10/24/2016 por Marcelo Paz Soldan
El Tambor Vargas y la Historia

El Tambor Vargas y la Historia

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El Tambor Vargas y la Historia
Por: Roger L. Mamani Siñani

El Diario de un comandante de la Guerra de la Independencia de José Santos Vargas es uno de los documentos más fascinantes para la historia de nuestro país. Sus 286 folios relatan las andanzas del grupo de hombres que, en plena Guerra de la Independencia, conformaron la División de los Valles de La Paz y Cochabamba.
La historia que registra es tan cautivadora como dramática. Leer sus páginas es ponerse en contacto con un mundo trastornado por la guerra. El ruido de las armas de fuego, el de los sables y las lanzas chocando unos contra otros, el silbido de las piedras cuando eran arrojadas por las hondas indígenas, el golpeteo de los caballos y los gritos de desesperación llenaron el ambiente de aquellos lugares y sus pobladores se acostumbraron a ellos.
El peligro de perder la vida no era ajeno a cada paso. Vargas se ha convertido en nuestro cronista, aquel que nos lleva de la mano a conocer a su gran héroe, Eusebio Lira, al popular José Manuel Chinchilla y al detestable José Miguel Lanza, quien le hizo más de un desaire y lo colocó en situaciones de extremo peligro. Pero no sólo a ellos: nuestro guía nos presentará al truculento Fermín Mamani, más bandido que guerrillero; al sádico Pascual Cartajena, el sicario personal de Lira; al astuto Miguel Mamani.
Como cronista, Vargas es insuperable, pues logró retratar todos los aspectos de la vida de la guerrilla, desde aquellos más cotidianos, hasta aquellos de angustia total en medio de la guerra. Pero ¿para qué escribir un diario? Nuestro personaje nos da una respuesta contundente: “para que se sepa más cierto los sucesos en estos valles.”
En esto José Santos nos muestra su agudo instinto de historiador: “Como los sucesos en estos lugares no son de pasarse en silencio apunto para que se sepan”. Por lo tanto, era necesario dejar un testigo fiel de todo lo ocurrido en los valles de Sicasica y Ayopaya, pues “ni los superiores de Buenos Aires ni los de Salta saben del principio: quiénes fueron, de cómo, ni en qué tiempo, ni qué sujeto”.
Sin embargo, se ha puesto en duda su veracidad y fidelidad en cuanto al relato de los eventos que registra por el hecho de que el segundo manuscrito (publicado por primera vez en 1982; el primer manuscrito incompleto fue publicado en 1956, ambas ediciones a cargo de Gunnar Mendoza) tendrían varias imprecisiones en cuanto a las fechas.
Vargas se ocupó de esto y consecuente con su labor de testigo imparcial escribió: “Para que no estén en duda como en la presente, he puesto los casos con algunas circunstancias averiguando todo muy bien con mucha prolijidad, de forma que no recelaréis de que estos sucesos fueron así los pasajes”. Además aclaró que “El mismo día de los sucesos que constan en este Diario histórico puede fallar sí pero no el caso sucedido”. Dando de esta forma fin a la controversia del cambio de tiempos en una y otra versión.
Cuando José Santos no estaba bien enterado de algún acontecimiento, hacía lo imposible para averiguar detalles de lo ocurrido, siendo sus informantes aquellos hombres y mujeres que fueron testigos presenciales de los hechos.
El más sobresaliente es Rudecindo Vargas, ayudante de Eusebio Lira, quien le confiaba a nuestro autor los secretos del comandante, ayudado además por la circunstancia de ambos apellidarse igual y reclamarse parientes. En los casos de información acerca del enemigo, averiguaba lo sucedido por boca de los prisioneros o de los espías mandados para la ocasión. De esta forma, su relato es completo y nos acerca a la historia íntegra de la guerra.
Es por todo esto que Mendoza encuentra que el Diario fue escrito por un maestro de las “técnica de la utilización de fuentes orales historiográficas”, encontrando que la “metodología aquí es propia de una historiografía experimental […]. José Santos resolvía de otra manera el problema metodológico: vivir personalmente la realidad, convertirse él mismo en un ingrediente de la clave”.
Además siempre estaba dispuesto a que su testimonio fuera verificado: “Mi trabajo nada contiene que no sea la pura verdad harto notoria para con mis contemporáneos” decía con plena convicción de que no encontrarían nada que no sea la verdad de lo ocurrido. En esto encontramos un dejo tanto de valentía como de reto, principalmente a aquellos “pocos que acaso se dedican al importante estudio de nuestra historia”.
El Diario de Vargas ha superado el tiempo y su gran mérito fue el de colocar sobre la mesa de la historia a nombres como el de José Manuel Chinchilla o Santiago Fajardo, pero principalmente el de Eusebio Lira. Cabe la posibilidad de que, si su manuscrito no se hubiera conocido, hasta el día de hoy habríamos considerado a José Miguel Lanza como el único comandante en jefe de los valles, tal y como se venía repitiendo tradicionalmente en los manuales de historia, como lo demuestra Pilar Mendieta.
El fin último que persiguió nuestro autor es que el Diario perviviera en la posteridad para que las futuras generaciones sepan “cuánta sangre, cuántos esfuerzos, cuánto valor y heroísmo cuesta a la Patria su libertad” (p. 112) y que por lo mismo ésta se supiera valorar y defender hasta el último aliento En esto Vargas muestra la intención de que su Diario sea leído no sólo por eruditos o versados en la materia, sino por el pueblo en su conjunto.
Fuente: Lecturas