 56 novelas debería llevar a repensar el canon de la literatura boliviana, encarnado por selecciones como las 15 Novelas Fundamentales de Bolivia o la Biblioteca del Bicentenario?
Justamente, hace ya como un par de meses envié una carta a la Biblioteca del Bicentenario de Bolivia. Aún no recibí ni acuse de recibido, ni menos respuesta alguna, en la cual planteaba o por lo menos sugería que debería hacerse una revisión. ¿Por qué solo Memorias del último soldado… se encuentra inserta en esta colección, siendo que hay muchas novelas, teatro, poesía, ensayo, libros de historia que podrían haberse incluido en esta selección? No olvidemos que es el bicentenario: 75 años de esos 200 se encuentran en el siglo XIX y, si revisamos, hay más publicaciones del siglo XX que del XIX. Solo Memorias del último soldado… representa a todo el siglo XIX novelísticamente, y las otras 55, ¿qué?
Lo que pasa es que las personas que han seleccionado esta colección, son las mismas que no han investigado el siglo XIX, sino que han seguido los manuales de literatura que hoy rigen en nuestro entorno literario. Entonces, ¿qué más podemos esperar? Pretendo que este trabajo sea para que los demás investiguen.
– Teniendo en cuenta su tiraje limitado (50 ejemplares) y su voluminoso contenido (dos tomos de más de 2.500 páginas), ¿a quiénes está dirigido este trabajo y qué utilidad esperas que le den sus destinatarios?
Cuando inicié esta investigación, pensé en mí, un estudiante que quiere conocer, más que conocer, leer estas novelas que se encuentran nombradas en los manuales de literatura, así que al final de la investigación en mi cabeza estaba como mi público estudiantes universitarios, inclusive de colegio, para tener un abanico más amplio sobre qué leer y no repetir de memoria a los habituales que hoy tenemos como currícula. Pero hoy me encuentro con dos tomos, 2500 páginas, una edición personal, costosa. Pienso que el público no ha cambiado, sino que el mercado editorial me obliga a que cambie el público por el costo, no por el contenido.
A partir de esta publicación quisiera que salgan todos los estudios que se puedan, filológicos, estilísticos, antropológicos, de género, lo que fuese. Para eso está, el trabajo está para la persona que tenga afán de conocer el siglo XIX literario.
Fuente: La Ramona