Por Jorge Saravia Chuquimia
Pronunciar el nombre del poeta Ricardo Jaimes Freyre (1868-1933) despierta mucho respeto en las letras latinoamericanas y asomarse a su obra poética siempre es un goce para todo lector. ¿Quién no recitó, alguna vez, la primera estrofa de Siempre…?: “Peregrina paloma imaginaria / que enalteces los últimos amores; / alma de luz, de música y de flores, / peregrina paloma imaginaria”. Basta decir que Jorge Luis Borges declama y lo pondera en la famosa conferencia “Pensamiento y poesía”.
En el Nº 10 de la revista Selecciones bolivianas de 1953, se aloja un artículo titulado “Ricardo Jaimes Freyre anecdótico”, firmado por Silvio Maron. En el mismo se menciona que primero se publicó en El Diario de La Paz. El autor de la nota podría ser seudónimo de su hermano Raúl, porque algunos de los relatos expuestos coinciden con los del Anecdotario de Ricardo Jaimes Freyre, impreso ese mismo año. Deseo valorar el sentido del sentido del humor del poeta modernista tomando en cuenta su sensibilidad poética.
El apartado de Selecciones contiene seis pequeñas historias y un poema inédito. En la primera, Un ratón innecesario emerge el recurso humorístico que insinúo. En una travesía “Agustín de Pórcel compañero de viaje de Jaimes Freyre, no puede dormir: varias veces ha encendido fósforos para mirar debajo del lecho: Jaimes Freyre se incomoda. —¿Qué buscas, Agustín? —A un ratón que… Ricardo interrumpiéndole:
—¡Pero, hombre!, ¿para qué lo necesitas a esta hora?”.
El sentido del humor está regido bajo los dominios de la jocosidad. En este espacio uno recurre al juego de palabras, al chiste, a la burla, la exageración o el lenguaje connotativo. Si vale el término, rompe el hielo en una situación espinosa. Descontrae (de cierta manera) la realidad. El sentido del humor en Jaimes es evidente cuando da un giro de tuerca a episodios embarazosos que experimenta. Me explico: Él podría estar molesto porque Agustín lo despierta de noche por su búsqueda, en cambio sale del paso con una pregunta abierta: “¿para qué lo necesitas a esta hora?”. El tenor de su cuestionamiento baja la tensión de angustia e incomodad de ambos y seguro provoca la risa del otro.
La sensibilidad poética de Jaimes ayuda mucho a ostentar este fenómeno humorístico, porque todo poeta construye versos en base a imágenes. El poeta esboza la realidad desde una perspectiva simbólica. Lenguaje figurado. Para este fin, se ayuda de las representaciones literarias de las figuras retóricas. Por eso, Ricardo con sus réplicas imaginativas, no pretende ser gracioso ante los demás, sino es su manera de enfocar la vida en ese momento. Es su forma de descubrirse sensible ante el mundo.
En la Introducción de su Anecdotario manifiesta que “Las anécdotas reunidas aquí, le pintan de cuerpo entero: jovial a momentos, humorista, espiritual, sencillo, caballeroso y, al contrario de un Don Juan, profundamente austero y sentimental…”. El sentido del humor del gran poeta boliviano consiste en apropiarse de una circunstancia trabada y desamarrarla desde una perspectiva poética. La participación de los involucrados no es esencial para consumar este sentido, pues el fin es mediar en un desenlace.
En Casi destituido por feo, Maron relata que, “Llegó a Tucumán don Eduardo Zubieta, caballero boliviano, y pidió a Jaimes Freyre que le consiguiera un empleo. Ricardo lo hizo nombrar oficial del registro civil en la sección matrimonios. Poco tiempo después estuvieron a punto de destituirlo porque los novios se quejaban de él, manifestando que el ser casados por un hombre tan feo era hasta un mal augurio para su futura felicidad conyugal”.
Jaimes Freyre intervino y consiguió que fuera mantenido, indicando al jefe de la oficina que pasara a Zubieta a la sección defunciones: — Los muertos no se quejarán —le dijo.
Al explicar la trama puedo destruir lo risible, pero expresar que los muertos no demandarán aporta un sentido risible al lector. Como imagen poética la expresión “muertos” sobresale perfectamente en la relación palabra e idea. El remate del cuento considera que la petición de los novios no se la tome con tanta solemnidad. Al fin y al cabo, pretende que este petitorio no se lo tome muy en serio o que no represente fatalidad. En tal sentido, el humor genera otra posible respuesta a una determinada situación seria.
Confieso que el sentido del humor de Freyre incita observar su genio creativo. La mejor prueba es la cualidad de manejar el lenguaje poéticamente. Emplea procedimientos verbales análogos a su creación artística. Esta forma de relacionamiento social ante una circunstancia real provoca percibir estas anécdotas como piezas artísticas.
En Romeo, Julieta y el Barón de Rothschild se cuenta que “en Verona Jaimes Freyre, ha ido, como tantos otros, a ver, en la pequeña ciudad italiana, el balcón de la casa de Julieta y la tumba de los célebres amantes. Hay en el cementerio un enorme recipiente en forma de tina de baño, colocado a cierta altura, donde los turistas dejan sus tarjetas. El poeta hace lo propio, pero, llevado por la curiosidad, saca una de las que estaba dentro y lee: Alfredo de Rothschild. El multimillonario ha querido también pagar su tributo al romanticismo”.
El relato expele el humor sutil de Jaimes Freyre cuando se refiere a De Rothschild, pues no es ingenua esta referencia. Mucho menos se acerca a lo hilarante, porque al leer el pasaje uno no se ríe a primeras. Quizá sonríe, por consiguiente, pronunciar “pagar su tributo al romanticismo” conduce a la reflexión. El sacar una tarjeta y descubrir que pertenece a este sujeto opulento inglés causa gracia.
Por último, noto que el tratamiento del sentido del humor de Ricardo Jaimes Freyre de estas anécdotas recae en su espíritu poético y por ende son discursos creativos. La forma de construir contestaciones risibles a situaciones reales duras se apoya en el humor fino del amigo de Darío. No es un humor impensado o imprevisto, es un don del poeta para afrontar de mejor manera las dificultades que se le presentan. Termino con una anecdotilla: “Hablaba con una dama de la peste que asoló Tacna cando él era niño: —Y ¿usted no murió? Preguntó, distraídamente, la buena señora. —Le doy mi palabra de que no”, responde Ricardo.
Fuente: Letra Siete