El mestizaje en la narrativa de Nestor Taboada Terán
Por Samuel Arriarán
El escritor boliviano Néstor Taboada Terán es autor de varias novelas de diferente estilo y temática pero hay destacar su tratamiento del mestizaje. Sus primeras obras Indios en rebelión y El precio del estaño, se pueden caracterizar como pertenecientes el realismo social. En efecto, los cuentos reunidos en Indios en rebelión tratan la problemática de esta clase social en el contexto posterior a la revolución de 1952.
La novela El precio del estaño trata de la masacre de mineros en Catavi ocurrida en 1942. En estas obras lo que predomina es un fuerte acento crítico frente a las condiciones de neocolonialismo. Aunque en los cuentos se acentúa la denuncia social, en la novela se advierte una transición hacia la ficción. En este sentido Taboada Terán avanza hacia una concepción de la literatura que tematiza la historia en forma de mitos. Como dice Jean Franco, no se trata de una novela histórica al estilo de El general en su laberinto, de García Márquez, sino más bien de una tematización de la historia como un conjunto de mitos (tal como se expresa en la obra de César Aira). En posteriores obras, Taboada Terán abandona totalmente el realismo social para orientarse dentro la perspectiva de lo que prefiero caracterizar como estilo barroco. La narrativa de Néstor Taboada Terán no se ha beneficiado (al igual que la mayoría de los escritores bolivianos) del boom latinoamericano debido en parte al aislamiento internacional. Este autor ha desarrollado sus temas narrativos a partir de un conocimiento profundo de la mitología indígena. Actualmente con la revaloración de las tradiciones orales y del mestizaje, la obra de Taboada Terán comienza a ser conocida fuera de Bolivia. La última producción del autor abarca novelas como Ollantay, Angelina Yupanqui, La tempestad y la sombra, No disparen contra el Papa, y otras, que encuentran su sentido en la propuesta de una literatura fundamentada en los mitos. Aquí analizaré solamente dos de sus obras El signo escalonado y Manchay Puito, que a mi juicio representan los puntos más altos del auto con una calidad a la altura de la mejor literatura latinoamericana.
Hay en estas dos novelas varios rasgos de lo barroco:
1) Una mezcla de aspectos correspondientes a la tradición oral y la escrita (de la tradición oral se recupera la mitología quechua-aymara).
2) Igual que el peruano José María Arguedas, no traduce la cosmovisión indígena a través de los contenidos sino en la forma misma del lenguaje. Este recurso sintáctico le hace aparecer como un narrador que domina los procedimientos estilísticos de las culturas nativas y de la española. Arguedas vio la vastedad de los préstamos de la cultura occidental a la indígena como nuevos instrumentos musicales. El mismo Arguedas traspasó elementos de la lengua española a una sintaxis y un léxico quechuas (mediante el artificio de una cosmovisión infantil mítica).
3) Un énfasis en el mestizaje, más que en lo indígena como tal. Justamente este aspecto es lo que lo diferencia de otros autores, como Jesús Lara, dentro de la línea del realismo indigenista.
El signo escalonado
Lo neobarroco en la novela El signo escalonado es una mezcla de magia y folklore, de lo insólito y de la lógica occidental. La novela trata el tema de la guerra del Chaco (Bolivia contra Paraguay, 1934) desde la perspectiva de algunos personajes mestizos como Damián Surco, que se niega a matar a los paraguayos argumentando que la guerra es un negocio de las trasnacionales. Otro personaje importante es Fresia, una joven expulsada de las salitreras de Chile, victima de la epidemia de tifus. También la Orqo María, una especie de hechicera indígena que mata a su marido para complacer a la muerte y lo convierte en chicharrón condimentado con ají, mote, chuño y papa. Entre las brujerías que hace está la de convertir en sapo al carretero Umalu Cayetano.
La novela arranca con la crisis de 1929 en Nueva York, que tiene graves consecuencias en la minería boliviana porque el cierre de las empresas dejó en el desempleo a miles de jornaleros. Fue cuando se vaciaron las arcas del Estado. En lo social fueron clausuradas las escuelas rurales, orfelinatos y asilos de ancianos. Se incrementó la prostitución. La novela tematiza los prostíbulos administrados por mujeres chilenas. Aparecieron fenómenos anticipatorios del Apocalipsis como los murciélagos que devoraban tarántulas (según me comentó Taboada Terán, estos signos que también se presentan en la novela de Augusto Roa Bastos, Hijo de hombre, anticipan en el Paraguay la guerra del Chaco).
En El signo escalonado, se plantea una visión barroca de la realidad boliviana, es decir, un país compuesto por inmigrantes externos como los chilenos o inmigrantes internos (o mejor dicho, exiliados internos), como los orureños o mineros. La novela muestra a Bolivia como una nación mestiza, y no tanto indígena. Lo interesante de esta visión es que se mezcla la brujería con la manipulación política, entre lo que sucede dentro y fuera del aparato del Estado (el Palacio de Gobierno). Además de sus vínculos con la política, la brujería se asocia a la muerte penetrando todas las esferas sociales y religiosas.
