Aligerando el peso de los años invisibles
Por: Marcelo Paz Soldán
Los años invisibles, la novela de Rodrigo Hasbún (El cuervo, 2020), gira en torno a un grupo de adolescentes de último año de secundaria que viven una serie de eventos que los van a marcar por siempre, a ellos y a su entorno familiar más cercano. Hay varios personajes y voces alrededor de la misma, muy coral, con algunas historias que destacan sobre otras que son más marginales. Son relatos y personajes a los que nuevamente recurre Rodrigo y que pueden encontrarse en algunos de sus otros libros. Rodrigo está fascinado con ese período de transición, el fin de la vida de colegio y de la confusa ausencia (o no) de responsabilidades, el “hacerse adulto” y todo lo que ello implica en la clase media cochabambina del período de entre siglos.
Cuando leemos una novela sabemos que es ficción, es decir, que no necesariamente ha sucedido como nos la están contando. En Los años invisibles, Julián ha escrito una novela basada en lo que le ha pasado en su adolescencia. Uno de los personajes en los que basa su libro es Andrea quien, veintiún años después, lo busca en Houston, donde él vive, para rememorar lo que realmente ha acontecido y sin que le importe la ficcionalización de los hechos: “Tú y el que llamas Ladislao, tan buenos chicos los dos. Tan maduros y seriecitos, tan unidos. Pero yo usaría tu nombre directamente, tu nombre para que quede claro. Además no tienes cara de Julián”. Andrea quiere dejar en claro lo que realmente sintió y vivió después de los trágicos acontecimientos que dieron lugar a que Julián escriba su novela, eventos que se irán develando poco a poco para el lector.
Nuevamente, Hasbún, como en su poderosa Los afectos, hace uso de la elipsis y de los silencios: no nos cuenta en detalle lo que pasó entre un momento y otro alejado en el tiempo, pero ata ambos momentos en la estructura narrativa y nos deja ver que el presente traumático es consecuencia de lo que pasó hace tiempo y de los “años invisibles” de por medio. También nos hace ver la fuerza de la ficción narrativa, capaz de interpelar a los personajes lo suficiente como para que estos vayan en busca del autor y sientan la necesidad de clarificar la “verdad” de los acontecimientos.
La novela también cuenta la historia, entre otras, de Ladislao, que se enamora de su profesora de inglés y con la que tiene sexo por primera vez –con la que también habrá de fumar marihuana. La profesora parece no estar enamorada como él al estar con otros de sus compañeros de curso, lo que lo descorazona de tal forma que parece que ahora el amor es una tragedia para él, lo que arrastrará a su vida matrimonial, años después. Ladislao sería también el director del corto musical de un grupo de músicos amigos.
Toda la novela gira en torno a los hechos trágicos ocurridos un par de décadas atrás; Hasbún se arriesga y hace que el impacto de Los años invisibles dependa en buena parte de esos hechos más contados que narrados y que marcan a los personajes por el resto de su vida. A la vez, la novela funciona en dos niveles: no sólo a partir de lo ocurrido y su memoria, sino también a partir de los hechos y su ficcionalización en la novela dentro de la novela: pese a lo que diga Andrea, Ladislao no es Julián.
Hasbún ha escrito una gran novela, con personajes e historias que deambulan dentro de ella y que no siempre salen bien librados de la misma. Una novela redonda y entretenida de principio a fin.
Fuente: Editorial Nuevo Milenio