Por Carlos Decker-Molina
La obra de Liliana Colanzi, son más de tres libros, pero yo he tenido acceso a tres libros: Vacaciones permanentes, Nuestro mundo muerto y Ustedes brillan en lo oscuro. Me he permitido escribir este análisis en base a esas de tres obras, breves, pero profundas.
Tiempo profundo
Colanzi desplaza la mirada de lo inmediato humano hacia un horizonte cósmico y geológico.
En Ustedes brillan en lo oscuro —traducido al sueco— varios cuentos plantean que la humanidad es apenas un instante en la larga historia del planeta. En “Atomito”, los experimentos nucleares se cruzan con visiones apocalípticas que sugieren que la radiación seguirá actuando mucho después de que los humanos hayamos desaparecido. Lo científico se funde con lo metafísico, y para algunos lectores esto se convierte en un manifiesto político sin proponérselo.
Tensiones
Su obra entrelaza cosmovisiones indígenas, mitologías locales y tradiciones espirituales con elementos de la ciencia ficción y el terror.
En Nuestro mundo muerto (2016), el cuento “Chaco” combina la violencia histórica de la Guerra del Chaco con un registro visionario, donde lo real, lo onírico y lo espectral se confunden. Allí conviven la memoria bélica y la dimensión mítica de los tuscales.
De modo similar, en “La cueva” (Ustedes brillan en lo oscuro), la narración atraviesa miles de años, desde tiempos prehistóricos hasta un futuro sin humanidad. Como padre de mellizos, lo leí con angustia: la historia muestra la continuidad de la naturaleza más allá del hombre, que es apenas un visitante, no su dueño ni señor. No tiene derecho a devastar bosques para ampliar su frontera agrícola ni a contaminar el agua.
Catástrofe
La devastación ecológica, la violencia política y la transformación corporal son constantes en su narrativa.
En Vacaciones permanentes (2010), su primer libro, el cuento “La ola” narra una catástrofe arrasadora desde la intimidad de personajes atrapados en tensiones familiares. Lo íntimo se convierte en un microcosmos de fuerzas descomunales, una marca de su estilo.
En Nuestro mundo muerto, “Alfredito” parte de lo cotidiano: una familia, una enfermedad. Pero pronto la mutación abre paso a lo inquietante, donde lo humano se transforma en algo desconocido.
Estética
Colanzi escribe con un tono que oscila entre lo científico y lo poético, lo cotidiano y lo visionario. Sus relatos mencionan radiación, mutaciones genéticas o exploración espacial, pero nunca como datos fríos: se integran a atmósferas líricas, cargadas de imágenes intensas.
Esa hibridez la inscribe tanto en la tradición del cuento fantástico latinoamericano como en una línea contemporánea cercana a la ciencia ficción especulativa.
Se lo comenté alguna vez: su literatura no es política en el sentido en que lo fue la de mi generación, pero su efecto roza lo político, porque coloca al lector en un tribunal invisible.
Laboratorio narrativo
Colanzi se mueve casi exclusivamente en el terreno del cuento y allí ensaya voces, tiempos y registros.
Por ejemplo, Vacaciones permanentes es un laboratorio inicial: tensiones familiares y violencias sociales vistas desde una mirada íntima y a veces adolescente.
En Nuestro mundo muerto marca un salto: el cuento como espacio de exploración histórica, mítica y política.
En Ustedes brillan en lo oscuro amplía el horizonte hacia lo geológico y lo cósmico, consolidando una poética en diálogo con la crisis ecológica y el Antropoceno.
La literatura de Liliana Colanzi es un territorio de cruces entre lo local (la selva, la familia, la historia boliviana) y lo universal (el cosmos, la energía nuclear, la extinción); entre el mito ancestral y la especulación futurista; entre la violencia histórica y la mutación biológica.
Con esos cruces, Colanzi ha renovado la literatura boliviana y latinoamericana, poniéndola en diálogo con las preocupaciones globales de nuestro tiempo: la catástrofe ecológica, la fragilidad humana y la búsqueda de sentido en un mundo que cambia vertiginosamente.
El jueves 9 a las 13.00 hora sueca se conocerá al laureado con el Nobel 2025. Se especula con la argentina Samanta Schweblin, quien transita sendas cercanas a las de Colanzi. Pienso que la hora de Samanta aún no ha llegado, pero, puedo equivocarme.
Fuente: Ecdótica