La elaboración de la novela parece sumamente compleja, no usa un estilo que identifique particularmente a ningún personaje sino que anda detrás de ciertos discursos o razonamientos en torno a la inminente guerra entre bolivianos y paraguayos. En vez de relatar hechos históricos el autor prefiere narrar mitos, como la aparición de miles de murciélagos (signo del Apocalipsis), o la propagación de la epidemia del tifus o fenómenos irracionales como presagios que se manifiestan en forma zoomórfica. La historia boliviana narrada como mito puede ser una forma del mestizaje en la literatura reciente. La ventaja del mito sobre la historia es que muestra siempre un aspecto ambiguo. El signo escalonado en tanto signo remite a un motivo visual de las culturas precolombinas pero también remite a la esvástica. El signo escalonado se basa en la mezcla o la coexistencia de creencias religiosas de raíz indígena o católica en los años de 1930 como una metáfora de los conflictos internos y externos del país. No es casual que todos los personajes estén de alguna manera exiliados. Esto significa que los propios bolivianos que viven dentro del territorio se sienten de alguna forma enajenados o deshabitados.
Desde el punto de vista formal, El signo escalonado presenta una estructura barroca. Tal es la técnica de desplazamiento del asunto central o el pluritematismo. En la novela se insertan episodios del diario de Sandino, artículos de prensa de aquella época, textos de tangos y canciones, etcétera. También se puede afirmar como lo hace Beatriz Hedde Cueto que muchas frases de la novela, a diferencia de la frase clásica, armoniosa, equilibrada, son desmesuradas, por ejemplo: “Enardecido el sol mordía las carnes de los hombres sorprendidos en sus propósitos homicidas” o “Abandonado en la pampa, el pobre indio contemplaba con ojos obsecados el paisaje prisionero de la penumbra”
Manchay Puito
Manchay Puito es un relato de la tradición oral andina. Trata del amor prohibido del sacerdote Antonio de Asunción por María Cusillimay (una mujer indígena proveniente de la nobleza incaica). El sacerdote de origen quechua sometido por el demonio desentierra el cadáver de su amada, la baña, la perfuma y la enjoya. Compone un poema y conforma una quena de su tibia para interpretar un yaraví (un lamento). La novela no trata de la historia de un “cura endemoniado” según las interpretaciones superficiales, tiene más razón Alba María Paz Soldán cuando señala que no podemos considerar la novela simplemente como el desarrollo de ciertos acontecimientos, sino también como la construcción de un contexto necesario para su significación. En este sentido el contexto de Manchay Puito es el mestizaje histórico que marca una oposición entre la cultura indígena y la occidental. Una de las diferencias entre una y otra cultura es que la primera tiene un carácter oral por no haber alcanzado aun esa instancia de poder que constituye la escritura.
Si consideramos la leyenda como una forma cultural oral, parece ligada a la cultura indígena, pero si la vemos como una unidad cultural más compleja comprobamos la presencia de los códigos de la cultura occidental:
La Iglesia católica no solo legitimó la conquista de América y consecuentemente el poder español en la organización colonial, sino que fue administradora de ese poder, ejerciéndolo en forma de imposición de un código moral. Al servir Fray Antonio dentro de esta institución, la muerte de su amada y su intento de devolverle la vida hacen devenir la historia de amor en historia de terror: terror ante el poder colonial, ante la Inquisición, ante Dios.
El mestizaje aparece en la novela como unión y transgresión. En este sentido no está descaminada la interpretación de Blanca Wiethuchter, cuando señala que el tema, tradicional por cierto, expresa “no sólo el desquicio amoroso, sino el desquicio de los encuentros culturales. Ha nacido lo mestizo con la certeza de algo que perdimos para siempre y ya no nos pertenece, y con ello la imposibilidad de volver hacia atrás. El cura queda entrampado entre dos concepciones de mundo. Ni logra integrarse a lo cristiano, ni puede asumir ya el mundo indígena.”
Pese al innegable acierto de esta interpretación, resulta parcial porque no capta el sentido profundo del mestizaje, reduce la novela a una situación de entrampamiento cultural o de callejón sin salida. Prefiero por mi parte desarrollar otra interpretación, si bien es cierto que el choque cultural produce un hundimiento del mundo, como en toda situación de crisis también hay una voluntad de forma o la potencia de dar un nuevo significado. En este sentido Manchay Puito no se queda en el lamento o la melancolía por un mundo perdido sino que proyecta un mundo mejor, este mundo posible es el que resulta del choque cultural, o sea que el resultado de tal choque es el surgimiento de una nueva cultura. Esta nueva cultura es la cultura mestiza que en Bolivia se traduce como aquel encuentro entre dos universos laberínticos: el indígena y el español. Aquí cabe la metáfora deleuziana de la casa barroca compuesta por dos pisos: uno en el fondo, totalmente a oscuras y el otro, arriba con algunas ventanas que conectan al mundo exterior. La metáfora es pertinente porque no plantea una oposición entre los dos laberintos sino una continuación y una salida. En la medida en que se opone al poder colonial la solución propuesta por la novela adquiere la forma de una liberación irónica, una especie de liberación del eros frente a la muerte representada por el poder español.
