12/01/2011 por Marcelo Paz Soldan
El silencio de la máquina de escribir (Primera parte)

El silencio de la máquina de escribir (Primera parte)


El silencio de la máquina de escribir (Primera parte)
Por: Mauricio Rodríguez Medrano
Carta: www.soho.com.co

De Filípedes al Facebook (con bofetón incluido)
El martes una ex enamorada me dejó un mensaje en el muro del Facebook: «Qero re-volver contigo. t spero n el alojamiento colon. puerta 15. trai condons :D». En ese momento pensé: «Todo se fue a la mierda. Por si acaso oprimiré el botón ‘Me gusta’». A quinientos doce amigos también les gustó el mensaje. Tres minutos después mi actual enamorada pasó de «tener una relación con Mauricio Rodríguez» a «estar soltera».
(Flash back sin disolvencia o fuera de foco)
Filípedes era mensajero. Combatió contra los persas durante un día entero. Tal vez no lo hizo y se escondió lejos de la batalla y decidió escapar y corrió por vergüenza durante dos días y recién se dio cuenta que corría por su patria, que es lo mismo que correr por nada, y siguió corriendo hasta llegar a Atenas y cayó vencido y feliz murmurando una palabra. «Victoria», dijo, luego murió.
—¡Vencimos a los persas! —vociferó algún griego—. Este muchacho imberbe nos quiso dar el mensaje de la victoria.
—Es sólo un cobarde —dijo otro griego que no fue escuchado, y su voz fue velada por los gritos de júbilo.
Mutis
Entregar un mensaje muchas veces era difícil. El mensajero se podía tardar días, semanas, incluso años. En algunas ocasiones el mensaje jamás era entregado. Quien escribía debía elegir las palabras correctas, ni una más ni una menos. El acto de escribir una carta habitaba las fronteras del arte.
Palabras de los suicidas + soga + taburete
El Olvido es un pueblo de la Patagonia que fue una hacienda en los años cincuenta. Existen tres mil habitantes. Cada día muere uno de ellos. El motivo siempre es el mismo: el suicidio. Carlos Semper murió hace dos días. Dejó una nota encima del velador: «No aguanto más».
En El Olvido existe una biblioteca donde se guardan estas notas: «Hoy es el último día», «Te dejo con la única deuda: mi ausencia», «No hay nada», «Es inevitable», «Adiós». La grafía de estas palabras es desesperada, las letras reverberan. Para estos suicidas lo inmediato a la escritura es la muerte.
Dilucidación de algún catedrático
La red reduce el tiempo. Los mensajes que son enviados a través de ella son inmediatos. Las respuestas también. Copiar, pegar. ¿Para qué leer? ¿Para qué escribir? ¿Para qué pensar? Las nuevas generaciones tienen la información a cero coma veintisiete segundos de búsqueda del Google.
Las palabras perdieron su importancia. Un suicida postea en su muro del Facebook una última nota. Dos minutos después es reemplazada por la fotografía de algún viaje o por el estado de ánimo de la ex enamorada. Pero no todo es malo: mi actual ex enamorada volvió a ser mi enamorada.
Fuente: Ecdótica