El mirlo de la libertad
Por: Monica Briançon Messinger
“Esta en inglés porque me pareció que debido al contexto, el lugar y el momento, el inglés encajaba más y se titula ‘Blackbird’ porque el mirlo es el único animal negro que simboliza buen augurio, cosas buenas y la libertad”, dice Memey Paz, cuando le pregunté el porqué de la redacción de su primera novela en el idioma de Shakespeare.
Hasta dónde he podido averiguar, preguntando a editores, poetas y agentes creativos, Memey se transforma en la primera novelista boliviana joven, muy joven (tiene 19 años) en redactar su ópera prima en un idioma distinto al de su idioma natal.
Ha sido interesante desgranar la historia de Amelia Asheton y desde su perspectiva seguir sus pasos en la Grenada de 1800. Reconozco que acudí al oráculo del siglo XXI, el Google, para saber un poco más de esta isla, de la cual tenía una idea vaga y remota.
Sin embargo algo de la ambientación brindada por Paz en las primeras páginas de la obra, me dio las luces suficientes para ubicarme en un contexto esclavista de inicios del siglo XIX, similar al que se vivió en Norteamérica, con grandes mansiones y plantaciones, no de algodón, sino de especies como la nuez y la canela, típicas de este pedacito de tierra que emerge en el mar Caribe.
Blackbird, o mirlo en español, remite a este pájaro de color negro azabache, de plumaje suave que se destaca principalmente por sus ojos de color amarillo intenso al igual que su pico. El mirlo ha sido considerado como un ave de buen agüero, compañero fiel de San Kevin de Glendalough y los druidas creían que cuando aparece un mirlo éste urge a la persona a seguir un camino espiritual porque se le ha mostrando el camino a los secretos del otro mundo. En la novela es usado como un símbolo que guía a los protagonistas para alcanzar la emancipación, tanto de los cánones sociales, como de aquellas cadenas internas que nos sujetan a prejuicios sociales y emocionales.
La novela es un planteamiento romántico ligero, dulce y tierno, apto para un público juvenil ávido de una literatura que le hablé de tu a tu y que simbolice las cualidades que alguien, entre los 15 y los 19 años, busca, es decir galantería, arrojo, cierta temeridad y mucho amor.
Uno de los pasajes de la novela me hizo recuerdo a un comentario que leí en las redes sociales y que pertenece a Janeane Garofalo “para mí no hay acto de mayor valentía que ser aquel que besa primero” y eso es justamente lo que acontece con uno de los personajes del mirlo negro.
Al momento, nuestra prolífica producción literaria en Bolivia y de escritores bolivianos fuera de fronteras, no tiene un común denominador. Cada escritor busca su destino experimentando con diversos géneros y temáticas.
Probablemente ese sea el común denominador de la literatura boliviana, el no tener uno, y esta joven escritora no escapa a él, y se adentra en el mundo de las letras con un importante aporte para un segmento que ha recibido poca atención, pues mucho de lo escrito tiene que ver con ensayos sociológicos sobre el tiempo político y social que vivimos o bien son novelas cuya ambientación se adentra en el campo policial o en las culturas suburbanas.
Para algunos lectores diligentes, puede que la novela necesite un poco más de descripción de ciertos lugares o que se podría, de alguna manera, haber hilvanado las sensaciones de Amelia o los puntos de vista de Emma.
Sin embargo hay varios elementos a destacar, entre ellos la recreación del inglés criollo de Annakiya, muy bien combinado con los diálogos de Amelia, las retóricas preguntas que se hace a sí misma cuando se enfrenta a un dilema social y las descripciones de esta escritora omnisciente, quien hace gala de una detallada descripción del peinado o del vestido que luce la protagonista.
Se trata, no lo olvidemos de la narración de un gran romance y, ya avanzada la lectura de esta reseña, el posible lector habrá adivinado que se trata de un amor prohibido, oculto y por demás secreto.
Amelia ama a Jeremiah y no sabe si su amor es correspondido, lo cual hace que sufra y se vea llena de dudas e inseguridades, respecto a lo que siente. Por otro lado debe concentrarse en cumplir con todas las obligaciones que le impone su madre y no debe olvidar quién es y dónde ha nacido, dos elementos indispensables para seguir ascendiendo en la clasista sociedad isleña.
Por su parte Jeremiah es preso de la vorágine de eventos que lo colocan, cual juguete en manos del caprichoso destino, en situaciones sobre las cuales no tiene control absoluto y siente que es empujado por un vendaval de eventos que lo pueden dejar maltrecho, perjudicado y casi sin vida.
Caleb, Emma, Anna, Beatrice, Iris y Arthur son algunos de los otros personajes que presentan el contrapunto a Amelia y Jeremiah; munido cada uno de ellos con sus preocupaciones, necesidades y deseos por cumplir, en una época ya lejana a este siglo XXI tan plagado de tecnologías, hiperconectado y sumamente estimulado.
El retroceso al pasado, desde esta novela, me ha dado la oportunidad de acercarme a la lentitud, al tiempo de los carromatos, de las tardes perdidas en medio de los árboles y curiosamente, hasta su olor – una odorífica mezcla de humedad, desván y de cosas guardadas – me ha llevado a un momento sabroso y añejo.
Al parecer el canto del mirlo no sólo ha inducido a Memey a redactar, también inspiró a Paul McCartney, a componer una de sus más bellas baladas, denominada igualmente Blackbird, en ella se oye el canto de un mirlo en el último verso que dice: “Blackbird singing in the dead of night, take these broken wings and learn to fly. All your life, you were only waiting for this moment to arise”, o “Mirlo que cantas de madrugada, agarra estas alas rotas y aprende a volar. Toda la vida sólo has esperado este momento para alzarte”.
Fuente: Ecdótica