Néstor Taboada Terán recrea esta leyenda a partir de un concepto neobarroco que mezcla la cosmovisión indígena con la cristiana occidental. Esta recreación fue realizada en el exilio argentino del autor a raíz de la dictadura de Banzer y muestra a un sacerdote viviendo en el pecado, atormentado por el extravío del alma de su amada. En un contexto de inquisición se reconstruye el vecindario que lo repudiaba. Habría que precisar si dicho tormento se vive de una manera trágica. La novela Manchay Puito no trataría tanto de una tragedia de amor prohibido sino de personajes representativos de una lucha en la que el erotismo triunfa sobre la muerte. Además del cura Antonio y de María, hay personajes como el indio Ñauparruna, hombre antiguo (como el personaje Ixca Cienfuegos en La región más transparente de Carlos Fuentes), testigo de todos los tiempos, otro personaje es el negro Bienvenido Catagna, un heraldo de la otra vida, también está El Bigardo que amó 360 mujeres y fue torturado y muerto por la Santa Inquisición. Mientras los otros españoles conquistaban el oro, la plata y las tierras del los incas, este personaje conquistaba a las mujeres. La suya no es una condena al delincuente o al caballero español sino al falo o la potencia sexual simbólica. Tal como ha señalado Keith Richards, además de representar una visión multicultural de la sociedad boliviana es una novela neobarroca que mezcla el erotismo y la muerte:
1) La visión de una sociedad multicultural que sus problemas internos y externos se plantea no tanto en términos de la identidad nacional y la Otredad, sino con relación a fenómenos sociales como el aislamiento y la fragmentación. En esta novela el mestizaje significa que la coexistencia entre las culturas no deriva en una dislocación sino en un proceso de integración. La integración no tendría que ver con el sometimiento de una cultura por la otra, sino con el proceso contradictorio de la Conquista que deriva en el surgimiento de la luz (una nueva cultura) después de las tinieblas. Esta regeneración tiene que ver con el resurgimiento o triunfo final del erotismo sobre la muerte. De ahí el carácter neobarroco de la novela.
Desde el punto de vista de la técnica narrativa, el uso que hace Néstor Taboada Terán de las estrategias del cronista es ya un enfoque neobarroco (eso es lo que decía Severo Sarduy), una técnica que enfatiza el sentido de regeneración y renovación como mezcla de voces y de géneros. En esta novela, como en otras del mismo autor, hay un uso permanente de las tradiciones orales andinas y las del mundo occidental. En esta mezcla de géneros, el anticolonialismo deriva en una forma original de mestizaje, además de indianización de los criollos el mestizaje excluye a los que tratan de suprimir el lado indígena. Estamos ante un neobarrocodonde la heterogeneidad y el abigarramiento cultural de la sociedad boliviana se resuelven en una multivocalidad o un pluralismo de voces a partir de un consenso.
2) La relación entre los sexos desde el punto de vista indígena y español se presenta de una forma mezclada. Por un lado, la visión indígena de la muerte y del alma se expresa en la transgresión del cura Antonio. Aquí aflora el sustrato inconsciente indígena como aceptación parcial de códigos extraños a la cultura católica. Esto significa una doble transgresión (como cura y como indio).
Por el lado de María, el apetito sexual no se relaciona con el demonio (tal como se plantea en la tradición católica occidental) sino con la cosmovisión indígena en lo que respecta a la inestabilidad del alma. Según estos valores, el alma vive en una región o trasmundo (el Ukhupacha) de donde vuelve a la vida (y no al revés) manifestándose una sensualidad iluminada, una presencia imaginaria que se expresa voluptuosamente como una belleza del pecado. La concepción indígena de los muertos como presencia permanente es contraria a la concepción cristiana de la vida eterna. Cuando muere un indígena no cesa de existir. Sigue existiendo en una forma menos inmediata que los vivos, en un mundo paralelo desde el cual influye directamente sobre el mundo de los vivos. Desde el punto de vista español, el nombramiento de “María” después de su primer contacto sexual devuelve la virginidad a la mujer indígena asociándola con la Virgen María, limpia su pecado y la introduce al ethos cristiano.
Hay otros indicios de que la concepción católica se impone sobre las tradiciones locales. Por ejemplo, cuando Antonio identifica a Dios con el amor y la muerte, si los tres son una sola cosa que conduce a un final inefable y fuera del entendimiento, la sexualidad mediante su lazo con la procreación se vuelve necesaria para la regeneración.
Fuente. Palabrasmas