09/03/2007 por Marcelo Paz Soldan

El tesoro de Homero Carvalho

El tesoro de Homero Carvalho
Por:Adolfo Cáceres Romero

No se comprenderá a cabalidad lo que actualmente acontece en el país si se ignora la obra de autores cuyo imaginario –como ocurre con Homero Carvalho Oliva– se ha inspirado en varios de nuestros fastos; desde luego que son hechos que forman parte de nuestra cotidianidad; y esas obras, así no sean propiamente históricas, trasuntan un empeño por trasladarnos hacia un horizonte en el cual encontremos no sólo una justificación de nuestro ser sustancial, como lo hace Gaëtan Picón, cuando se refiere a la literatura francesa actual: “Sentimos –dice– ya como históricas obras y empresas que, sin embargo, están mezcladas en nuestra vida”. Es que sus voces se hacen tan íntimamente ligadas a nuestra existencia, que precisamos que nos hablen, como Homero, destapando un “arca de la Alianza”, porque es el encuentro que se proyecta del pasado al momento actual, que se nos ha hecho crucial, difícil, confuso, mostrándonos frágiles, al extremo que un expresidente de Colombia (Ernesto Samper), dice: “Lo que pasa es que Bolivia tiene condiciones sui géneris. Quizá este es el único país de la región que tiene la amenaza real de secesión, de partirse”. Es así cómo nos ven desde afuera, indudablemente; sin percibir nuestro esfuerzo por realizar nuestros anhelos de crecer, con o sin autonomía, pero conscientes de que somos una nación y me atrevo a decir integrada, a pesar de mi desencanto con la capacidad de nuestros gobernantes y políticos. Así, a ratos sentimos que todavía es más que es un prodigio la supervivencia de nuestra integridad territorial, la preservación de nuestros ingentes recursos naturales, a pesar de que los errores del pasado se repiten; es que no escarmentamos con lo que nos ha ocurrido, con los despojos que hemos sufrido, a lo largo de los 181 años de nuestra existencia. Un graffiti, en una de las calles de Cochabamba, decía: “Los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetir sus errores”. Desde luego que en muchos aspectos es dolorosa y frustrante la visión de nuestro pasado, pero también debemos rescatar aquellas valiosas experiencias que no se dieron en vano, ya sea con el fusil o con el azadón; pues precisamente es en esos hechos donde debemos medirnos, no con la visión de Arguedas, que nos consideraba un “pueblo enfermo”, sino con la que recuperan nuestros escritores, especialmente de las actuales generaciones, como: Homero Carvalho, Renato Prada, Edmundo Paz Soldán, Gonzalo Lema, Eduardo Mitre, Juan Claudio Lechín y muchos otros que transitan por nuestra sacrificada senda. ¿Sabían ustedes que la defensa de Boquerón es considerada como uno de los sucesos más heroicos de la humanidad, por historiadores extranjeros? Para nosotros es un hecho más, no hay monumento ni señal que nos hable de su magnitud. Todavía el heroico sacrificio de los colorados de Bolivia ha trascendido en una de las más hermosas marchas militares, como es “La marcha de los Colorados de Bolivia”. Aunque no es suficiente.
El comienzo del siglo XX fue trágico y patético por los desastres que se nos vinieron encima, no sólo por la pérdida de nuestro Litoral, sino porque, como ahora, la nación estaba dividida. La guerra civil que culminó con el traslado de los poderes legislativo y ejecutivo de Sucre a La Paz, dejó una huella profunda en el alma nacional, y ahora nos hallamos, expectantes, frente a una confrontación de similares características. Perdimos más de la mitad de nuestro territorio por no hacer consciencia del mensaje que nos legó el Mariscal de Ayacucho. Y lo curiosos es que si bien a comienzos del siglo XX el Willka Zárate sucumbió por sus excesos; ahora es un nuevo Willka, aunque con un mensaje de paz, quien maneja nuestro destino. Y esto es lo que refleja la obra de Homero. El tesoro de las guerras no sólo son las palabras que emergen de un arca de la Alianza; si bien son palabras que nos llegan desde el pasado, el autor las esgrime para advertirnos sobre la responsabilidad de nuestros actos, en el momento actual; entonces, el peso de sus reflexiones es muy digno de ser aquilatado.
La trama de “El tesoro de las guerras” es bastante sencilla, lo cual no quiere decir que se trate de una obra fácil; más bien diríamos que es una novela de reflexión, como una tesis sobre nuestra historia; pero no al estilo de las novelas que escribía Sartre. “El tesoro de las guerras” es una obra que nos habla de lo que somos; su estructura se motiva en unos documentos que son sustanciales para entender la vida no sólo de un ilustre militar del siglo XIX, sino que en su trama descubrimos que el autor nos ha ido armando un testimonio que nos habla de nuestro destino como nación, a través de una serie de personajes reales y ficticios. En tal sentido, la indagación de esos personajes es el motivo con el cual su creador nos confronta con la vida hecha nación. La fabulación es mínima en el diseño de esta obra, pues el volumen de los acontecimientos que la cimentan es tal, que sorprende cómo Homero, nuestro Homero boliviano de cepa, ha sabido acomodarlos en sus 233 páginas.
Lo curioso es que los escritores que abren el siglo XX cierran los ojos a los acontecimientos de su tiempo y, si nos hablan de ellos, lo hacen tangencialmente. No hay una sola novela que emerja de la Guerra del Pacífico o nos diga cómo soportó el pueblo boliviano de entonces la mutilación de nuestro amplio litoral o, también, de la guerra civil del 98, la pérdida del Acre y otros desastres que todavía nos duelen, como heridas que no terminaron de cicatrizar. Más bien nos hablan del indigenismo, criollismo, de walkirias y dioses exóticos, ambientados en la mitología nórdica o griega; en cambio, el ingreso al siglo XXI es todo lo contrario. Edmundo Paz Soldán fabula con el Palacio Quemado inclusive en el “Delirio de Turing”; por su parte Gonzalo Lema, en “Contra nadie en la batalla”, nos sitúa en la Bolivia de hoy, al igual que Homero Carvalho, que desde la “Ciudad de los inmortales”, publicada el 2005, pasa a “El tesoro de las guerras”, su reciente novela, para decirnos lo que somos y lo que debemos hacer. La siguiente reflexión, que encaja perfectamente a nuestra situación actual, nos revela algo sorprendente que es mejor que el propio lector lo descubra, leyendo la novela: “Somos una nación cansada –dice alguien que luego menciona Homero— sobre la que ha llovido demasiado dolor. Un todo siempre en lucha con sus partes. Un cuerpo en perpetua discordia con sus propios miembros; un río que no encuentra afluentes. El resultado es una tensión insoportable, que algún día nos hará saltar por los aires: Entonces, todos seremos más débiles y peores, una presa fácil para cualquiera”.